El término no es nuevo. Y más antiguo aún es el fenómeno que representa. ¿Cómo no pensar que Adán enfrentó un tremendo conflicto de intereses cuando fue tentado por la serpiente? Sucumbió, y el castigo por ese pecado original aún se mantiene. Con el paso del tiempo, la sociedad parece haberse puesto más permisiva. Hoy, los conflictos de intereses se han integrado a la flora y fauna social. Son casi un elemento decorativo de esta civilización globalizada en que la virtualidad enmaraña todo.
Por Wilson Tapia Villalobos
Lo más curioso del fenómeno es que su magnitud es tal que, cuando se denuncia, el medio o el personaje que lo hace, casi con certeza está incurriendo en la misma falta. Como es una situación muy frecuente, en estos días hemos tenido varios ejemplos. Sergio Nuño fue obligado a terminar su relación con Televisión Nacional (TVN), que ya tenía más de treinta años. El creador de “La tierra en que vivimos” vio concluido su contrato por “conflicto de intereses”. A juicio de TVN, había incurrido en tal falta al hacer un video para Celulosa Arauco (Celco). Tal documental sería utilizado para sustentar la defensa en un caso judicial que enfrenta la empresa. Ésta es acusada de haber causado la muerte de los cisnes de cuello negro que habitaban un humedal en el río Cruces. En su trabajo, el documentalista sostiene que las aves murieron de hambre y no como consecuencia de contaminación provocada por Celco. Una contradicción flagrante con los argumentos esgrimidos por instituciones ambientalistas. Entidades y ONG que tuvieron, por años, a Nuño como su adalid.
Independiente de la falta en que podría haber caído el documentalista, quien se erige en su censor, TVN, a diario comete trasgresiones similares. Como televisora estatal, se supone que debería al menos darle un barniz cultural a su programación. Tal cosa no ocurre. Para comprobarlo basta con ver los programas juveniles. En ellos, se recurre a la destreza física, en el mejor de los casos. O, lisa y llanamente, a la vulgaridad, a la violencia y a la degradación, como a menudo ocurre en los programas de competencias. Todo eso sin mencionar la erotización o la manera en que los noticieros buscan el morbo en las informaciones de violencia. Además, una pregunta que queda flotando: ¿TVN habría suspendido “La tierra en que vivimos” si su rating hubiera sido más elevado?
La desvinculación de Nuño fue destacada, por ejemplo, por el diario El Mercurio. Incluso, mereció mención en su primera página. El mensaje, pese al lenguaje objetivo del medio, era claro. El posible conflicto de intereses había sido castigado. Sin embargo, tres días más tarde el mismo periódico entregó la información sobre los indicadores sociales que incluye el reporte 2011 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). Allí se afirma que Chile es el país que presenta mayor desigualdad de ingresos entre sus 34 miembros. Además presenta la tercera peor tasa de pobreza relativa de la entidad, con un 18,9%. Y tal noticia es el apéndice -muy poco destacado- de una información mayor en que se señala que Argentina, Chile y Uruguay lideran el nivel del ingreso per cápita en la región. Se calcula que el país alcanzará un nivel de US$15.866, en 2011. La noticia proviene del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Juan Andrés Fontaine, Ministro de Economía
El conflicto de intereses del diario es evidente. Su línea editorial privilegia destacar los “buenos” resultados del sistema económico al que Chile se encuentra adscrito. En ello están los avisadores y sostenedores del medio. Y las cifras de la OCDE deben ser tratadas como un tema menor. No puede excluirse, pero no hay por qué darle importancia desmedida. Un semi ocultamiento que permitirá evitar que muchos lectores se pregunten por la equidad del crecimiento. El per cápita de US$15.866, evidentemente no llegará al 18,9% de pobres y, con certeza, se distribuirá muy desigualmente entre el 81% restante de la población.
Ese mismo día se conoció otra noticia que apunta hacia el conflicto de intereses. El ministro de economía, Juan Andrés Fontaine, explicaba que el gobierno restaba su apoyo al proyecto que establece el etiquetado de alimentos. Con ello se pretende mejorar la alimentación de los chilenos, en que el 23% de los niños de 6 años ya tiene problemas de obesidad. La administración Piñera planteó como una de sus metas la alimentación sana. Y había asegurado el respaldo a la iniciativa. Sin embargo, la postura del ministro fue categórica: el proyecto podía afectar la competitividad y el empleo. En otras palabras, el lobby de las grandes empresas del rubro alimentos, encabezadas por la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) había hecho valer sus intereses. Y éstos se habían impuesto a los de la población, por los que el gobierno debía velar.
La mirada somera de esta nota incluye sólo la realidad de tres días. Tres días cualesquiera. Y basta para dar una visión de los efectos que tienen los conflictos de intereses. Sobre todo, cuando la opinión pública puede ser manipulada sin ningún contrapeso.