Karina Valenzuela escuchó y reseñó Los días santos, el último disco de Leo Quinteros. Continuaba entonces la entrevista; pero algo pasó entre la conversación original y la que publicamos ahora. Por accidente Quinteros, eliminó la grabación y no hubo forma de recuperarla. Hasta ahora que como pocas veces, queda al descubierto el real músico detrás de abogado: con intenciones territoriales sobre Santiago y componiendo canciones que se disfrutan arriba de un escenario.
Por Karina Valenzuela
En el Kali de Providencia, que según Leo Quinteros funciona desde los ’50, nos sentamos. Él se pide una cerveza y yo agradezco en lo profundo que no sea de esos entrevistados lateros que piden cafecito cuando afuera hacen 30° de calor. Tiene un lunar de carne pequeñito en el cuello, en el lado derecho, y un par de ojeras que se pronuncian sutilmente como soldados de alguna batalla. Fuma bastante, aunque sabe y me comenta, que lo ideal es no hacerlo. Bromeo que según yo, los cantantes debieran casi ni hablar, y él se ríe confirmando que en realidad, antes de un show ojalá no lo hicieran porque sería una ridiculez tremenda. Yo miro el cenicero y le creo que no se lo tomé en serio.
Leo Quinteros es alto y flaco. Lo sé, no es gran novedad, pero aún así su presencia no es reveladora. No me mal entienda, no digo que el tipo ni se vea, pero irradia cierta melancolía que confirma cada vez que, entre preguntas, se queda pensativo mirando hacia abajo, con un cigarro en una mano y la otra en la cabeza. Le pregunto cómo se define y me dice, con una sonrisa gigante, “hermoso y noble”.
Su carrera musical la empezó con Leo is dead, de manera solista. No es que ninguno haya querido trabajar con él, pero simplemente, sus ideas de cómo hacer música no concordaban con los que pululaban en la escena. Se armó de un computador y empezó a cantar. Abogado de profesión, aunque crean lo contrario, sí ejerció –y de hecho todavía a veces hace algunos trabajos por allí-, sintió la necesidad de hacer música. Dos carreras completamente distintas: una cuadrada, estructurada; mientras que la otra nos suena a desenfreno de emociones. No tiene explicación exacta de por qué decidió entrar a este negocio y masculla que “fue la vida”.
Mientras la gente pasa afuera y el calor no piensa bajar, le pregunto a Leo lo primero que se me ocurre sobre cualquier músico: ¿Qué instrumento aprendiste a tocar primero? ¿Cuál fue la primera canción? El hombre se ríe. Me dice: “era como cuática. En ese tiempo había leído a Zurita y eso de yo pienso en el gusano, entonces la canción tenía que ver con eso. De hecho, creo que se llamaba así”.
En la mayoría de las reseñas sobre tus discos se acentúa la carga sentimental de tus canciones. ¿Sobre qué versan tus temas? Por ejemplo, del disco Fallando, la canción Invisibilidad de qué trata.
Las canciones son sobre uno y hacen juego con el exterior, nada más. En el tiempo en que hice Invisibilidad había arrendado un departamento y estaba haciendo unos pitutos como abogado, entonces iba de la oficina al depto. No sé, tenía la nostalgia de hacer algo que no sabía bien qué era. Refleja un sentimiento, el ser invisible. Yo creo que le toca a mucha gente.
Los accidentes del futuro nació entre las calles de Providencia y Los días santos en Ñuñoa, ¿cómo te afecta el entorno en el proceso de creación?
Es random. Ahora vivo en Ñuñoa pero el disco se grabó más que nada en La Reina y se compone en un momento en que andaba en Santiago Centro también. Recorría tres comunas, por lo mismo el disco es súper santiaguino. Lo que pasa es que yo veo Santiago de dos maneras: una es la ciudad, la capital de Chile, capital latinoamericana, la cual ofrece un carácter, un Santiago habitado pero no documentalmente. Me lo imagino como algo bonito, incluso glamoroso; la otra es el Santiago con un carácter occidental. No es un disco folclorista, sino que recibe todas las influencias que recibo viviendo acá. Tiene que ver más con externalidades que con mis raíces.
En los dos primeros discos, los títulos hacen referencias a vicios, Bailar y fumar, Fumadores, Tráfico. En cambio, los discos siguientes son títulos más abstractos, etéreos como Mis propios papeles o Cajita. ¿Cuál es la dinámica al momento de titular una canción?
Me invento trampas para ponerme en distintas situaciones y ver con qué salgo. A veces parte por el título, como Fumadores: estoy en el aeropuerto de Buenos Aires y de repente está la zona de fumadores, con un letrero y hueones apiñados en una zona demarcada por una línea, muy absurdo. Aunque no sé si elegí bien los títulos. De repente los he puesto por razones ajenas a la canción y completan un conjunto. No me arrepiento de ninguno. Hay uno que me gusta harto que creo que nunca nadie lo ha pescado: Posiciones de resguardo. Creo que es bacán. Venía en el avión y abro el panfleto donde sale lo que tienes que hacer cuando el avión se incendia y salían ahí las posiciones de resguardo.
Leo es un cantautor, pero generalmente esa definición tiene toda una carga histórica asociada al movimiento de izquierda que él rechaza. La asume, así como también dice que ha corrido mucha agua bajo el puente. No se ahoga en esa definición, sino que dice que su trabajo se debe sólo a una búsqueda musical.
¿Qué importancia tiene la imagen para un cantautor como tú? Sin sonar artificial, ¿a qué se debe el cambio de look? ¿Cómo nace la portada de Los días santos?.
Es un proceso natural que pasa por lo que estoy haciendo, por los gustos. Con Los días santos quería colores, una foto frontal. Antes, todos los discos eran parecidos con el fondo blanco y muy plano. La foto del último la sacó Alejandro Gatta. Si te fijas, atrás hay una pared metálica porque yo quería acción, como cuando estoy tocando. Entonces estuve haciendo así –Leo empieza a gesticular, pone cara de movimiento y hace la pantomima de una flexión-. Teníamos la idea de color –naranjo y celeste- y fue una propuesta del disco. Lo hicimos primero con Cheerleader y funcionó. Igual en el cedé hay imágenes que no hay en versión digital: una es del mar y la otra es de Santiago de noche, bien anaranjada.
¿Y de dónde tomaste la inspiración para “Los días Santos”?
No hay un lugar concreto. Empieza con la idea de hacer un disco distinto. Había grabado quince canciones con Felipe y Cristian en demo. Cuando llegó Chongo (Cristian Sotomayor) hicimos ejercicios rítmicos sobre los cuales construí las canciones buscando una historia. La mayoría de las letras salieron al final. Cantaba ahí mismo.
¿Y qué sentido tiene el tracklist?
Hubo varios otros órdenes alternativos. El orden es así porque es un disco corto, una unidad sólida para hacer algo, volver y listo. Cuenta una historia. Suena súper cliché pero la canción pasa a través tuyo y dejas que pase. Es un ejercicio automático controlado, ensayo y error, amasar sin saber mucho qué estaba haciendo –gesticula con las manos-. La gracia está en darme cuenta cuándo está el orden perfecto.
Hubo varios otros órdenes alternativos. El orden es así porque es un disco corto, una unidad sólida para hacer algo, volver y listo. Cuenta una historia. Suena súper cliché pero la canción pasa a través tuyo y dejas que pase. Es un ejercicio automático controlado, ensayo y error, amasar sin saber mucho qué estaba haciendo –gesticula con las manos-. La gracia está en darme cuenta cuándo está el orden perfecto.
Todos te conocíamos como solista, bien indie, pero ahora estás trabajando junto a The Santiago Wonders ¿Cómo llegaste a trabajar con ellos? ¿A qué se debe el cambio de apuesta en escena?
Sí, estoy con Felipe Cadenasso -Matorral-, Cristián Espiñeira -Yeti-, Giovanni Colecchio -ex Silvestre-, Antonio del Favero y Valentín Trujillo. También han entrado y salido músicos de la escena independiente: Álvaro Gómez, la Berni –Bernardita Martínez-, Alejandro Gatta, Felipe Granza, Gonzalo Planet. Cuando tuve este disco quise una banda, pero antes eran todos súper libres. Ahora yo quiero algo concreto y tocar y usar los discos casi que de partitura. Felipe ya estaba, Antonio luego mezcló el disco, Cristian me ayudó en los demos. Mis canciones les gustan a los músicos y les dan ganas de tocarlas –ríe-.
¿Por qué en tu último trabajo decidiste trabajar no sólo con guitarras más afiladas, sino que incluir sintetizadores, shakes, y varios efectos en guitarra?
Me sentí redundante porque todo lo que hago tiene algo de mí. Cristian mira las cosas de otra esquina y me aporta. Se castigó mucho el disco hasta que tocarámos algo que me gustara. Las canciones van pidiendo eso. Felipe hizo casi todas las guitarras. En ese tiempo estaba viendo Twin Pics y usé los teclados de falling, huevié arriba de un ritmo, todo bien espacial, buscando una sensación.
En esa misma tónica se mueven los discos de Quinteros. Siempre es una búsqueda personal y musical la que hace nacer una nueva canción. Pero para él, a diferencia de lo que pensamos muchos, Los días santos no es un disco fuera de lugar, no es un salto al vacío en su línea, sino que siente que volvió a estructuras como la de Fallando. Las letras, que siempre parecieran perfectamente pensadas para atacar hasta la coraza más firme, son sorpresa incluso para Leo. “(La creación de la letra) depende de la canción, de la época. Los accidentes del futuro y Ahora estaban escritos enteros. El 1A es más como éste: primero una hueá estética y después la letra. Algunas parten por título, otras por ritmo, otras de una patá”.
Los detalles de tus discos anteriores -pianos o conjuntos de cuerdas- le daban un aire infantil y melancólico a tus discos. Ahora, si bien mantienes la melancolía, es más dura, ¿por qué este cambio?
El disco es duro por algo medio bipolar, algo como “no quiero lo anterior” –lo dice esbozando una sonrisa media infantil-. Tuve una búsqueda y aproveché al Cristian que toca de manera súper sólida. Van aprendiendo todo el rato, dirigiendo la frecuencia de la guitarra. Este es el primer disco que tiene una estética general; en cambio Los accidentes del futuro es un popurrí. A éste es una cosa le das play en cualquier parte del disco y tiene el mismo color.
O sea, es casi inconsciente…
Fui queriendo ser otras cosas. No lo veo tan lejano tampoco. Volví a algo súper natural, música pop rock. Quería un disco energético, que me pusiera en otra situación. No más lo del cantautor. Todas las canciones que tocamos me gustan, soy autor y soy intérprete también. A veces más intérprete y el autor más al origen. Me gusta mucho la pega de intérprete, canto ene canciones que no son mías en mi casa. La otra vez grabé New York, New York y me emocionó. Me gustan las canciones antiguas y clásicas. Me gusta investigar cómo están hechas. Tampoco encajo en un estilo de música, se hacen las cosas en la medida en que se pueden hacer.
Cuando le pregunto “¿Existiría Leo Quinteros si a nadie le gustase?”, el tipo me lanza, después de apagar otro cigarro, un monólogo interesante y una mirada algo melancólica. “Sería más privado el asunto. Hay una retroalimentación. Yo me dedico al asunto porque sé que algo pasa; como que me metí a algo público pero mi proceso corre paralelo. Los días santos aparece y la gente lo escucha, pero yo ya pasé por los días santos. Compatibilizar lo que muestro con mantener vivo el proceso, No me puedo plantear en términos de complacencia. Ese elemento, que es súper sutil, es lo que me diferencia de algo que uno puede considerar rock o no. Hay una convicción detrás y que no puede estar en juego qué piensan de mi”.
Háblame de Cheerleader, el primer single del disco. ¿Qué representa ese estereotipo o símbolo?
Es una frase de la tele. Agarré una serie donde había un grupo de tipos que tenían que salvar el mundo y habían unos salvando a una cheerleader. No sé, la cheerleader tiene algo. Tenía una idea de una cheerleader militar… fui recibiendo pedazos de puzzle. Me gustaba como single porque es una canción donde logré ciertas cosas que son fundacionales para el disco, como cantar sin un papel, acomodar las guitarras de Felipe a una voz que no existía todavía. Con ella armé las demás. Por otro lado, me llama la atención de la figura femenina ultra feminizada haciendo churra a alguien que hace algo rudo. En la foto se me ocurrió darle otra lectura más profunda, bordear la línea erótica o algo sexy, que detrás de la cheer está esa promesa. Después usamos la referencia de Sticky Fingers –álbum de The Rollings Stones-. Me acordé de la carátula y en efecto, es otra versión de él. Elegimos la foto más molestosa que le pudimos sacar a la niña. Funciona por un conjunto de sensaciones más que por un conjunto de algo intelectual.
¿Con cuál artista identificas cada una de tus dos etapas musicales?
En la primera con mucha música electrónica, digital. Por el entorno en que estaba con harto samplers, mucho Beatles, rock latino y Lou Reed. Ahora es más Elvis, más Bowie.
¿Con qué banda estás pegado ahora, qué disco te suena en la cabeza?
Estoy pegado con el single de She & Him –In the sun-. Lo encontré satánicamente bueno. No tenía idea de que existían. Vi una película y vi a la loca y caché que tenía un grupo y lo encontré taquilla. También escucho harto a Coltraine, no sé por qué me dio por escucharlo.
¿Qué opinas del nuevo escenario de música chilena? ¿El renacimiento de Alex con Odisea, La Reina Morsa, Emile Dubois?
¿El escenario dónde está? –dice mientras ríe-. Yo veo que está súper sano el asunto. Bandas se están atreviendo a probar y ver dónde les acomoda. Hay un upgrade heavy. Lo que está pasando hacía adelante es mucho mejor que la música popular de los 80’ y 90’, menos ingenua, más jugada. Hay un discurso más artístico. La música no es puro ritmo. La otra vez vi a Bender y me gustó. Ahora hay estilos distintos, no es como “puta qué lata”. Hay un buen nivel, Perrosky, soy su fan número uno, encuentro que es muy real. En los 80’ nadie sabía tocar; los discos suenan feos, la hueá es penca. En los 90’ hubo grandes bandas pero también habían muchas bandas porque era un boom súper de la industria. El de ahora –no sé si boom- no nace por EMI; viene de las grabaciones caseras, más por las ganas de hacer música.
¿Y qué se viene ahora?
El disco empezó a sonar en la radio con Cheerleader. Toqué el disco antes –era algo que quería hacer porque siempre me encontraba en la situación que lo tocaba al principio y era ajeno-. Tenemos fecha de aquí a fin de año en que vamos a estar presentándolo, pero no tengo un plan para conquistar el planeta. Quiero seguir componiendo porque eso es lo que me mantiene vivo, la situación. Hay mucho tiempo que se gasta en editar. Me gustaría editar más y más rápido. El modelo de estudio de ahora es un hueveo, onda, hacerlo, tocar, imprimirlo. Quiero poner esfuerzo en la música porque lo otro siempre está pasando, es tu día a día.
puta que buena la entrevista. de verdad.
había leido la crítica al disco de Leo hecha por la misma periodista… así dá gusto leer críticas… bien informadas…
que se yo… hay tanta mierda en los blogs… tanta gente que no sabe escribir… y tanta complacencia entre los "pro"… super, Karina, gracias y continúa!!!… Porfavor!
F.