"DICEN que finjo o miento todo lo que escribo. No. Yo simplemente siento con la imaginación. No uso el corazón” decía el poeta portugués Fernando Pessoa respecto a su prosa en uno de sus poemas, el que termina así: ”¿Sentir? ¡Que sienta quién lee!”. Si bien escribir reseñas implica asumir un rol con pretensiones de objetividad en algún grado –distanciándose radicalmente de la poesía y, por tanto, haciendo aplicable quizás de manera más fácil, la tesis del poeta en este género-, lo cierto es que, al tratarse de The Strokes, no puedo asumir la propuesta de Pessoa con facilidad. Un espacio no menor en la formación de mi sentido musical es ocupado por esta banda neoyorkina, a quienes he seguido durante diez largos años (desde el lanzamiento del aclamado Is This It en el 2001).
Por Diego Salinas F
The Strokes son importantes no sólo porque hayan marcado el inicio de la década en el rock, determinando directrices en cuanto a composición y estilo que muchas otras bandas seguirían, incluso hasta hoy; sino también porque reivindican una estética que para muchos, ya parecía extinguida con la debacle plástica de los 80’, y luego, con la aparición del fenómeno drásticamente opuesto del grunge durante los 90’. Justo cuando comenzábamos el siglo y parecía que el movimiento de los sintetizadores era inminente e insoslayable, aparecen en los canales de música unos tipos con el pelo sucio, tocando en un show de televisión de muy bajo presupuesto y con una calidad de imagen que hacía creer a cualquiera que era un video viejo de los setenta.
Sin embargo, lo más característico de Last nite no era la estética del video en sí, sino que esa voz grave y sucia que parecía a primera vista, a la de un imitador de Frank Zappa, con un distorsionador implantado en sus cuerdas vocales, pronunciando cada palabra con una absoluta indiferencia. Luego, estaban las guitarras. Fue impresionante escuchar dos líneas totalmente distintas, distinguible cada una por sí sola, y a la vez perfectamente complementarias. Era estar escuchando dos discursos en forma paralela y entender ambos a la vez. Los Strokes venían a desempolvar los descubrimientos que el rock hizo durante los 60’ y los 70’ con este par de elementos, lo cual me hizo pensar que no todo estaba perdido y que a estos tipos de New York valía la pena escuchar.
Es por esto que las especulaciones respecto a lo que Angles significa -o puede significar- no me son indiferentes en absoluto. Ya el título del disco (“ángulos”), según algunos pesimistas, es bastante sugerente y podría anunciar el término de la banda, pues aludiría a un trabajo proveniente de cinco perspectivas inconexas entre sí. Albert Hammond Jr. (guitarrista) declaró para la edición norteamericana de la Rolling Stone, lo siguiente: ”Es como el disco suena, viene de cinco personas distintas”. Hammond destaca el hecho de que al parecer, este es el primer álbum que fue elaborado sobre la base de la participación igualitaria y el trabajo colectivo, pues señala que los cinco strokes cumplieron un rol activo en la génesis del mismo. En tanto Nick Valensi (guitarrista) agrega: “Este es el primer disco en que el trabajo es verdaderamente democrático. Tomó un tiempo porque este es un nuevo modelo para nosotros”. Al parecer, son declaraciones que constatan el intento de la banda por tener una modalidad más saludable de trabajo y claro, no repetir los errores del pasado. Entonces, ¿por qué esos abundantes murmullos en Internet y en otros medios que anuncian el término de la banda?
Angles es un disco difícil por muchas razones. Una de ellas es que gran parte del trabajo se hizo en el estudio sin la presencia de Julian Casablancas, voz de la banda. Es difícil imaginar un proceso democrático de composición y arreglo de canciones sin la participación activa del vocalista. A esto se debieron las controversiales declaraciones de Valensi respecto al proceso de grabación: “Horrible. No haré el próximo disco de esta forma. Fue horrible, sólo horrible. Trabajar en forma fragmentaria, no tener a un vocalista ahí”. Más allá de las conclusiones objetivas que se puedan obtener de estas condiciones de trabajo poco felices, es desalentador imaginar a los Strokes trabajando en forma segregada, cada uno con una mitad de las neuronas en el estudio y con la otra en sus proyectos personales. Nuevamente, esta imagen apela a mi emotividad.
Siempre he admirado a los Strokes porque cada disco que escucho, me hace creer a ciegas que tienen una comunicación fluida y extrañamente sincera para nuestros tiempos. No se perciben intentos de imposición de carácter por ninguno de los cinco en ninguna canción. No son pretenciosos, pues ningún instrumento suena incómodo o fuera de lugar –aún cuando fuercen las estructuras típicas del rock que reivindican-. Al contrario, incluso la voz se encuentra en pie de igualdad con las guitarras (sobre todo en Is This It, donde Julian se escucha a ratos por debajo de ellas). Se observa un reconocimiento recíproco entre los cinco neoyorquinos, un respeto admirable por el espacio que el otro debe ocupar en la banda.
Una verdadera banda.
Existen eso sí, principalmente dos razones por las cuales las bandas suelen separarse. 1) El crecimiento incontrolado del ego de uno – o algunos- de los integrantes de la banda y 2) La pérdida de interés por el sonido común. En el primer caso, surge la creencia (errónea, la mayoría de las veces) de que es mejor el trabajo individual; en tanto en el segundo, los músicos dejan de reconocer, en el sonido de la banda, su propio sonido. Vale decir, les produce la sensación angustiante de que ese sonido colectivo no les pertenece, y en este caso por lo menos, las razones no son reprochables. El problema es que pareciera ser que los Strokes se encuentran justo al medio.
Angles es confuso. Hay temas brillantes y frescos que recuerdan a los Strokes del Room On Fire, como Machu Picchu, Under Cover Of Darkness, Taken For A Fool y Gratisfaction. Sin embargo, también se siente que en algunos temas se vieron forzados a recoger los pedazos del débil rompecabezas que fabricaron en los estudios Avatar de New York, para juntarlos luego en el estudio de Hammond. Esa incomodidad se percibe latente porque el disco no cuadra como una obra redonda, ya que los cinco ángulos que lo componen, son de distinto grado.
Para los que detestan la idea de ver a los Strokes separados, los que creemos que las bandas sin una mastermind son excepcionales y, por lo mismo, admirables, conviene quedarse con las siguientes palabras de Valensi, quien parece ser el que mejor entiende y valora el extraño fenómeno que constituyen los Strokes: “Esta banda es como un castillo de cartas –si una se cae, todo se desmorona-. Es la típica situación de mierda de una banda de rock: el cliché que impide que un grupo de personas que tienen algo especial pueda seguir con eso”.
Los Strokes saben que hicieron un buen disco, pero también saben que pueden hacer uno mucho mejor. En el último caso, si mis intuiciones son erróneas y, en definitiva, son sólo cinco tipos autointeresados; entonces por lo menos es seguro que la ambición podrá más y que volverán al estudio para entregarnos algo digno del reconocimiento que han recibido. Y así cerrarle la boca a quienes piensan que ahora sólo vivirán del pasado. Radiohead no ha vuelto a hacer un Ok Computer, de eso no cabe duda, porque ya lo superaron y ahora son una de las mejores bandas de rock del mundo con vida. Confiemos entonces que the Strokes superen Is This It y Room On Fire, volviendo a ofrecernos esa sinceridad musical que les concedió el título de, como se dijo alguna vez en la BBC, “los salvadores del rock”.
Buenisima la columna! describe a la perfección lo que me pasa cuando pienso en lo que generó la salida de Angles y y en el hecho de que se empezara a hablar de una supuesta separación… llevo la mitad de mi vida escuchandolos, me da muchisima pena escuchar los rumores de un eventual quiebre entre ellos porque cada uno está pensando en sus propios proyectos… y también considero que es tiempo de que algunos superen el hecho de que ellos dejaron a tras el Is this it.
Es simplemente genial escuchar (leer) a alguien que opine bien del Angles y que espere más aún. Supongo que es lo que nos pasó a la mayoría de los fans que decidimos escuchar el disco una segunda vez antes de empezar a hablar mal de los cambios que la banda hizo. Concuerdo plenamente en que Is this it y Room on fire no se harán de nuevo, pero tengo exactamente la misma esperanza de escuchar que están trabajando en algo mejor. Mis aplausos al columnista c:
Espero por el bien de la musica y por el bien mio que los strokes harán lo que dices en la columna, trabajar mas duro y hacer un disco mejor porque ellos tienen la calidad para hacerlo, y de paso tapar muchas bocas…no me muero sin verlos en vivo!! saludos
Estoy de acuerdo. Sin embargo, no puedo dejar de tener esperanzas. Confío en que en un próximo trabajo abrirán (ahora sí) una ventana hacia una nueva era The Strokes, reivindicándose de cuatro años de ocio que no supieron dirigir hacia la banda, en que no se aguantaron las ganas de lanzarse en proyectos solistas (hammond, julian, nicgolai y moretti con proyectos personales, nick, al parecer se convirtió en el más objetivo).
Confío en ellos por la buena onda que tenían en el trabajo conjunto de sus primeros discos (q aquí se describe). Quizá lo logren pensando que son otra banda, distinta, dejándose llevar por las ganas de hacerlo más que copypasteando sus fijaciones, descubrimientos personales en un collage que no funciona.
sebafredes