Llueve en Valdivia, lo que sucede a cada rato y en cualquier época del año. En la Plaza de Armas un techo hace de paraguas a un grupo de personas que se distinguen por cierto histrionismo y porque del cuello les cuelga una credencial azul. Desde el jueves he visto símiles merodear por aquí y por allá, en las calles, cafés y bares de esta ciudad. Los he escuchado conversar de cine. Juzgo: son Santiaguinos que matan el tiempo en el día de cierre del Festival Internacional de Cine de Valdivia (FICV). De a poco se han ido y las calles vuelven a quedar como antes. Esta pequeña urbe despide a directores, cinéfilos y por su puesto, películas de todo tipo y de todos lados. Aquí, nuestra experiencia.
Por Sebastián Fredes
Afuera del Teatro Cervantes, en el primer día del FICV, esperaba comprar mi credencial: una tarjeta con mi foto que hacía de pase para cualquier función. En la fila, algunos asistentes examinaban sus programas cual extensos: “con más de cien estrenos nacionales e internacionales”, como ahí se señala. Los más fanáticos, en cambio, habían comprado una guía con fotos de cada película e información acorde. Un material completo.

Al día siguiente vi otra digna de mención: El Ilusionista de Sylvain Chomet. Una larguísima fila la esperaba, “raro en una película de animación”, pensé, sobre todo si tomamos en cuenta que la sala se llenó hasta el último puesto. Lo malo fue que cuando entré no había butaca vacía y tuve que verla desde la escalera, en lo que sería el primero de varios errores de organización. ¿La película? Bastante realista para ser de monos, lo que se aplaude.
Por su parte Cold Weather de Aaron Katz me dejó boquiabierto. Es la historia de un tipo que trata de resolver con cierta ingenuidad el misterioso desaparecimiento de su ex. Transcurre en el frío invierno de Portland y es de una particular estética gris e intimista. Un imperdible del cine independiente gringo.
La única película chilena a la que fui es una que había ganado el premio Work In progress en el FICV del año pasado y obtenido el quinto lugar en el reciente Sanfic. Se trata de Metro Cuadrado de Nayra Llic, que a través de una notable fotografía, impactó con la historia de una pareja recién formada que se acomoda en su nuevo departamento, donde la mujer esconde su dolor por perder terreno en la relación. Detrás, claramente hay muchas otras cosas que se esconden, lo que provoca en la película una incertidumbre que se vuelve atractiva. Buenísima.
Llegaron los últimos días del festival, tiempo en el que un par de errores de organización achacaron la onda. Entrando a la función de Cien niños esperando un tren de Ignacio Aguero me dicen que las copias no llegaron. Darían, en cambio, El Charles Bronson Chileno. Pienso que fue una lástima: había escuchado buenas referencias de este documental nacional sobre un grupo de niños que aprenden cine.
Con Mitómana pasó algo similar: las copias llegaron malas a la sala de la Universidad Austral. Qué lata.
Termina esta experiencia en el Festival Internacional de Cine de Valdivia, mientras sigue lloviendo constantemente, y aun hay transeúntes FICV, con su credencial azul colgada al cuello que de apoco se van y, después de revolver a esta ciudad, la dejan tal cual como estaba: tranquila.
Trailer El ilusionista