Con Daniel Hidalgo nos juntamos en Baquedano, caminamos por Constitución hasta llegar a una pizzería. Le pregunto si estará en la Filsa, y me dice que no, que no lo han invitado. Es bajo, con cara entre joven y adulto. Tiene 28. Sus comentarios son claros y pareciera que al responder cada pregunta no tiene miedo al qué dirán. Sus respuestas son punk. Su último libro se llama Canciones Punk para Señoritas autodestructivas. Los cuentos ocurren en Valparaíso; en una ciudad porteña alternativa, pero real. Pedimos pizza, cervezas y empezamos a conversar.
Por Cristian Ortega Puppo
Acabo de terminar de leer su libro y tengo la cabeza llena de preguntas que me gustaría hacerle. Me gustó el tono y el paisaje que logra de una ciudad que todos conocemos. Valparaíso se huele distinto pero en nuestro interior sabemos que es el mismo. Eso preocupa. Quizás siempre estuvimos equivocados, quizás siempre hemos visto Valpo como turistas. Quiero saber cómo se le vienen las ideas a la cabeza. Quiero saber quién dice la verdad.
¿Cómo agarras la idea y la terminas haciendo un libro?
En el caso de este libro, es básicamente robar mucho. De múltiples formas. Hay mucho de música, por eso me interesa que hubiera un referente musical ahí. Trabajé mucho escuchando y analizando canciones para ver cómo se iban construyendo las historias, y descubriendo otras historias detrás de esas palabras también. El cine, también. El libro tiene mucha relación con películas y con obsesiones que yo tenía. Hay que gente que le molesta el nivel de cercanía que tiene uno de los cuentos con la película “La ciudad de Dios”. Y yo nunca he negado que esa película me gusta mucho, la he visto un montón de veces, la paso como profe en el colegio. Además soy un tipo que no se avergüenza de tomar un plano más cercano a lo documental y lo autobiográfico para poder producir. Hay muchas noches de rock acá. Me interesa mucho la figura del rockero mediocre que quiere tener una banda y que no lo logra, no logra hacer plata con esta cuestión y se queda ahí. Estancado.
¿Cómo llegaste a Daskapital, cuál, es el proceso de un escritor joven para publicar?
Le debo mucho a los blogs y a las redes sociales, porque me ayudo a llegar a cierta gente en Santiago que posteriormente tuvieron proyectos editoriales, como es el caso del Camilo Brodsky, al que conocí como bloguero y después descubrí que era poeta. Después descubrí que era el sobrino de Bertoni, por ejemplo. Él me pidió un libro, el que trabajamos en conjunto casi un año, y le gustó al final. Además, es un emprendimiento editorial súper pequeño. Una empresa familiar, casi. Entonces, él sí tuvo la garra, la fuerza de invertir en este libro de un tipo absolutamente anónimo acá en Santiago y anduvo bien.
El año 2007 recibió el Premio a la Creación Roberto Bolaño. Un premio que también ha distinguido a Diego Zúñiga, Cristóbal Carrasco, Romina Reyes y a Antonio Díaz Oliva. Reconocimiento que se ha convertido en uno de los más importantes de las letras jóvenes de nuestro país.
¿De qué forma crees que ha aportado el premio Roberto Bolaño a esta oleada de nuevos narradores chilenos?
Hasta hace poco pensaba que este premio estaba muy sobredimensionado. Porque me di cuenta que el premio no le importaba a nadie más allá de dos o tres amigos que después se lo ganaron concursando y concursando. Yo no creo que este premio marque pauta, sino que es tan poca la gente que está escribiendo, que no son más allá de seis o siete nombres que están empezando a escribir, que en realidad la instancia de poder ganarse ese premio, que es un premio fácil de ganar, fue aprovechada por éstos.
¿Es tu interés llegar a una editorial más grande, con mayor distribución?
Me siento muy cómodo trabajando con una editorial independiente. Y, de hecho, si hay posibilidades de salir fuera, ojalá sea con editoriales independientes. No me interesa, por lo menos ahora, trabajar con grandes editoriales. Porque he visto a amigos que están publicando en grandes editoriales y en realidad están abandonados ahí. Ganan lo mismo o menos que yo firmando por la editorial. En este momento creo que hay una jugada mucho más interesante en las editoriales independientes. Ahí se las están jugando todos. O sea, está su inversión ahí. No están trabajando como hongos alrededor de la venta de la Isabel Allende ni de Hernán Rivera Letelier, sino que están jugándosela toda con la venta de sus autores.
A propósito de Isabel Allende, ¿qué piensas de nuestra Premio Nacional?
A mí me encanta. No sé si daba para un Premio Nacional. O sea, no creo que algo dé para un Premio Nacional, porque creo que es un artilugio político. Es un premio político. Es una recompensa al mejor soldado cultural del gobierno. Pero con ella no tengo mayores problemas. Puedes odiar mucho a la Isabel Allende, pero ella se está leyendo, a diferencia tuya que nadie te lee.
En los libros de Hidalgo puedes encontrar un mix de autores y referentes de todo tipo. Desde Foster Wallace hasta Manuel Rojas. Desde Hemingway a Yeah Yeah Yeahs. Todos están metidos en la juguera. Aun así, la voz propia de este joven escritor está clara. Sabe lo que hace y los cuentos mantienen una tensa calma. Una calma que siempre termina por sorprendernos. El ritmo y el manejo que Daniel Hidalgo muestra en su prosa hace que este libro pareciera estar escrito por un experto.
¿Cuáles son los escritores que te han movido la teja?
Yo soy un agradecido de un profesor que me hizo leer a Manuel Rojas de muy chico, y Manuel Rojas a mí me voló la cabeza. El anarko punk de la literatura chilena más radical que hay, eso nadie en la actualidad ha podido revocarlo de ninguna forma. Me interesa no sólo cómo abordó lo marginal, sino cómo reconstruyó Valparaíso. O sea, ¿cómo narrar a Valparaíso después de Hijo de Ladrón?. A García Márquez también, que lo leí en la enseñanza media. Me fascinó Cien años de Soledad. Lo que me fascinó de Cien años de Soledad es que sentí que todo el tiempo que era un juego de rol. Bolaño, por supuesto, aunque no me gusta mucho hablar de Bolaño. Rodrigo Fresán también, quien me interesa como observador y documentalista de la cultura popular, principalmente de la cultura del rock. Yo creo que por ahí están los que me formaron con lector.
Existen nuevos autores que están haciendo ruido. Quizás no son muchos. ¿Cuál es tu relación con estos nuevos escritores?
Uno siempre se cuestiona si encuentras buenos a tus amigos porque son tus amigos o porque si son realmente talentosos. Y como yo vengo de provincia, me hice amigo de gente que encontraba talentosa, y he confirmado mi admiración a la vez que he formado una amistad con ellos. En el caso del Diego Zúñiga, del Antonio (Díaz Oliva), del J. P. Roncone, de Pablo Toro. Es feo que en las entrevistas nos estemos mencionando todos, pero creo que es una realidad. Y por favor, si aparecen otros autores, acérquense.
Además de escritor, Daniel es profesor de lenguaje. Hace clases en colegios y le ha tocado vivir en carne propia el conflicto de la educación que hoy vivimos. Hidalgo habla sobre el rol que debería cumplir un escritor.
“Tú tirái un comentario (en twitter) y te tiran mala onda para tratar de hacer un gallito intelectual que a mí no me interesa. Y, claro, la generación que está antes es súper peleadora. Y confunden mal el término de pelear. O sea, pelear no debería ser entre nosotros, sino que contra cosas más graves. Curiosamente los escritores están callados con el tema de la educación, siendo que para mí la literatura es crucial en el tema de la crisis educacional. La literatura ha sido sacada de los colegios, la idea de leer ha sido sacada de la sociedad actual. Yo no veo a nadie que esté opinando de eso”.
¿Qué estás leyendo ahora?
Terminé el libro de María Paz Rodríguez, El Gran Hotel. Me pareció un libro interesante, más allá de si yo hiciera ese tipo de literatura, una literatura más del corte experimental. Hay buenos chistes. Hay un par de episodios bien divertidos. Leí El Horror de Berkoff, de Francisco Ortega. Yo creo que es como Baradit, en el sentido de que están haciendo un canon aparte de todo lo que está pasando literariamente, y que no están ni ahí con el resto, lo cual uno lo agradece mucho como lector. O sea, Baradit está sacando un libro por año. Y ellos, probablemente, en las clases de la universidad no estén tomados en cuenta por ninguna parte. A diferencia de Zambra, por ejemplo, que está publicando bien, sacando libros buenos, pero ellos tienen una voluntad de rehacer el canon que lo veo en gente como Francisco Ortega o Jorge Baradit. O el mismo Álvaro Bisama. En realidad no están ni ahí con lo que está pasando alrededor. Eso me parece divertido, es interesante esa jugada.
Lo último: si tu libro es tan punk, ¿por qué la foto de la contratapa es tan pop?
Aparte la foto como que se pixeló, no sé qué le pasó.
Y además con mochila.
Y estoy con patillas y pelo largo. Lo de la mochila fue muy raro porque ese día hice un pituto, me tocó entrevistar a Ataque 77, para Paniko, y también la entrevista fue con mochila. Y un amigo grabó la entrevista. Después me decía “¿pero cómo un entrevistador va a estar con mochila?”. No me saqué nunca la mochila. Me cuesta sacarme la mochila.