No me interesa decirles cuántos libros tiene Zambra o dónde estudió porque eso gracias a Google lo sabrás en menos de cinco segundos. Lo que sí puedo contarles es que tiene dos gatas, que por alguna extraña razón no puede comer chocolate y que, gracias a eso, me dio un pastel que no se pudo comer. Que dice que quiere fumar menos, sin embargo en la mesa del comedor tiene tres ceniceros; también puedo decirles que ríe poco pero sonríe harto, que cuando habla se sumerge de la nada en su propio mundo dejando a los interlocutores en un abismo y que, además, él mismo me dijo –apenas comenzaba a interpelarlo- que esta entrevista no es necesaria. Y como sabemos que hacemos lo contrario a lo que nos dicen, usted debe leer esto.
Por Karina Valenzuela
¿Has leído todas las reseñas que te han hecho o en realidad no te importa?
Sí, las leo, las suelo leer.
¿Y te parecen adecuadas?
A veces sí, pero no me vuelvo loco leyéndolas.
¿Y alguna que te haya enojado? ¿Que te haya hecho decir “por qué se le ocurrió escribir esto de mi libro?
Sí, a veces sí, pero no me dura mucho. Es raro: cuando publicas un libro ya no piensas tanto en ese libro. Cuando lo estás escribiendo sí, cuando estás escribiendo estás muy metido en eso, entonces es súper importante el espacio de diálogo. Me sirve mucho dar a leer algunos fragmentos a amigos generosos. Sus opiniones me importan mucho. Después, cuando publicas el libro, por ejemplo das entrevistas, pero ya no te importa tanto. O sea, estás metido en otras cosas, te importan otras cosas.
Y cuando publicas un libro, ¿sientes que luego ya no es tuyo, que tiene vida propia?
Sí.
Y después ya te “marea” al final
O sea, te gusta, es parte de tu vida, pero creo que hay saber renunciar a libro. Creo que es una cosa muy insana prolongar demasiado la relación con el libro porque el libro ya fue. Para ti ya fue. De verdad que fue. Se da una especie de desfase.
¿Tienes algún público objetivo?
No, o sea, no sé. ¿Tú dices si escribo pensando en un público? No.
¿Pero sabes qué grupo de gente te lee o se fascina con tus libros?
No sé… Buenos amigos que no conozco, supongo. Otra cosa distinta a la que tú preguntas es que hay gente cuya opinión me resulta muy importante y en general es gente a la que suelo mostrarle las cosas mientras las escribo y después que pase lo que pase. Es lo que te decía antes: si publicaste ya pasó, pero el momento de escribir es un momento muy intransitivo, muy difícil de describir porque también tienes algunas intenciones, pero esas intenciones no siempre se confirman al momento de escribir; varías mucho los planes; te equivocas mucho y al final el libro que escribes se parece muy poco al libro que imaginaste al comienzo. Y eso es algo muy bello, me gusta mucho eso del proceso.
He leído muchas críticas sobre ti que resaltan lo simple de tu escritura. Por ejemplo, “Zambra tiene una pluma muy simple pero que, sin embargo, es mucho más rica”. ¿Cómo llegas a eso?
No tengo tan claro cómo escribo en el fondo, pero sí tengo claro cómo no, las cosas que no hago. En general, todo me resulta más fácil explicarlo por negación que por afirmación. De pronto como que encontré una cierta respiración, una respiración que tenía que ver con la manera de procesar las imágenes. O sea, que cada frase fuera una imagen, que en cada frase hubiera una imagen; que cada frase viniera de la siguiente, esas son cuestiones de estilo que a mí me resultan importantes, pero que también son importantes en la medida que a mí me resultan naturales. No tengo una idea cerrada de estilo, todo lo contrario. Disfruto mucho de estilos muy distintos del mío, digamos. Me gustan mucho algunos escritores que escriben de una manera totalmente distinta de como escribo yo.
Entonces, ¿nació de un proceso o son formas premeditadas?
Cuando uno empieza a escribir en general imita, entonces de pronto no me sentía cómodo y habían cosas que no me resultaban, pero de pronto habían cosas que sí me resultaban, que se adecuaban a una respiración, a una manera de entender la realidad. Y yo creo que esa manera tiene que ver con una cierta naturalidad, lo que no significa que sea un estilo espontáneo; hay mucho trabajo.
Me imagino que escribías desde siempre…
Sí, igual desde chico
Y entonces, ¿por qué publicar, por qué compartir ese mundo interior?
Pucha, la preguntita. Yo no sé muy bien por qué. Creo que había mucho de juego en el comienzo al escribir, como de experimentación, de impostura. Más que la sensación de que tuviera algo que comunicar, era simplemente una búsqueda bien asociada al juego. Y de pronto ya no era solo un juego sino también un hábito. Y por otra parte en algún momento sí apareció una necesidad de comunicar. Cuando yo estaba en la universidad, los primeros años, siempre escribía pero no pensaba en publicar; no me parecía necesario. Sí me gustaba mucho la literatura, estudiarla y leerla y me veía a mí mismo escribiendo sobre literatura o como profesor, pero de pronto sí sentí esa necesidad de mostrar y ahí publiqué. Y después ya es un vicio.
¿Y te sientes obligado a seguir haciéndolo, a publicar más?
No, no me siento obligado y creo que sería un gran error, sería la manera de desvirtuarlo todo. Sí es permanente el deseo de comunicar ciertas cosas, digamos. Ahora, es raro porque tampoco tengo tan claro las cosas que quiero comunicar. Incluso los discursos. En el fondo, ayer pensaba, a propósito de una pregunta también, cuando te refieres a un libro da la impresión de que todo fuera intencional y en verdad hay muchas cosas que no son intencionales cuando escribes. Cuando publiqué “Bonsái” me gustaba el libro pero no tenía un discurso sobre el libro. No sabía muy bien lo que había hecho, por decirlo así. Y de pronto en las entrevistas construí un discurso al respecto, como leyendo yo mismo lo que había hecho, forzándome a mirar con cierta distancia lo que había hecho (…) y es muy raro porque se supone que los discursos son previos, pero en verdad la literatura tiene es particularidad: los discursos no necesariamente son previos. Todo lo que tengo que decir está en el libro y si hablo sobre los libros lo hago también con cierto sentimiento medio culposo. Esta entrevista, por ejemplo, no es necesaria. La doy pero no es necesaria, no creo que le añada nada a los libros, no modifica nada y en el fondo me estoy comportando como un lector de mi propio libro. Si hay un discurso está en mis libros, no en lo que yo tenga que decir sobre ellos. E incluso me parece que tengo que ser cuidadoso en el sentido de no imponer lecturas, de no decir ‘esto significa tal cosa’ porque no soy yo quien debiera decidirlo. Los libros son objetos complejos, que están abiertos a multitud de lecturas, a muchas posibilidades.
O sea, para ti es más potente una reseña sobre tu libro que una entrevista respecto a él
Definitivamente sí. Pero no es nada personal…
Y la construcción de personajes, en ese sentido, entonces también es bastante libre
Es que en cada caso es distinto, pero sí a mí me gusta mucho una cierta improvisación guiada. O sea, una improvisación que seguramente obedece a ciertas constantes; no es un mero fluir de la conciencia, sino que tiene que ver con ciertas repeticiones, vicios, lugares, obsesiones. No sé muy bien en qué medida, pero hay improvisación y, por otro lado, hay patrones. Lo que quiero decir es que no planifico un personaje; simplemente escribo. Voy corrigiendo mientras escribo. No digo ‘ya, voy a crear un personaje que se llame así y tiene tantos años’, sino que lo creo y modifico sobre la marcha, dejando a veces unos detalles vacíos que luego voy rellenando. En general procedo mucho reescribiendo, como que voy avanzando por la frase. Nunca diseño una estructura o un personaje de antemano, no uso cuadro sinóptico ni nada por el estilo. Prefiero el ensayo error.
¿Por qué decidiste llevar ‘Bonsái’ al discurso visual? ¿Y por qué con Cristián Jiménez y no con Fuguet?
Yo no pensaba que la novela tuviera algo cinematográfico. Estoy en contra de la idea de que una novela es buena cuando es filmable. Me parece que es al revés: una novela es buena cuando no es filmable, cuando dice algo que sólo se puede decir a través de la literatura. A la vez, una película dice algo que sólo se puede decir a través del cine. No creo mucho en el argumento que en general es como el punto de unión que tienen la literatura y el cine. Sí había gente que me decía que la novela tenía una cierta cosa cinematográfica y yo lo tomaba como un insulto… Entonces cuando Jiménez, a quien yo no conocía, me pidió los derechos, primero le dije que no. Después insistió, le dije que me dejara ver su trabajo y me pasó su película ‘Ilusiones Ópticas’. Me gustó, mucho, y entendí un poco su mirada, entendí que no quería hacer algo comercial, banalizar el libro; y le pregunté si pensaba que la novela era cinematográfica y me contestó que en lo absoluto y que, justamente, por eso le interesaba hacerla de nuevo, trasladando algunas imágenes al cine. A él lo que le interesó no fue la historia, sino que trasladar algunas propuestas de la novela desde la literatura al cine. Y ahí como que me anduvo convenciendo.
¿Y la película completó el imaginario de ‘Bonsái’ o fue un discurso aparte?
O sea, se relacionan de una manera muy bella, creo yo. La película tiene muchas diferencias con el libro: la estructura temporal es completamente distinta, hay otros personajes, hay partes que en la novela están solamente insinuadas y que en la película son desarrolladas. Es lo mismo pero dicho de otra manera. Y la película tiene una velocidad que me gustó mucho: no es ni lenta ni rápida. Es muy bella visualmente, también. La actuación de Diego Noguera es increíble. Es muy difícil sostener la película sobre la base de una actuación y si bien todas las actuaciones son buenas, la de él es espectacular. La película y la novela son distintas pero yo sentí una gran familiaridad con ese mundo. Claro, todo es muy distinto a como yo lo imaginé. Hay una parte de la película que está ambientada en Santiago y en la película es en Valdivia. Tienen muchas diferencias pero muchas sintonías también.
¿Y esas modificaciones no te molestaron? O sea, lo de Valdivia es entendible porque Jiménez tiene como una obsesión con esa ciudad.
Es que eso es lo que me gustó, que se apropiaba la película. Es como una lectura de la novela y me pareció que allí había una armonía, que hizo algo súper honesto. Claro, también es raro porque es otro lenguaje. O sea, yo nunca he pensando seriamente en el cine como un lenguaje. Es una película delicada, minoritaria, de tono menor. Es mucho más larga que el libro, porque el libro dura 45 minutos y la película 90. Primera vez que la adaptación es más larga que el original.
Hay un imaginario en todas las reseñas sobre la película que dicen que Jiménez pudo desarrollar los silencios que tú dejaste en el libro. ¿Lo compartes?
Sí, pero es más complejo que eso porque también es una película silenciosa. Tal vez los multiplicó. Las primeras veces que yo me imaginé una película a partir de libro me imaginé una película muy mala, saturada de voces en off, dependiente del libro; él hizo una estructura completamente distinta, que se encuentra en muchos momentos con la novela. Yo leí más de una vez el guión -experiencia que fue muy distinta a ver la película- y me dí cuenta de más o menos los procedimientos que había llevado a cabo él con el libro y me pareció que, claro, evidentemente sacó todo lo que no le servía -que era bastante-, se quedó con muy poco y empezó a crear algo autónomo que, sin embargo, estaba en la órbita, en sintonía con el plan general de la novela. Igual, en todo caso, te imaginarás que yo soy el peor espectador de la película. Evidentemente la película me provocó muchísima resonancias, así que tampoco estoy tan capacitado para opinar con alguna objetividad, pero me gustó harto.
¿Y lo volverías a hacer con otra novela?
Depende. Nunca lo haría por plata. Tiene que haber un vínculo entre lenguajes, entre creaciones artísticas; tiene que servir de algo ese diálogo. Ahora, igual con respecto a las otras dos novelas me parece muy complicado. ‘La vida privada de los árboles’ es una novela puertas adentro y con muchos saltos al pasado; ‘Formas de volver a casa’ es una novela que tiene una parte muy referencial, que parece ser muy filmable pero otra que es completamente conjetural y que sería muy difícil de filmar. Pero en este caso (Bonsái) yo no hice nada. Me hice amigo de Cristián en el transcurso y cuando la película se filmó yo no estaba en Chile. Si hubiera estado seguramente habría ido a las filmaciones para hacer un poquito de turismo artístico –ríe-, pero no hice nada en relación a la película. En ese sentido fue muy cómodo.
¿Y cómo crees tú que fue recibida la película?
En Cannes fue muy bien recibida.
¿Y para ti eso fue gratificante o pensabas ‘no, esto no es logro mío porque es otra construcción’?
Todos los méritos son de Cristián y el equipo. Pero en Cannes yo estaba ahí con el grupo, o sea, con Cristián, con Diego Noguera, Bruno Bettati –productor-, Nathalia Galgani, Gabriela Arancibia, entonces claro, igual me sentí parte. Era gracioso, como una aventura. Escribí un texto sobre esa especie de Magical Mistery Tour. Era una sensación muy rara. Ser escritor es un trabajo súper solitario y durante ese tiempo me sentí parte de este grupo. Fue divertido, pero también abrumador. Yo prefiero la sencillez del papel y el lápiz.
¿Al momento de escribir tienes algún hábito o algo que te motive a hacerlo?
Uhm, sí, una serie de manías, pero no pienso confesártelas. Digamos que fumo y tomo café, pero lo digo solamente para parecer muy normal…
Tú escribes desde hace mucho tiempo, pero mediaticamente apareciste con “Bonsái”. ¿Sientes que el hecho de que te hayan catalogado como la ‘revelación del año’ o ‘mejor escritor del año’ te compromete a seguir en ese plano?
No, porque tampoco son cosas importantes. Uno puede desaparecer perfectamente. Ahora que salió la novela nueva decían “vuelve después de de cuatro años” y qué son cuatro años, en realidad. Podrían haber sido diez años o dos meses, no son significativos. Yo hago clases de literatura, a veces escribo en prensa y claro, me gustaría estar siempre leyendo y escribiendo pero también me gustan esos otros puntos de contacto con la literatura. No estoy en una carrera desesperada por llegar a ninguna parte, literariamente hablando. Si tratara de forzar las cosas para publicar cada cierto tiempo y estar siempre visible creo que sería la mejor manera de arruinarlo todo.
¿Cómo se explican los autores recurrentes en tus obras como Marcel Proust u obras como Madame Bovary? ¿Son autores que te marcan mucho o son referencias que a tu parecer le competen al personaje del libro?
A veces hablo de obras que son importantes para mí. Vitalmente, no en plan canónico. Como se relata en la novela, la primera vez que leí Madame Bovary me pareció una lata y luego se transformó en la novela que más me ha gustado y más veces he leído en mi vida. Todos los años la leo y descubro cosas nuevas y me gusta mucho.
O sea esa sería tu obra de cabecera…
No, son muchas, muchas. No puedo responder en serio esa pregunta. Una vez hicieron una encuesta en el diario El País y le preguntaban a la gente que dijera los diez libros más importantes en su vida, como lectores, y obviamente todo el mundo puso ‘El Quijote’ o cosas así. Yo puse diez libros de Perec, de Georges Perec, por jugar. O sea, me gusta mucho Perec pero era un juego. Alguna gente se enojó, pero era un juego, algo arbitrario. Claro, me gustan muchos libros y siempre se descubren nuevos. La literatura, en ese sentido, es una incesante fuente de descubrimiento.
¿Y para ti qué tan importante es la literatura como puente de conexión entre las personas? ¿Qué tanto sirve la literatura para construirse uno mismo y con otros?
Yo me pregunto eso y creo que es una pregunta que está en mis libros. Es difícil de responder porque creo que la literatura también es fuente en muchos espejismos. A veces confiamos demasiado en la ficción y sin embargo yo sí creo que la literatura, si sirve de algo, sirve para comunicar experiencias complejas, para registrar la real complejidad del mundo y reivindicar la belleza de esa complejidad; sirve para decir varias cosas a la vez, para no simplificar, para dar cuenta cabal de la experiencia.
En ese sentido, y sin desvalorizar otras artes, la literatura para ti es un discurso más válido que la música, por ejemplo.
Pucha, no sé. Para mí sí porque me dice más la literatura. Una cosa valiosa de ésta es que trabaja con los elementos más maleables y comunes, como son las palabras. Todos creemos ser especialistas en las palabras. El lenguaje está atado a lo referencial. La música tiene esa cosa maravillosa de liberarse de lo referencial; la literatura no, siempre está luchando con lo cotidiano. Lo que quiero decir es que todos creemos saber, o en algún momento de la vida hemos creído saber, expresar sentimientos o contar historias. Si la poesía expresa sentimientos y la novela cuenta historias, todos en alguna medida tenemos esas capacidades. En qué momento esas capacidades dan lugar a obras de arte, es una gran pregunta. La literatura es muy poderosa en ese sentido, justamente porque nace de una cierta fragilidad.
Otra valoración personal que me pasó con “Bonsái” y “Formas de volver a casa” es que siento una pérdida de conexión entre los personajes, ¿Tienes una constante sensación de pérdida que se plasma allí?
¿Esto es revista Caras?
No, Paula. Después viene tu color favorito.
Ah, entonces sí, me gusta la revista Paula. No, la verdad no me cuesta relacionarme con los demás. O me cuesta muy poco. Pero esa sensación de pérdida, como dices, creo que existe en la sociedad en general.
¿Lo dices por ‘los tiempos en que estamos’?
Actualmente, sí. ‘La vida privada de los árboles’ es una novela sobre eso, sobre la fragilidad de los vínculos, lo mucho que cuesta constituirlos. Por otra parte somos una generación para la cual el amor ya no debiera ser un tema; deberíamos estar todos muy seguros de que no existe y que no tiene sentido intentar construir familia. Eso es lo que ha demostrado la historia del mundo y sin embargo lo seguimos intentado. Sí me parece un tema relevante el amor. “Me interesa el amor”, ese debería ser tu titular –dice riendo-
Oye y en “Bonsái” el amor es como un bulto
Ellos quieren ser un bulto entre las sábanas. Es bonito eso. La imagen de los amantes moviéndose dentro de las sábanas. Haciendo algo, ¿no?
Obvio, jugando a las cartas en la oscuridad. Oye, ¿y estás haciendo algo ahora?
Estoy escribiendo cuentos y poemas, pero novelas todavía no.
Y ahora viene tu color favorito, de verdad
¿Mi color favorito? Me gusta el azul pero soy colocolino. Puedes ser colocolino y gustarte el azul
Contradicciones de la vida…
Ni siquiera es contradictorio. Para mí la U simplemente no existe.
Si fuese un animal, ¿cuál serías?
Un gato. Me parecen los seres más interesantes del mundo, lejos, sin duda
¿Y los seres humanos?
Son mucho más interesantes los gatos.
le copiaste la intro a la chanta de Leila Guerriero http://www.paula.cl/blog/entrevista/2009/11/27/dice-alejandro-zambra/ y luego ella se copio a si misma: http://www.elpais.com/articulo/portada/Alejandro_Zambra/Alejandro/Zambra/hombre/lee/elpepuculbab/20110528elpbabpor_10/Tes
Uncool.
¡Esa es mi mujer!
Muy interesante entrevista.
indibur.