El Cisne Negro que Darren Aronofsky engendró al mundo, trae de vuelta no sólo su renovado estilo de grandes y macabros primerísimos primeros planos; también la oscura y demencial forma para contar una historia plagada de misterios. Lo que la transforma en una de sus más complejas películas de su carrera, junto con Pi Fe en el caos, su opera prima.
Crear un nuevo órgano en el cuerpo
Por Mauricio Aravena Z
¿Qué será más doloroso, una jeringa clavada en el brazo o una pluma saliendo por la espalda? El vuelco es absoluto luego de 10 años para Darren Aronofsky (Réquiem por un sueño), quien deja a Nina Sayers – interpretada por la metódica Natalie Portman- mirarse al espejo para apreciar su inevitable revolución, que a lo largo del “Cisne Negro” (2010) está siempre a punto de explotar. Pensar, por lo tanto, que el reflejo de un mundo paralelo tocase nuestra aburrida realidad, no parece una idea tan poco probable cuando se hace a través del terror y el dolor. Las lesiones normales que sufre una bailarina de ballet para Sayer, son míminas a las exigencias que le imponen: la interpretación debe ser “viceral y real”, tal como lo quiere Tomas (Vicent Cassel) dueño de la compañía a la cual pertenece Nina, al inicio de la temporada anunciando que se inaugurará con El lago de los cisnes.
Gracias al esfuerzo y el sacrificio por ser técnicamente la mejor, Natalie Portman traza lo que las grandes actrices logran hacer, interpretando su papel a cabalidad, bailando en cada una de las escenas y abriendo los ojos junto con su personaje; quien se da cuenta de la prisión que vive siendo lo que su frustrada madre, Erika Sayers (Barbara Hershey), nunca pudo ser. Acorralada en un departamento con poca luz del sol, debe entregarlo todo, ser perfecta y sangrar si es necesario. Para ello cuenta con su cisne negro particular: Lily (Mila Kunis) que bajo la maquillada sombra de sus ojos y el tatuaje que cicatriza su espalda, incentiva a Nina por vivir, lanzarse al vacío sin una colchoneta que la amortigüe y sacar, lo que Aronofsky perdió por un momento con “La fuente de la vida” (2006), su más sórdido lado oscuro. Sólo así Sayers podrá obtener las herramientas para interpretar su papel.
El foco del director nuevamente es una adicción, pero al trabajo duro, a la apatía natural por ser el mejor. No existe ninguna escena en que uno como espectador o sus protagonistas la pasen bien. No es un inicio con un final abrupto, evitable. Al contrario, es una cuenta regresiva de 108 minutos. Tampoco es una infección que hace perder un brazo o una reivindicación como lo fue tanto para Aronofsky y Mickey Rourke el “El luchador”. Pesan ahora las horas de sacrificio por sobre el hecho de caer y tocar fondo, lo que da como resultado una de las mejores, si no la mejor película del 2010. Y eso se logra gracias a la proyección del terror sin medida alguna, que traspasa la realidad cómoda de la butaca. Más si ahora se cambian las drogas y el ring, por un tutú.
Para ser Nina quien realmente desea ser, debe masturbarse un par de veces y luchar con sus temores a sangre fría -con una lima para uñas en su mano que perfectamente puede servir de puñal- antes de recibir el aplauso de una multitud que la verá, si las cosas fluyen como deben, transformarse en su personaje. Debe romper con sus esquemas morales y cumplir con la destacada misión de sacrificar más de lo que tiene para generar un nuevo órgano en su cuerpo, una extensión. Sólo así podrá vivir la metamorfosis de una bailarina con buena técnica, a una artista de verdad. Darren Aronofsky nos propone, en su mejor película, que el dolor de las plumas al brotar desde el cuerpo de Sayers, es por lejos mayor al de cualquier pinchazo de una jeringa llena de heroína.
El Cisne Negro
Estreno: 27 de enero 2011
Me encanta la redacción.
ME ENCANTO!
ami me gusto mucho la peli esepto por lo de las lesbis
y esta RESEÑA ES MUCHO MEJOR VEA