Las editoriales trabajan año a año para sacar libros con tapas más lindas, hojas más finas y elegantes y, de paso, quitarnos las ganas de leer un buen texto por sus precios asquerosamente elevados. Menos mal que tenemos los libros del Perro Negro.
Por Karina Valenzuela
En la esquina de José Miguel Infante con Los Jesuitas está el bar Rapa Nui. Algunos dicen que es “La Piojera” de Providencia, pero ese detalle importa poco. Lo que sí es relevante, es que desde un tiempo a esta parte un mundo literario se está incubando, si no refugiando, de la moda de los best Sellers y las promociones de tres libros por $9.990. Lecturas acompañadas de cervezas heladas parece ser un buen panorama.
El jueves pasado, en un ambiente casi familiar, Libros del Perro Negro llevó a dos escritores extranjeros para presentar sus libros. Santiago Llach –poeta y editor argentino- y José Molina -mexicano- estuvieron presentes para leer pasajes de sus nuevas obras: "Muchacha Kirchnerista + Poemas Municipales” y "Rápeme" + Juno Desierta", respectivamente.
Todo se llevó a cabo como en el living de algún amigo común entre todos los que fuimos, dejando de lado la pesadez de la típica presentación de libros, la seriedad innecesaria que acompañan estas ocasiones, haciéndonos entrar de manera más profunda a los versos. Estábamos todos sentados cerca; podíamos ver y escuchar cuando dejaban en la mesa de al lado la botella de cerveza, pero aún así no había incomodidad. La presentación estuvo a cargo de Elías Hienam, más un par de canciones que se tocaron entre las lecturas de cada autor y las acotaciones de un tipo que se emocionó.
Ver en la mesa a ambos autores resultaba interesante. Santiago –a quién sabemos lo mueve la política- jugó el rol de personaje carismático, mientras que José era el misterioso; Santiago lucha contra la solemnidad en un poeta, mientras que José pareciera quererla. Cuando el argentino leyó “muchacha kirschnerista”, poema que da el nombre al libro y concretiza en unos cuántos párrafos la corriente (interesante cambio entre literatura peronista y literatura kirchnerista, dirán) de los Kirchner, la euforia se apoderó de sus gestos, pero no de su voz. Y está bien. Es como un código que existe cuando se lee poesía. Por otro lado, cuando Molina leyó “Rápame” –título en directa relación con Kurt Cobain, tal como expresó -, hubo algo así como una pasión controlada. Dos polos sobre la mesa, donde Elías jugaba a ser el péndulo. Un plus, superficial pero plus, fue la ausencia de los típicos rostros que van por la pura publicidad y los fotógrafos molestosos.
Respondieron preguntas, leyeron pasajes, tomaron cerveza y aún así quedó gusto a poco. Si usted se lo perdió, este jueves se repite la hazaña en Balmaceda 1215.