No es un misterio que la institucionalidad democrática chilena aún está en rodaje. Largo rodaje, cierto. Y el período puede ser mucho más prolongado y, sobre todo, traumático. Como se ven las cosas, el optimismo no nos acompaña. Los administradores del sistema, los agentes políticos, parecen no haber tomado conciencia de los peligros. Se ven más cómodos disfrutando del poder, que midiendo las consecuencias de sus acciones. Y, sobre todo, que ellas vayan en beneficio del interés general.…no sólo de ellos o de sus grupos.
Por Wilson Tapia Villalobos
El presidente Sebastián Piñera se queja del obstruccionismo de la Concertación. Esa queja ya la escuchamos en el pasado. Y las críticas recaían en su grupo. El Jefe de Estado cuestiona ácidamente “el (mal) ejemplo de conducta cívica” que dieron diputados opositores. Fueron los que desplegaron un lienzo cuestionando el proyecto Hidroaysén, mientras él daba su cuenta ante el Congreso. Olvidó que el diputado Patricio Melero (UDI) hizo lo mismo. Claro, en ese entonces el presidente era Eduardo Frei Ruiz Tagle. Y como lema, la pancarta exigía libertad para el general Pinochet, preso en Inglaterra. También fue un “mal ejemplo de conducta cívica” que en esa misma ceremonia, los embajadores de España e Inglaterra recibieran abucheos. ¿De donde provenían las pifias? De la derecha. Y podríamos seguir con el “mal ejemplo” del alcalde de Providencia, el ex coronel de Ejército Cristián Labbé. Los camiones recolectores de basura dejaron sin ese servicio esencial a la embajada de España. ¿La razón? Pinochet detenido en Londres a requerimiento del juez español Baltasar Garzón.
Tiene razón el Presidente. Son malos ejemplos. No ayudan a la formación de una conciencia cívica democrática. Una conciencia constructiva. Que debe buscar puntos de encuentro para que, a pesar de las diferencias, entre todos se construya un país mejor. Pero para eso falta mucho. Porque la brecha no se acorta con imposturas. Con declaraciones, con gestos que no revelan el verdadero sentir. Y los políticos chilenos están más acostumbrados a la frase que pueda subir su nivel en las encuestas, que a decir la verdad. Creo que, en este sentido, el mejor camino para empujar a Chile por la senda correcta, es la sinceridad.
Pero eso está muy lejos del escenario político local. Y si no, pasemos revista a acciones recientes. Sólo recientes. La Secretaria General de Gobierno y vocera de la administración, Ena von Baer, maneja las comunicaciones de manera vitriólica. En eso puede ser comparada con el ex ministro Francisco Vidal, que desempeñó ese mismo papel durante los gobiernos de Ricardo Lagos y de Michelle Bachelet. Pareciera que el lenguaje urticante y la descalificación, son elementos esenciales de la comunicación estratégica en la época de virtualidad en que vivimos. También podemos recordar las intervenciones de la ministra Evelyn Matthei. Su odiosidad es proverbial. Tal vez comparable con la del actual presidente del Senado, Guido Girardi.
Pero esto es sólo parte del problema. Si uno se adentra un poco más en la madeja política, se encuentra con sorpresas desagradables. El “caso” Hidroaysén ha servido para alumbrar más de algún oscuro rincón de la política nacional. El Vicepresidente Ejecutivo de ese megaproyecto, Daniel Fernández , es un conspicuo militante del Partido Por la Democracia (PPD). Y fue el creador, junto a Guido Girardi, del Comité de Medio Ambiente de esa colectividad. Jorge Rosenblut, presidente de Endesa -junto a Colbún son propietarios de Hidroaysén- es otro encumbrado integrante del PPD. Igual militancia ostenta el ex ministro de Energía, Marcelo Tokman. Todos ellos son voces defensoras del hoy cuestionado mega proyecto. ¿Entre tanta “diversidad” se puede confiar en la condena de la Concertación? Evidentemente, no. El anatema en que han convertido a la hidroeléctrica es sólo una herramienta para tratar de dar vuelo a la alicaída coalición.
No se les puede creer. Como tampoco se puede creer en la solvencia ética del presidente Piñera para exigir respeto a la institucionalidad. Todos estos son ejemplos que no ayudan al desarrollo de la nación.
Igualmente, poco ayuda “la preocupación” por la violencia. El aumento de bullying en los colegios no es acaso el reflejo de lo que los niños ven a diario en la TV. Y no me refiero sólo a los extensos reportajes sobre crímenes, asaltos, ataques varios, corrupción. También aludo a las declaraciones políticas y a los programas de farándula.
¿Quién le pone coto a esos ejemplos? ¿Alguna autoridad ha sacado conclusiones de lo ocurrido con la hidroeléctrica Ralco ? A seis años de su puesta en marcha, 93 familias pehuenche perdieron lo poco que tenían, que era su identidad. Hoy, las mitigaciones de Endesa han terminado. La zona es la que tiene el mayor desempleo del país y una de las más pobres. Ni un solo pehuenche trabaja en la hidroeléctrica.
¿Le interesa a alguien el daño que puede hacer la frivolidad cuando ésta la realiza una autoridad ejerciendo su cargo? Parece que no. El ministro de Interior, Rodrigo Hinzpeter, sigue orondo en funciones. Fue él quien suspendió el uso de bombas lacrimógenas para reprimir manifestaciones. Se temía que el gas que emanan fuera abortivo. No pasó una semana y la autoridad cambió de parecer. Dijo estar avalado por sesudos estudios científicos.
Y después se extrañan que la gente tenga rabia. Que aumente la desesperanza, la delincuencia. Son los ejemplos que hacen daño.
keeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee no entendi
harto tonto pa no entender