Por: Alex Zurita.
Estamos en agosto, el mes más frío, en teoría, del año. Hay veces en es tan intenso que ni la más abrigadora de las chaquetas ni el más grueso de los calcetines los pueden aplacar. Los cambios repentinos de temperatura le han jugado una mala pasada a más de alguno, estando siempre resfriados. Es en estos casos donde pasamos más horas disfrutando de nuestra cama, ojala con escaldasono (qué palabra más fea), o esa frazada eléctrica con que se calienta la cama. ¿Lo mejor en los tiempos de enfermedad? Un buen libro. Pero no cualquiera. Dejemos las novelas de amor para la primavera y las novelas mágicas para el verano, donde uno tiene tiempo libre para soñar.
“Espía de Dios”, de Juan Gómez Jurado, es de esos libros voraces que luego de las primeras 15 páginas te sumerge y no lo puedes soltar más. Tampoco digamos que es una obra maestra ni una “Rayuela” de Cortázar, pero es capaz de entretenerte lo suficiente como para paliar esa fome licencia de tres días en cama. Por lo menos la hará más amena.
Paola Dicanti es un
a sicóloga-detective italiana que investiga los homicidios de tres obispos postulantes a ser Sumo Pontífice, en 2005, luego de la muerte de Juan Pablo II. El asesino está, aparentemente, estrechamente vinculado con la Iglesia Católica. A la inmensa astucia del sicario se suman las trabas que ponen los servicios de seguridad del Vaticano (Corpo di Vigilanza del Vaticano), quienes dificultan la labor policial de la protagonista.

El thriller, aparte de reunir los más morbosos condimentos (sangre, sexo, Iglesia y pederastia), contiene una cuota de veracidad en sus hechos. Eso sí, la autenticidad de la historia se da en la medida en que el lector la admita. Tampoco cae en el juego de “El Código Da Vinci”, de Dan Brown, pero sí podría decir que, como novela, es igual de interesante.
Como dije, no es una obra maestra, pero de que entretiene, entretiene. Tal vez algunos pueden catalogarla como basura, en caso de ser así, es de la buena. Ahora, a terminar agosto con “Espía de Dios”.