Santiago en más de 100 palabras

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Por Catalina Flores

En los carros del metro, como calendario, tengo uno de los libros en mi pieza y una tía tiene un magneto en el refrigerador. Santiago en 100 palabras ya es parte del paisaje urbano.

Es de público conocimiento que en algún minuto del año estarán repartiendo los libros de bolsillo en las estaciones más importantes y, al menos yo, ruego por pasar ese día y recibir la mía.

Este es el décimo año del concurso literario más masivo de Chile. En sus diez versiones en Santiago se han recibido 240.914 cuentos, sin contar los de las apuestas que se han realizado en Valparaíso y Antofagasta, con el mismo formato.

Santiago es un mar, pero uno denso, oscuro y difuso, donde es difícil estar y no perderse, estar y darse cuenta de que estás. La idea es que la gente defina a la ciudad en sólo 100 palabras, para intentar descifrarlo.

Una mujer que saluda
Primer lugar 2007
Yolanda es una mujer que saluda. Saluda a sus ex compañeras de colegio cuando las encuentra en el supermercado, saluda al señor que pide afuera de su oficina, saluda a todos los que se suben al ascensor. Yolanda no tiene pudor al saludar y te pide el email o el teléfono con una honesta intención. Un día saludó a un actor de televisión que se le cruzó en la calle y saludó a alguien sólo porque tenía cara de conocido. Yolanda pasa todos los días a saludarme a mí. Yo le digo que se le nota mucho lo talquina.
Elisa de Padua, 30 años, Ñuñoa

La gracia de Santiago en 100 palabras es que, poco a poco y sin querer, saca fotos de nosotros y, por ende, de la cultura de la ciudad – muy distinta, por cierto, a la de cualquier otro lugar del país. Además, el ganador, las menciones honrosas y una persona premiada por el público, aparte de ganar ver sus cuentos en el libro recopilatorio, en los carros del metro y en vitrinas inmensas en las estaciones, ganan un premio en dinero. Lo que no es menor.

Cualquier chileno, residente en el país o en el extranjero, puede participar. Sólo basta un pequeño flash en la cabeza y un lápiz con el que escribirlo en 100 palabras (con conjunciones y artículos incluidos en la cuenta final). Tampoco hay mínimo ni límite de edad. Este año, puedes mandar tu cuento de 100 palabras hasta el 31 de junio.

Me gustan las películas con voz en off
Segundo lugar 2007
Imaginar que alguien explica mis actos cuando guardo silencio. Me gusta ponerme audífonos, cerrar los ojos, sentir que tengo mi propia banda sonora, y que el que está a mi lado es sólo un personaje de ésos sin nombre. Me gusta imaginar que al salir del vagón hay un mundo esperando, que cuando subo a la calle la cámara está fija mientras me alejo, que la gente pasa rápido y gris frente al lente. Yo, en cambio, le doy la espalda. Un paisaje sin mucho contraste, suena una guitarra, una voz áspera… No hay créditos, simplemente la imagen se desvanece.
Jennifer Navarro, 23 años, Rancagua

Paloma Amaya escribe desde siempre: cuando niña escribía en un diario cosas relacionadas, por ejemplo, con el niño que le gustaba. Cuando creció y dejó el diario comenzó a escribir literatura infantil y poesía en un blog. Paloma ganó el concurso el 2008 con el cuento “Adrián y yo”. Había egresado el año anterior de Teatro en el Duoc y dividía su tiempo entre actuar, dibujar, tomar distintos talleres, etcétera.


Adrián y yo

Primer lugar 2008
Con Adrián vivimos en el centro. Me hace reír mucho. Está convencidísimo de que es un asesino en serie. “Soy un roba almas”, dice mientras
nada inquieto de un lado a otro en la pecera que le compré. Últimamente está muy callado. Intenté hacerle cariño, pero inmediatamente comenzó a dar saltitos acrobáticos queriendo morderme algún dedo. Se cree piraña. Un domingo lo vi devastado, así que disolví 1/4 de fluoxetina en su agua y me tomé otra pastilla yo. Estuvimos toda la tarde mirando fijo por la ventana, tarareando canciones en inglés. Es que a veces nos sentimos muy solos.

Paloma Amaya, 25 años, La Reina



El que el cuento no hable de las micros o de la plaza de armas, no significa que no tenga que ver con una parte de nosotros, cuenta Paloma. «Yo pienso que sí tiene mucho que ver con Santiago, siempre he vivido aquí y casi nunca salgo de la ciudad, por lo mismo lo escribí inspirada en mí, en experiencias personales y de amigos, en la soledad y la confusión que viven algunas personas y que más de alguna vez se han sentido ajenos y hostiles a todo lo que los rodea y se “protegen” de la realidad enfrentándola como pueden más que como quieren«.

Los cuentos son buenos, pero hay algunos mejores, para la autora de Adrián y yo también funciona así: “recuerdo que cuando leí dije qué lindo, qué simple, qué sincero. Lo amé y fue uno de los incentivos que tuve para participar (en el concurso)».

Ver y leer las pequeñas historias en las paredes de las estaciones del metro es algo normal para quien no lo ha escrito. Pero para Paloma es distinto, o al menos lo fue cuando vio sus letras y nombre en la pared: «cuando finalmente lo vi, me sentí demasiado orgullosa, muchas veces me tocó presenciar cómo algunas personas lo leían y se sonreían y te juro que daban ganas de correr hacia ellos y abrazarlos”.

Hoy Paloma sigue viviendo en La Reina, tiene 27 años. Es anfitriona del restaurant Armani, espera junto a una amiga los resultados del Fondart al que postularon con la obra “American Jesus” y sigue escribiendo. Su vida no dio un giro con “Santiago en 100 palabras”, después del concurso ocupó el premio en pagar un par de deudas, se compró un computador e hizo un asado con su familia y amigos. Ella podría ser perfectamente la niña que va a tu lado en el tren o la que dejas “bajar antes de subir”. Pero “Adrián y yo” sigue impreso en los miles de libros que fueron repartidos hace dos años y sigue pegado en una de las hojas del libro que tengo en mi pieza, y de ahí nadie lo saca.


1 COMENTARIO

  1. Que pág más atractiva.

    Aún no lo leo por completo, estoy buscando detalles para terminar un trabajo y bueno creo que encontré lo que necesitaba.

    una modelo para mi cuadro.

    Gracias.

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