Juan Carlos Fau, el pelao de la librería

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Nos gusta entrevistar. El año pasado conversamos con los personajes más relevantes de la literatura nacional, incluyendo a periodistas y artistas muy diversos como Pablo Lobato y Gepe. Algunas inevitablemente quedaron en el tintero pero la mayoría fueron leídas por ustedes. Este año seguimos en la misma línea, ya publicamos la de Cristian Jiménez, director de Bonsái y Max Vivar, vocalista de Villa Cariño pero  desde ahora, contamos con una profesional qué se dedicará a este rol: Leyla Hales. Bienvenida a Pointzine. Y su primer personaje fue uno que teníamos en pauta desde hace tiempo. Por fin, acá va.

Por Leyla Hales

Juan Carlos Fau nunca quiso tener una librería.

Creció leyendo libros de autoayuda que su mamá compraba y dejaba en cualquier parte de la casa. Marcela Serrano y otros Best Sellers se encontraban desde el velador hasta en el baño. Fau se reía de su mamá pero ella lo mandaba a la cresta: “Yo leo lo que quiero”.

Frase que quizás tiene mucho que ver con lo que él piensa de la lectura hasta hoy. Cada uno lee lo que quiere, lo que le sirve. No aboga por los autores cabezones, premios nacionales de literatura y Nobel. No le gusta que le digan que es un aporte a la cultura, lo de él es vender libros y que sus clientes lo pasen bien y sigan leyendo. Algo más bien extraño en un país donde leer a Isabel Allende es casi considerado un pecado mortal.

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Cuando chico era desordenado, jugaba a la pelota pero no era bueno y tenía una obsesión con las palabras. Si un compañero se equivocaba en decir algo lo buleaba. Era su mecanismo de defensa. Su rollo era el buen uso del lenguaje.

El primer libro que le voló la cabeza fue La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson, a los 12 años. Un niño y su madre, un marinero ciego y un cofre fueron la excusa perfecta para evadirse de la realidad. “Se te borra el paisaje y quedas tú solo con el libro. Esa sensación era adictiva y ahí empiezas a encerrarte en los libros y eso habla de tus carencias en algún minuto en la vida. Los libros sirven para llenar los espacios de soledad”, piensa el periodista de la UNIAAC.

Después vino Mala Onda, de Alberto Fuguet y El guardián en el Centeno de J.D. Salinger. Tenía 16 años y sentía que había pasado a otra liga. Se dio cuenta que junto a sus amigos lectores podían formar una especie de comunidad con códigos propios y chistes internos. Así como en la Isla del tesoro, tenían algo valioso que no todos tenían. Los libros eran su vía de escape durante su adolescencia.

Cuando terminó periodismo, tenía 22 años, un trabajo en la radio nacional con turnos de mierda que, además, odiaba, y una señora que mantener. Tenía claro que en la radio no iba a seguir, que la plata era un tema y no iba a pedirle a sus viejos. Iba a hacer como los hombrecitos de antes, aperrar sin llorar y trabajar en lo que le pagaran mejor.

Se acuerda que vio dos anuncios en el diario, uno era de LAN y otro de La Feria Chilena del Libro. Las opciones eran claras: viajar y que su matrimonio-probablemente- se fuera a la mierda o trabajar en una librería que le parecía casi la pega perfecta porque iba a poder leer todo lo que quisiera y más encima iba a recibir un sueldo todos los meses. A las dos semanas en la librería se dio cuenta que iba a ser difícil moverse de ahí. Terminó trabajando seis años en el mismo lugar.

-Todos pensaban lo mismo. Si en esta hueá pagaran el doble sería el trabajo perfecto. Empezai a conocer gente, además, te proveen de más libros, te encontrai con viejos bacanes de 60 años que son huraños, unas bestias que no hablan con nadie y sí contigo porque pueden hablar de libros.

Durante ese tiempo habló con todos los viejos huraños y se dedicó a sacarle toda la información que necesitaba. Nuevos libros, nuevos autores, nuevos mundos. Más evasión.

Hasta el día de hoy no sabe cómo terminó con una librería. Y no una cualquiera. La Qué Leo tiene onda, es todo lo que no son las otras librerías, y se ríe de todos las convenciones de las grandes cadenas. Comprar en la Que Leo es cool, conversar con Fau es algo que le cuentas a tus amigos y las bolsas con el logo-que muchos confunden con la famosa imagen de La Naranja Mecánica-probablemente te cuesta botarlas. Pero lo del logo es otra historia.

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Extrañamente Fau no es el único pelado de la tienda, por eso también es conocida como la librería de los pelados. Ahí se siente protegido, en su ambiente por eso pasa mucho tiempo ahí y la abre y cierra todos los días. Siente que los libros son el refugio que necesita. Un remedio para la soledad. “Meterte en un buena historia te saca de donde estás y es como una cápsula del tiempo”. Su relación con los libros siempre han tenido que ver con la soledad y la evasión de la realidad. Es como una adicción. La mejor droga para alguien que no le gusta estar solo, son los libros.

“Como llegué a esta parte del camino es algo que me intriga, porque todos los hueones que conozco que trabajan en esto tiene un antecedente genético. Su abuelo, su tío o su primo tuvieron librerías o eran escritores. He tratado de indagar en tres generaciones para atrás y no he encontrado nada. Es algo que no lo logro descubrir todavía. Yo creo que fue el azar”.

El Muro

El día de la entrevista es el día del libro y la Qué Leo tiene 30% de descuento, además de una cerveza Heineken de regalo a sus compradores. Fieles a la 1ª regla de la librería, todos te saludan y nadie te pregunta qué estás buscando. A menos que estés buscando al dueño.

¿Cómo se te ocurrió poner una librería?

Llevaba 6 años trabajando en la librería y ya había aprendido todo lo que tenía que aprender. Me di cuenta que faltaban muchas cosas, que la gente no tenía puta idea de lo que quería y había un paso previo que no existía que era la información. Entonces me di cuenta que cuando empiezas a recomendar a orientar y cambiar los gustos de tus clientes tienes el poder. Y ese poder se lo estás entregando a un empleador, entonces piensas entre ganarme 10 puedo ganarme yo los 20 si hago mi propio negocio. Ahí me cae la teja.

¿Cómo fueron los comienzos de Qué Leo?

Necesitaba saber cuánta plata necesitaba eso fue lo primero. Hice cagar tres tarjetas de crédito, le pedí un palo a mi cuñado y estamos. Al año las pude pagar pero al principio pensaba qué estoy haciendo. Me acuerdo que esperaba que mi señora se quedara dormida, miraba el techo y pensaba cómo lo hago. Y llegaba al otro día desesperado y trataba de vender, vender, vender.

Empezó solo, después tuvo un socio cuando la librería creció y pensaron en abrir más sucursales, pero ahí llegó el cuestionamiento. ¿Quería tener una cadena de librerías y convertirse en el jefe que tuvo durante años que no tenía idea de los libros? No. Así terminó la sociedad.

Durante ese tiempo iba a las bodegas proveedoras y compraba los libros que estaban liquidando a luca. Eran catálogos de las editoriales Six Barral y Minotauro que los vendedores no cachaban entonces tampoco sabía cómo venderlos y los devolvían. Ganaba 300 lucas en un día y con eso partía a comprar más. Jonathan Franzen fue uno de los escritores que rescato de la pila de libros que nadie conocía.

“17 años atrás en Chile nadie sabía quien era, haberlo puesto y que la gente supiera de él, es muy reconfortante”.

Así empezó a crecer y el local se les hizo chico para los autores desconocidos y los no tanto.

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¿Cuando te diste cuenta que la librería estaba despegando?

Donde estábamos antes (calle Las urbinas) al lado había una tienda de ropa que se desocupó y lo arrendé, de nuevo arriesgando todo. Entonces la idea era botar el muro el sábado y el lunes puedo seguir funcionando normalmente. Tenía 6 horas para botar un muro que tiene 4 mts de alto y 50 cms de grosor, con plazos que yo no cachaba que eran absurdos. Era como realismo mágico. Lo hice con el cuidador de autos y un conocido de él que tenía una máquina.

Le dijeron que estaba loco, que botar un muro lo hacía una empresa, que podía pasar a llevar un cable, una cañería. Podía dejar la tremenda cagada. Ahora lo piensa y dice qué hueones más imbéciles. Él, no la persona que le dijo que eso no se podía hacer. También se le viene a la cabeza que eran unos de una inocencia tal que pensaban que podía botar el muro y al mismo tiempo seguir vendiendo libros.

“Estábamos botando el muro y la gente quería comprar libros así que pasábamos de un lado al otro, nos sacudíamos el polvo y seguíamos vendiendo. Me acuerdo de la escena, eso de estar con tierra en todas partes y vender libros. Era como un hueón de la construcción que te empezara a recomendar a Carver”.

Porque Fau todo lo puede relacionar con algún libro o autor.

“Botar un muro significó crecer, era loco, pero había que hacerlo”

Eso fue en el 2003. Nunca ha celebrado un aniversario de la librería ni piensan hacerlo.

¿Cómo se te ocurrió usar ese Logo para la librería?

Mucha gente cree que es el logo de La Naranja Mecánica y es Reneé Magritte (pintor surrealista belga). Lo que hace Kubrick es sacarle la manzana y queda ciego. Pero después lo toma más literal y lo deja tuerto. Como Alex en la película. Magritte usa ese mismo personaje, (el hombre del traje con el sombrero de copas) lo pone en diferentes escenarios, por ejemplo en el campo y junta la elegancia con su otro objeto que es una manzana.

Entonces le da una sensación inquietante, así como, por qué tiene esta elegancia y tiene esta manzana. Y todo eso para mí son los libros. No tienen paisaje, no tienen geografía. Y esa es la otra obsesión cuál puta es tu realidad: Ninguna, tú decídelo. Y ese es el espíritu de la librería. Eso somos nosotros.

¿Y cómo es ese espíritu de la librería?

Con el logo es mucho más fácil explicar todo. Es como elegante, pero en verdad es mentira. Adentro la música la escuchamos fuerte, los vendedores son demasiado vulgares, hacemos chistes demasiado cochinos y nos escondemos. Estamos todo el día fondeados y siempre allá atrás.

¿Cómo se diferencian de las otras librerías?

No tenemos nada que ver con la cultura. Cada vez que nos ponen en ese ámbito me pongo incómodo, nosotros no somos un gran aporte a la cultura. No gracias, no somos eso. Nosotros vendemos libros y eso. Estamos mucho más vinculados con lo entretenido, con la diversión que nos produce que con el aporte. Nos importa que lo pases bien. Si con un libro sales mejor, sales peor, sales más deprimido, sales feliz, está bien. Que bueno que te haya pasado eso, lo más importante es que sigas leyendo.

También se diferencian de las otras por los descuentos que hacen principalmente para hueviar a las otras librerías, que creen que no se puede. Incluso algunas llaman a los proveedores para acusarlos. Aparte de creer que están locos no pueden hacer nada más. Y eso les causa gracia.

Los libros Qué leo

Fau ama la ficción, pero también lee ensayos y otras cosas. Pero no cambia nada por una buena novela, “una buena novela es la madre de todo”. A veces se pega una semana con un libro y lo recomienda hasta que se cansa y así va convirtiendo a los lectores. (Es cosa de ver el twitter y el facebook para enterarse de qué va “formas de volver a casa de Alejandro  Zambra).

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En general, ¿la gente llega con una idea clara de lo que quiere o le gusta que le recomienden libros?

La mayoría llegan pidiendo que le recomiendes algo. Frente a la pregunta miserable del vendedor: ¿“te puedo ayudar”?, que debe ser de las preguntas más absurdas que existen y está prohibida en mi librería, lo mejor es saludar y esperar que él te oriente. Así parte una conversación y te puede contar que se va de viaje y quiere algo de acción, ahí le preguntas qué ha leído y así ya tienes pistas de lo que puede andar buscando.

¿Piensas que en algún momento todos van a tener un Kindle y no van a preferir leer un libro en papel?

Yo tengo el Kindle pero creo que los lectores más radicales siempre van a preferir leer en papel y yo también lo prefiero, pero si hay libros que no van a llegar y lo quiero leer lo uso. Es como con las películas, si se que se van a demorar en llegar y la quiero ver ahora la veo en Internet. Creo que el futuro es más impreciso, los libros que van a quedar son los bien escritos, bien editados, los perfectos, esos van a permanecer. Pero igual la cosa va para allá.

En noviembre del año pasado a Fau se le ocurrió rescatar todos los libros que dejaban pasar las grandes editoriales porque no eran proyectos comerciales y publicarlos. Para eso buscó su propio dream team. Andrea Palet-la editora ultra bacán, y Piedad Rivadeneira, la diseñadora igual de bacán, en palabras de Fau.

Traducido al español: Andrea Palet, periodista, ex editora Ediciones B y directora del magíster en edición UDP, y Piedad Rivadeneira, diseñadora gráfica, ex directora de arte de la revista Fibra y fundadora de la Agencia Felicidad.

“Fue como, ¿hagamos libros? Total no es tanta plata. Pero que sean libros ricos, que no pasen piola”. Así nació la editorial.

¿Qué características tiene la editorial Los Libros Que Leo?

Decidimos que vamos publicar libros que es urgente que se publiquen y todos los que nos gusten. Ni siquiera sabemos si son los libros que se van a vender más, pero eso queremos. Ya editamos uno que se llama Chilean Way de Neil Davison y Chilenos Todos de Jorge Nuñez, y ahora vienen dos más.

Una de las dos o tres máximas que nos propusimos fue no vamos a tener autores divos ni sobajear a un escritor, que es más el karma de la Andrea. Si encontramos algo bueno lo publicamos. Pero no vamos a levantar personas, no vamos a ir a buscar a Simonetti para que publique con nosotros.

Nosotros optamos por los libros no por el homenaje.

Librería Que Leo:

-Av. Providencia 2102,

esquina Las Urbinas

– Vitacura 3817

1 COMENTARIO

  1. JUAN CARLOS ES UN APORTE no solo trend-person, si no que siempre está preocupado de fomentar LA lectura y la CULTURA y apoyar iniciativas q nadie + apoyaría, verbigracia: MORTIS, RAPTADOS-COMICS. Felicitaciones para él y para staff QUE LEO.

  2. esto es mucho más "cultural"que muchas otras cosas que se hacen llamar (y la gente llama) "culturales". Me encantó el pelao buena onda!
    felicitaciones chiquillos de point!

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