Ficción: Esto no es fácil

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Esto no es
un cuento, ni un comentario, ni un juicio de valor. Podría ser la voz del
subconsciente de un jugador de fútbol. Una voz que intenta explicar lo que para
muchos es inexplicable. Una ficticia explicación que nunca     escucharemos en ningún programa de
farándula.



Por Arturo Santana C.
Anoche salimos y nos tomamos una cerveza, en la
disco. En una de esas discos cuicas que nos invitan. Nos pagan todo. Llegamos y
nos tratan como reyes. Algunos pueden decir que no debería haber ido. A ver,
partí demasiado rápido: soy futbolista, soy chileno. Soy seleccionado de fútbol
de Chile. Juego en Italia, después de un exitoso paso por la Universidad de
Chile. En Italia no me ha ido como esperaba, pero no me quejo. Tengo mucho más
de lo que alguna vez soñé. Cuando chico decía que quería ser el mejor del
mundo. O sea, no el mejor del mundo; sino que ser como Oliver Atom. Y Oliver
era el mejor del mundo.
Anoche salimos, con un amigo, que también es
futbolista, y nos metimos en una de ésas disco. Bailamos, nos reímos. Me tomé
una cerveza, como ya dije. Una ligth, de esas con poco alcohol. En general no
tomo mucho, como que me hace mal. Menos en las discos. Siempre hay algún
periodista afuera que me hace alguna pregunta para ver si estoy borracho. Nunca
ningún periodista me ha visto borracho. Le prometí a mi familia que no caería
en esos conflictos faranduleros. Pero igual, por haber salido anoche nos
metimos en un problema. Teníamos día libre, pero también se nos venía un
entrenamiento matutino. A las 8 de la mañana teníamos que estar en Juan Pinto
Durán corriendo y saltando conos. Estamos en medio de las clasificatorias para
ir a un Mundial. Ir a un Mundial es lo que más me ilusiona. El último tiempo he
perdido las ansias de ganar algo. He ganado títulos nacionales,
internacionales. He tenido reconocimiento, portadas de diarios, de revistas, he
salido en la tele. Insisto: mucho más de lo que alguna vez soñé. Ya no creo que
pueda tener más. O lo que pudiera tener no creo que me pueda dar más
satisfacciones de las que ya he tenido. Excepto el Mundial. Siento que ir a un
Mundial es un paso que hay que dar como futbolista. Es como una gran
graduación. Si como futbolista no fuiste a un Mundial, no jugaste, no estuviste
ahí, todo lo demás importa poco.
Pero ayer, supieron todos que me fui con un amigo
a una disco y que salí a las cuatro de la mañana. La cagué, no sé por qué
estuve ahí. Me pillaron los periodistas de un programa de farándula. Mi amigo y
yo, al verlos en la salida, nos tapamos la cara y nos metimos a nuestros autos.
No sé por qué. Si no hicimos nada malo. O sea, nada legalmente malo. Pero no
debimos ir. Tendríamos que habernos quedado en la casa, viendo películas, o
escuchando música. La cagamos. Pero, por favor, entiendan que no es fácil. No
es fácil estar rodeado de modelos que se quieran acostar contigo, ni de dueños
de discos que te inviten al VIP. Ni es fácil, pasar de un año a otro, a ser
reconocido en la calle y que todos se quieran tomar una foto contigo. De hecho,
anoche, mientras bailaba en la disco conocí a Rafaella, una cuiquita rica. Bailamos
toda la noche. Ella estudiaba en una universidad del barrio alto y quería que
me fuera con ella a su departamento. Me la iba a llevar, pero me avisaron que
estaban los de la prensa afuera así que mejor nos fuimos de una. La tuve que
dejar botada a la pobrecita. Y estaba tan rica. Tan rica como no te imaginái,
hueón. Por eso digo, que no es fácil. No es tan fácil ser tan reconocido. Ganar
la plata que gano. Ser famoso como yo soy famoso.
Sé que la gente tiene la fe puesta en nosotros. Y
sabemos que la gente se ilusiona con nosotros. Pero, por favor, traten de
entenderme. He pasado lo peor. He entrenado con zapatos rotos. Con unos Nike
blancos, como los de Ronaldinho, que me regalaron una vez. Los tenía todos
rotos en el lado del dedo chico del pie izquierdo. He pasado horas en micro
antes de ir a entrenar a una cancha de tierra. Me han dicho que no sirvo, que
me dedique a otra cosa, que soy muy chico. Pero, a pesar de eso, he seguido. He
avanzado. Y he llegado a esto, a este reconocimiento, relativamente rápido. Pido
disculpas si a alguien le hice daño, si a alguien le herí las expectativas.
He visto como ex compañeros de entrenamientos,
de cuando era chico, compañeros mucho mejores que yo, se han metido en las
drogas y se han creído reyes del mundo habiendo conseguido mucho menos que yo. Levantando
menos copas, haciendo felices a muchos menos hinchas. Por lo menos yo gané una
Copa Sudamericana e hice que en Chile hubiera una semana de fiesta a todos los
fanáticos de la U. Y a los que no son de la U, sé que también los hicimos sentirse
orgullosos.
Hoy no estoy jugando mucho en Italia, en la
selección no soy titular. El año pasado tuve todo, pero hoy tengo miedo que se
me pase la micro. No he jugado nada hace casi un año. Contra Bolivia jugué 15
minutos, pero no es jugar. Jugar 90 minutos es jugar. Estoy desesperado. Me he
llenado de amigos, de conocidos que antes ni me saludaban. Estoy lleno de
familiares que me piden plata y me dice que cuándo los llevaré a dar una
vueltita por Italia. Y, lamentablemente, no puedo ayudar a todo el mundo, como
quisiera. Estoy lleno de gente que tiene puestas las expectativas en mí,
incluso que tiene puestas sus ilusiones y su plata en mí, y eso conlleva un
peso gigante. Y siento que no he respondido como debiera. Quizás me falta apoyo
psicológico. Quizás encontrar un pasatiempo. Porque las expectativas me están
matando. Sé que puedo dar más, pero no he tenido la oportunidad –o la suerte-
de demostrar en la cancha. Lo único que tengo a la mano son las cosas fáciles. Se
me dan rápido, y gratis. En Chile soy un rey. Sigo siendo un rey. Puedo ir a
cualquier disco y estar toda la noche gratis. Tomarme todas las bebidas
energéticas y tirarme a las minas que quiera. Soy el rey, lo conseguí. Pero quiero
más, pero, también, no he podido dar más. Y eso me da miedo.
Lo de anoche fue un error. Me van a matar. Mi familia
me va a llamar y me van a preguntar qué pasó. Eduardo, lindo, ¿qué pasó anoche?
Y yo voy a decir que nada. Que la cagué nomás. Y nadie me va a retar como
debería retarme, porque me tienen miedo. Tienen miedo a que me enoje y no les
dé plata y nos les dé el viaje por Europa que les tengo prometido. De un día a
otro me tuve que hacer adulto. Responsable. No es fácil no tener límites. No,
si eres deportista y tienes en tus hombros tanta responsabilidad. Pero,
entiéndanme ustedes también: esto no es fácil. No es fácil como piensan. No es
fácil decir que no. Decir que no a cosas que muy pocos tienen acceso. 

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