Se acaba de estrenar Música Campesina, película que consiguió el premio al mejor largometraje nacional en el Festival de cine de Valdivia. Fuguet siempre ha perseguido historias. Partió escribiendo libros, hoy hace películas. No cree que una cosa sea mejor que la otra, aunque siempre quiso ser director. Alberto escribe y dirige, es un bilingüe en su planeta que intenta mostrarnos la realidad a como dé lugar.
Por Cristian Ortega Puppo
He leído que la filmación de Música Campesina se hizo al estilo “guerrilla”; grabando sin permiso y arrancando. ¿Fue tan así?
Se mitifica mucho, porque de arrancar arrancamos una vez, nos agarramos a chuchás en otra y en otra tuvimos miedo que nos mataran porque estaban vendiendo crack. Pero no era guerrilla pura. Sí la idea de no pedir permiso, pero a veces lo pedíamos. Tiene algo de sentido común. Si me meto a tu casa sin permiso sería tonto, es mejor preguntarte si me prestas tu pieza. Pero en un parque me parece que no hace falta pedir permiso
Fuguet habla de lo importante de las locaciones. Las encuentra tan importantes como el guión. Una vez, publicó una columna que debatía sobre si era más importante el guionista o el director. Fuguet es un observador. Puedes amarlo u odiarlo, pero no está en discusión que tiene el ojo afilado de un narrador para encontrar los engranajes de la sociedad y reproducirlos en sus libros y películas. Personajes solitarios, pero que no están muriendo ni sufriendo. O por lo menos no sufren más que cualquiera, aceptémoslo. Tú, yo, el del lado, el de la micro, el del auto; sufren. Lloran. No hay una obra de Alberto en donde los personajes no hayan sido felices, aunque sea por un instante.
¿Estuviste mucho tiempo viendo locaciones antes de grabar Música Campesina?
Yo no conocía Nashville. A medida que iba conociendo la ciudad, se iba armando el guión y me iba entusiasmando de lugares. Yo iba conociendo distintos barrios, barrios en los que mi equipo nunca había estado. Las locaciones es un tema que me fascina, de hecho estoy haciendo un documental llamado “Locaciones”. Me gusta la palabra, me gusta el significado, me gusta descubrirlas, me gusta conocerlas. No me gusta el sistema nuevo, hollywoodense, que aquí en Chile también se ha practicado, que se llama location scouting, en donde uno contrata a alguien para que te haga las locaciones. Es como tener un niño y mandarlo a criar a otra parte.
En Nashville se grabó Música Campesina y Nashville también es una película (de 1975, dirigida por Robert Altman). Le pregunto a Fuguet si con la película se había hecho una imagen previa de la ciudad:
Ni siquiera tanto, porque vi Nashville un par de semanas antes de volar.
Entonces: Alberto Fuguet tiene la posibilidad de grabar una película en Estados Unidos, en una ciudad que no conoce. Arma un guión, el que perfecciona mientras está grabando. Se va enamorando de los lugares, se va imaginando la película a medida que ve lugares que le parecen acordes. Incluso su equipo –básicamente compuesto por gringos- no conocen la mayoría de los lugares donde realizan las tomas.
¿Podríamos decir que terminaste haciendo una especie Lado B de Nashville, sin querer queriendo?
Hice un Lado B sin querer queriendo, o queriendo un poco. Porque uno no es tan tonto y uno capta. En el mismo hotel donde estaba alojado Pablo leímos esos folletos que dicen “Visite el Jardín Botánico”. Obviamente filmamos un poquito en el barrio de los turistas, pero la película gustó mucho estéticamente y encontraron que fue filmada con cariño y que este Lado B no era un Lado B en el sentido sórdido. Nunca fue la idea de hacer porno-miseria, que es algo que yo critico que hacen los norteamericanos con Sudamérica, es como “¡Vayamos a Río a filmar las favelas!”.
Pablo Cerda es el protagonista del corto 2 Horas y de los largos Velódromo y, ahora, Música Campesina. Cerda muestra en las películas la voz que me imagino cuando leo un libro de Fuguet. Creo que logra representar lo que el guión -y la historia completa- intenta. O sea, lo que el guionista tiene en la cabeza. Hacen una dupla, como las duplas más famosas que existen en Hollywood. ¿Cuánto sabe Alberto Fuguet de Pablo Cerda?
Creo que Pablo es un actor de puta-madre, tiene nivel internacional, acaba de mandarse un rol casi todo en inglés, es capaz de tener humor, es un tipo que tiene buena pinta, pero no tanta como para asustar a los hombres. Es como que las chicas se lo quieren follar, pero los hombres quieren tomar cerveza con él, o ser amigos de él. Yo creo en las estrellas de cine, y me he criado en esa moral: Paul Newman, Steve Mc Queen, hasta Stallone, incluso. Uno va a la película por el actor y el actor tiene que llenar la pantalla y te tiene que caer bien y Bruce Willis tiene que ser capaz de tirar la talla entremedio de los músculos. Conozco las voces de Pablo, sé lo que da, lo que no da. Hay muchísimas cosas que me atraen de él: es un amigo, confío en él, hemos viajado, es alguien importante en mi vida, tenemos el mismo humor, el tipo es cinéfilo (que es muy raro en un actor) no pajero. La última vez que estuve en Estados Unidos me encargó un afiche original carísimo de Enter the Dragon de Bruce Lee. Es alguien que está viendo todas las películas por Torrent, en eso se parece mucho a Ariel Roth. Es campeón de Hiki do. Y entonces gracias a que conocemos las mismas películas y tenemos gustos parecidos es más fácil dirigirlo, no sólo porque le puedo mover una ceja y él sabe lo que yo quiero decirle, él ya entiende como yo hablo, él también habla parecido a como yo escribo. Y también, a veces, yo le digo “hazme un Travolta en Estallido Mortal, escena final”, y Pablo en un segundo sabe lo que significa estar como John Travolta al final de Estallido Mortal, de Brian de Palma. Otros actores me dirían “¿cuál es la motivación?”, y en este caso habían dos chistes, y Pablo lo ha dicho también: No había tiempo para estar motivado, la única motivación era el café y el Red Bull. Teníamos que sacar adelante la película y no había tiempo para esas pajas, que a veces son importantes y a veces no, porque el rol también se parecía un poco a Pablo. Es la historia de un tipo, un chileno, que está en una ciudad que no conoce. Era parecido a él y parecido a mí. Me parezco harto al personaje en este sentido. Si bien yo sé mucho más inglés que Pablo y que el personaje, yo nunca había estado en Nashville, no tenía a nadie de confianza con quien empezar a armar un lazo que me ayudara para presentarme.
Hace unos días un actor me comentaba que le daba más miedo estrenar en Chile que estrenar, por ejemplo, en Cannes. Él creía que la crítica lo iba a hacer pebre casi por necesidad. ¿Te pasa algo así?
Me pasa algo parecido, no tan exagerado. Yo no diría muerto de miedo. Es como presentarle tu novia primero a tus amigos y después a tu familia. Tiene algo que ver con eso, que al final es la gente más cercana a ti, y como dicen: la única gente que te va a herir es la que te quiere. Porque los que no te conocen no te van a herir, o a lo más te pueden molestar. Para mí es muy importante lo que yo llamo el síndrome “Ariel Dorfman”, -que es algo que yo por suerte siento que ya no lo tengo- que es como tener buena crítica en el exterior y no tenerla acá. Yo siento que aquí tengo un cierto público y cierta gente que se interesa por mí. Sé que no siempre la crítica me ha tratado bien, pero por suerte se ha compensado con eso. Me parece que aquí, en el país de uno, es donde realmente está el ruido de toros. Porque el público es un público que entiende realmente los códigos, los subtextos, conoce a los actores, conoce el idioma y ven si es impostado o no. Y a mí me interesa, más allá de la crítica que sea positiva, que el público la entienda. Si bien quiero hacer películas que puedan funcionar en todo el mundo, el público que más, más me interesa es el local. Y el local, además, de esta época.
¿Qué tipo de gente, de edad quizás, te das cuenta que tiene más feedback contigo, con tus películas y libros?
El estereotipo dicen que es joven. Yo creo que eso es relativo. Joven también es una palabra que ha cambiado. Joven, antes, era no afeitarse. Ahora yo creo que es más una forma de ver la vida. Ahora, en términos etarios supongo que ha ido mutando. Lo capto que con algunos libros míos, por ejemplo Mala Onda, que tiene lectores menores que el libro. Creo que gente puede enganchar desde los 16 a 60. A partir de los 30 para arriba es gente como Ariel Roth, en el sentido que no se creyó el cuento de la adultez. Saben que siguen siendo un poco adolescentes o pendejos en su mente, saben que probablemente viven peor que sus padres. A mí me encanta, me fascina esta cosa que estamos viviendo actualmente en que los adulto-joven de 30 ó 40 compiten mano a mano con los de 20; en ropa, en minas, en drogas, en modas, en quién es más flaco. Yo cuando tenía 20, los de 40 eran señores que uno saludaba de “usted”. Y hoy los de 40 usan tatuajes y se desnudan en público y usan aros y van a recitales. No estoy diciendo que eso es malo o es bueno, pero es curioso. Mi público es urbano, joven en el sentido que es curioso, que está abierto a cosas nuevas que no vive encerrado, o muchos viven encerrados, pero están conectados al mundo a través de los nuevos formatos de comunicación y que creen en lo que yo llamo “La Santa Trinidad”.
¿Cómo es eso de La Santa Trinidad?
Antiguamente, cuando yo salí a la calle con mi primer libro, los libros eran una cosa, el cine era otra y la música era otra. Y la música, obviamente, era música clásica. Y la gente que escuchaba rock eran drogadictos. Yo creo que eso ya ha cambiado, pero todavía queda. Todavía hay suplementos, hay críticos, hay gente que lee y que jamás se le ocurriría ir al cine, o si van es por panorama, o lo ven como un arte menor para entretenerse. Y viceversa. Hay un montón de cineastas que no leen porque les da lata o porque no les interesa. Yo creo que mi público es un público que cumple con esas tres cosas.
Cuando ganaste en Valdivia, dijiste algo así como que siempre quisiste ser cineasta y que ser escritor te llegó de rebote. Según lo que me acabas de comentar, es más bien ser bilingüe que elegir entre una cosa u otra, ¿no?
Alguien me dijo “me insultaste”. Pucha, si tú sentiste esto, te pido perdón y jamás se me ocurrió hacerlo. No es que yo esté insultando a mis libros ni a mis lectores. Pero también uno tiene que ser sincero. Hay muchos niños de ocho años que quiere ser bombero, o policía o futbolista o astronauta. Yo diría que a los 8, 9, entre otras cosas quise ser director de cine, o estar ligado al cine. En Estados Unidos me crié en un barrio de mucho técnico, no de artistas de cine, pero de mucha gente, de padres de mis amigos que trabajaban en la industria, como iluminadores, en maquillaje, en catering, en la periferia de la industria del cine. Íbamos muchísimo al cine. Veíamos dos películas y después nos cambiábamos de sala y veíamos otra gratis. El cine era parte de mi discurso. Y después, cuando llegué a Chile y perdí el idioma lo que más yo veía era cine. Me costaba leer porque no conseguía libros en inglés y el idioma castellano me costaba. Por lo tanto, a mí no se me ocurrió ser escritor, como a tantos escritores que conozco, y que admiro, como Vargas Llosa –Vargas Llosa quería ser escritor desde los 8-. A mí se me ocurrió recién la idea de ser escritor cuando alguien en un taller literario le gustó algo mío, el segundo año de periodismo. Y cuando un profesor me llamó a su oficina y me dijo que yo iba a repetir porque inventaba mucho y que le metía mucho cahuín a mis artículos y que esto no podía ser así, porque el periodismo decía la verdad. Lo que me provocó gran risa, porque además esa era época de dictadura. Él no pensaba que era tonto, sino que simplemente era rebelde, me dijo que yo escribiera los artículos con la pirámide invertida y que paralelamente escribiera cuentos, y ahí recién se me ocurrió. Me pudo haber dicho practica karate, o practica pintura, o acuarela, no sé, y a lo mejor le hubiera hecho caso y ahora sería acuarelista.
¿En qué momento fue la escena en que José Donoso te echó de su taller por no saber quién era Dostoievski?
El segundo año de periodismo yo quería hacer nada. O hueviar, o ser crítico de cine o tratar de pasar los cursos. Lo típico del estudiante patán de periodismo, porque ya estaba muy decepcionado de periodismo, me parecía que era muy fome y no entendía la materia, y no me enseñaban los artículos que yo quería escribir. Ningún profesor me calentaba y me enseñaban cosas que yo no entendía nada, como el significado del significado del significado del significado. En junio de ese año conozco a una mujer mayor, y ésta me dice que Donoso tenía un taller nuevo, que estaba buscando gente y que me invita al taller. En septiembre ya estaba metido como en la Selección. Y me echaron en octubre. O sea, en cuatro meses tuve una vida literaria en que febrero de ese año jamás pensé que iba a ocurrir. Pero me quedó gustando, y me puse rebelde, y fue en ese instante vi La ley de la calle, después de la gran pelea que tuve con Donoso y eso hizo darme cuenta que, si bien Donoso era mucho más famoso que yo, mayor que yo, publicaba en España, era respetado, era un escritor que yo no entendía del todo, pero que sí era muy muy inteligente, culto y que había leído muchísimo más que yo; quizás podía estar equivocado. Y yo podía tener esa libertad interna, para decir “Donoso puede estar equivocado”. Más allá que sea brillante. Esa película me salvó la vida. Porque cuando Donoso te echa, y alguien importante te dice que no eres escritor, no tienes nada que aportar a la cultura y eres un chico rebelde y tonto, lo lógico es hacerle caso. Pero cuando vi La Ley de la calle, que era una película sobre teenagers y que a mí me emocionó, y me di cuenta que al resto de los críticos serios también los emocionó, dije “quizás, también uno puede dedicarse a la creación que uno quiere, no solamente siguiendo los patrones que ya existían” y que no me convenía copiar a Borges ni a Donoso, sino que buscar mi propio estilo.
Quizás, si Fuguet tuviera hoy 20 años nunca escribiría un libro. Sería un Ariel Roth. Bajaría películas todo el día y estudiaría cine. Grabaría películas con su celular o con una cámara barata. La literatura sería un pasatiempo. Mala Onda sería una película de garaje y Sobredosis un grupo de cortometrajes grabados con un I-Phone.
En un momento pensé en “¿cómo hago guiones, cómo hago películas en un país donde no hay cine, donde hay dictadura, no hay escuelas de cine, no hay cámaras?”. Y yo creía que el cine era para la gente suertuda que había nacido donde yo me había criado, y es como que más rabia me daba. Todos mis compañeros iban a estar ligados al cine y yo vivía en el puto Chile. Capté que la verdad importante del cine no eran las estrellas de cine, ni las limusinas, sino que era contar historias, y que quizás yo podía hacer mis propias películas por escrito y no tenía que pedir plata. Y de alguna manera Mala Onda y Sobredosis surgieron como posibles cortos. Hoy tengo muy claro que si tuviera 20 años hubiera estudiado Comunicación Audiovisual y Mala Onda hubiera sido una película. Sin Pablo Cerda. O como Pablo Cerda de papá.
de Valdivia:
Además de ganar el premio al mejor largometraje nacional en Valdivia, Música Campesina se llevó el premio Movie City, que le da distribución en toda Latinoamérica. Son más de 6 millones de espectadores, quienes de México hasta Chile podrán ver la película. ¿Qué significa para ti y tu equipo este premio?
Es bueno como por cinco lados. Todo esto tiene que, como todas las profesiones del mundo, supongo, todas las industrias, es muy difícil romper la barrera para entrar. Y después es muy difícil salirse. Como El Padrino: “Cuando me quiero salir, me empujan para entrar” dice Al Pacino. Movie City permite entrar al mundo del cable, que es súper difícil meterse. En HBO, Movie City, Showtime, son películas que el 90% son de Hollywood y el resto es gente que se conoció en festivales. Ganamos por programadores que se dedican a ver qué es lo que quiere la gente, o qué puede funcionar en América Latina. Les encantó, y podemos entrar al mundo más corporativo, sobre todo con una película tan chica y tan garaje como ésta. Ojalá Velódromo tenga esa oportunidad. Además el premio incluye U$ 30.000. O sea, te pagan un precio bastante alto por la película, que probablemente si la hubiéramos negociado por nuestra parte sería bastante menos. Y para mí esos dólares no implican comprar un nuevo auto, o renovar tu vestuario. La plata de Movie City es para nosotros, para nuestra caja, para que pueda seguir viviendo Cinepata.com y con eso pagamos buena parte de lo que necesitamos para filmar nuestra próxima película, que sería una película un poco más cara, pero que queremos mantenerla dentro de los límites de lo normal. De lo normal para nosotros. Yo no quiero hacer una película de U$500.000, quiero pasar de 20 a 50. Ahora, esos 50 no los quiero porque quiero comer mejor en el set, o quiero viajar en business, sino porque quiero filmar en la selva peruana, tengo que llevar gente a Perú, tengo que alojarlos en moteles, en hoteles, por lo tanto es más caro que hacer una película en Santiago.
Si le preguntas algo a Fuguet él te responde sin tapujos. Ya no le tiene miedo al qué dirán. Se me ocurre que ya pasó por eso. Incluso, parece que ni siquiera les tiene miedo a las críticas. Ya lo han hecho bolsa. Lo han elevado y lo han dejado caer varias veces. Viene de vuelta, quizás.
Alberto, cuéntame un poco sobre tu nuevo proyecto cinematográfico en Perú
Hay una invitación de Perú, incluso anterior a la de Nashville, pero que me costó mucho tomar la decisión. Porque me daba miedo. Porque me da mucho miedo artísticamente filmar o escribir sobre lugares que no conozco y odio las películas que yo llamo “de turistas”. Me cargan los estereotipos. Lo que Héctor Soto llama “la maldita mirada del turista”, el que ve pero no entiende. Mientras pensaba qué filmar en la selva peruana, en el Amazonas, apareció esto de Nashville. Ahora me siento mucho más cómodo, después de haber filmado en otro país, incluso en otro idioma, y creo que sí lo puedo hacer en Perú.
He hablado con algunos peruanos, leído los medios de allá y te estiman mucho
Es mutuo. Yo creo que, como dicen algunos rockeros “Dios inventó el extranjero para los artistas” no para crear las Naciones Unidas. El hecho de que existan muchos países sólo provoca problemas económicos, guerras, celos. Si el mundo fuera un solo país sería, quizás, todo más fácil de manejar. Pero, a nivel artístico, el hecho de que existan países distintos es súper cool, porque implica que uno puede tener lugares en donde te quieran más que en tu país de origen. Y existe esa famosa talla norteamericana que dice “no soy famoso aquí, pero en Japón me quieren”. Y eso casi se da en todas las obras y todos los artistas. Yo tengo la suerte que con Chile hay un lazo súper bueno –no es perfecto, y no tiene porqué serlo-. Yo no estoy esperando el Premio Nacional, que nunca me lo van a dar y no lo espero, pero es agradable tener un país donde uno sienta que si el día de mañana hay una catástrofe o si se pone demasiado desagradable te puedes ir. Lo que pasó con Perú fue muy sincero, muy raro. Fue el primer país que me leyó, el primer país al que di una entrevista, vino un peruano en bus a Santiago y me entrevistó para un diario y ahí empezó. No fue un país que yo traté de conquistar o un país que traté de seducir. Ellos se acercaron a mí y de nuevo se acercan a mí, y yo me siento súper ligado, y ellos después quisieron hacer una película basada en un libro mío (Tinta Roja) y ahora yo quiero filmar ahí. Además, mi escritor favorito latinoamericano es Mario Vargas Llosa.
Esta entrevista se nos alargó. Hablamos por Skype prácticamente una hora, la que se pasó volando. En un principio la idea era sólo hablar sobre Música Campesina, pero la conversa se nos alargó. El primer libro que leí sin que me obligaran fue Mala Onda, a los 17. Estaba entre los libros de mi tío y no pude dejarlo hasta el final. En los libros del colegio nadie hablaba de masturbarse, ni de cocaína. Ni siquiera hablaban de nosotros. Un libro era algo lejano, de otra época, de realidades paralelas, casi. Hace un tiempo, alguien que conoció a Fuguet cuando joven me dijo que Fuguet lo había leído todo. Quizás no todo de forma literal, pero sabe de todas las corrientes literarias y no le hace asco a ningún tipo de libros. Él siempre te dirá que sabe mucho menos de lo que realmente sabe. Así es él.
Leer.
Acabo de leer un libro, que me pareció entrañable, que se llama “Hermano ciervo”, de Juan Pablo Roncone. Me pareció precioso. Me pareció un libro de cuentos que se puede unir como novela. Es un libro que uno piensa “este libro se podría filmar”.
Ser Fan.
Me parece que una de las cosas claves en un escritor y en un cineasta, o en lo que yo soy (la palabra todavía no existe, supongo que tú la vas a inventar y después yo la podré usar. Narrador me parece un poco fome, pero supongo que soy un narrador). Creo que es clave y es menester, y es algo muy muy importante, tener curiosidad y ser fan. Como dice Mike Patton, “yo antes que músico soy fan, y si yo soy lo que soy es porque primero soy fan, si yo creo que soy el único huevón que vale la pena en La Tierra; mal”.
Autores chilenos nuevos.
De los escritores nuevos chilenos, trato de leerlos. Es interesante saber lo que se está haciendo, tampoco es una obligación. No creo en eso de pensar que lo último bueno que ha salido en Chile ha sido Donoso o, peor: yo. Pero los he leído a todos. Me encanta Zambra, tanto así que yo quería filmar Bonsái, pero Zambra no me dejó. Con esa película tengo mucha curiosidad y le he deseado toda la suerte a Cristián Jiménez, pero reconozco mi pica de que me hubiera gustado filmarla. Ahora, como ocurre en el mundo, como ocurre en el teatro y en la música, el día de mañana a lo mejor se podría volver a filmar.
Me gusta Diego Zúñiga, me gusta Antonio Díaz Oliva. Pienso que alguien bien jugada y que tenemos hartas cosas en común es María José Viera-Gallo. Yo presenté Memory Hotel, que es un libro que tiene muchos puntos en contacto con Música Campesina, o sea sobre chilenos en el extranjero. Y no chilenos exiliados, sino que chilenos loosers, hipsters, que creen que porque viven en Nueva York van a ser cool, y se dan cuenta que son unos loosers mucho peores de los que se quedaron acá. Y ahora me conmovió el libro de Roncone, para qué te voy a mentir. Y siento que tenemos cosas en común. Son personajes que los puedo entender y me caen bien.
¿En la Feria del Libro vas a estar o no te interesa?
No me interesa, pero voy a estar. Es como el mall: no me interesa pero hay que ir. Estás obligado, la editorial se la juega y además se hizo una edición muy bonita, muy cool, muy de colección de Mala Onda y la vamos a presentar ahí. Porque Mala Onda cumple veinte años, entonces van a hacer un libro tapa dura, un Mala Onda para aquellos que ya lo han leído. Dicen que están haciendo un documental, y lo vamos a leer, vamos a hablar de la génesis del libro.
El otro día estaba en la Feria permanente del libro usado, de Manuel Montt, y encontré una copia de La azarosa y sobreexpuesta vida de Enrique Alekán, libro que denuestas.
No lo denuesto tanto. Lo encuentro feo. Y, además, lo que a mí me molesta –y me doy cuenta que es parte de mi personalidad-, y que me pasa incluso con Se Arrienda, es que cuando uno no se siente dueño del lugar, de la obra entera en todos los ángulos, se producen roces. Por ejemplo, a mí no me gusta el afiche de Se Arrienda, no me gustó la gala de lanzamiento de Se Arrienda. Reconozco que fue buena, porque fue mucha gente, pero yo no la hubiera hecho así. En cambio en Música Campesina yo me siento tranquilo y cómodo con cómo está funcionando. Y lo que ocurrió con Enrique Alekán es que se vendió en las bombas de bencina, tenía dibujos. Pero ahora te cuento un adelanto, va a salir durante el 2012, a través de la Universidad Diego Portales, una edición más seria. Sin dibujos y que se pueda leer más literariamente, más que como fenómeno pop. En ese momento Alekán era muy grande, me caía mal, porque era más famoso que yo. No eran celos de fama que me asustaran, sentía que ¿por qué todos querían a Alekán y no me querían a mí?, cuando a mí Alekán me parecía un poco huevón.
Esto ya te lo han preguntado, pero lo hago otra vez: ¿De McOndo sacarás una re-edición?
No, nunca. Lo que sí estoy dispuesto, porque ya está en la red, es que en una próxima re-edición de Primera Parte agregar el famoso prólogo. Primero, me parece divertido que no todos los libros puedan aparecer. Ahora, con internet igual van a estar. Es un libro que me trajo harto dolor, entonces me da lata recordar el dolor. Si bien, después me dio muchos más beneficios, pero yo soy del tipo de personas que recuerda más el dolor que el cariño. Es verdad que ahora Missing es un libro súper aplaudido, dicen que es un libro como McOndo, pero el 96 a mí me dieron como caja, sobretodo en el extranjero más que acá en Chile. O sea, trataron al libro de fascista, de imperialista. Tampoco el libro me gusta demasiado. El cuento mío lo rehíce y está en otro libro, se transformó en Road Story y muchos autores que eran parte del libro nos les gusta tampoco. Para mí, no sé si fue doloroso, pero fue decepcionante el que gente que yo sentía más cercana se enojaron conmigo porque leyeron el prólogo y ellos sentían que no estaban de acuerdo con esa ideología, porque les daba mucho miedo insultar al maestro García Márquez. En cambio sí, un tipo que apenas conocía, que conocía sólo por internet, ahora es mi mejor amigo escritor, que es Edmundo Paz Soldán.
La obra literaria de Fuguet cuenta con una gran cantidad de reediciones. Mala Onda y Sobredosis son libros obligatorios en la enseñanza media chilena (algo impensado para mí y mi educación católica de hace 10 años). Si los devedés y los discos incluyen extras ¿por qué no incluir un bonus track a una nueva edición de Mala Onda?
Yo no creo mucho en los extras. En ese sentido soy súper anti Fresán. No es que sea anti Fresán, pero creo que con los libros se han cometido excesos en la medida que la tecnología lo permitió. Yo mismo me he quedado pegado viendo los making of y no viendo la película, y creo que eso no puede ser. Creo que algunas cosas hay que mantenerlas en el misterio y creo que los libros y las películas tienen algo de ser postales del momento que tú lo hiciste, como las fotos. Creo que si tú tenías mal acné, y un peinado horroroso, no sabías vestirte a los 20 años, y te gustaba Abba, tienes que hacerte cargo de eso. Si en tu primer libro hay algo de eso, tienes que asumirlo. Como la primera película de Woody Allen eran puros chistes tontos. De hecho, te puedo adelantar que en Mala Onda 20 años, tiene 3 palabras menos. O sea, no tiene bonus, tiene palabras menos, que no te voy a decir cuáles son y tampoco nadie se va a dar cuenta. Y sacamos errores de puntuación y de comas porque ese libro tuvo un parto bastante duro y después nunca realmente se corrigió, entonces se limpió bien todo lo que es gramática y ortografía y motes y aproveché de sacar tres o cuatro palabras. Y logré tratar de meter lo que no me dejaron meter en su momento, pero que no eran palabras o párrafos. A mí me gusta escribir mucho con puntos aparte, y el editor en ese momento me decía que no, que no se podía escribir así y que aumentaba la cantidad de hojas. Y yo ahora escribo como me dé la puta gana, pero claro, en esa época me daba miedo y no me atrevía a contestarle a mi editor. Hoy tengo un agente que me defiende. TZ
Felicitaciones. Harta info.
Hace tiempo que sigo a Fuguet, admiro mucho su trabajo, de hecho tengo casi toda su obra, pero si hay algo que me molesta, es esa repulsion que le causa ir a las ferias del libro, firmar sus obras o las presentaciones de sus peliculas. Si no te gusta todo eso, tonces como vendes tu producto?… Ni Vargas LLosa se queja… no te creas Rockstar, que para eso te falta y mucho