Intimidad cruel: Post Mortem de Pablo Larraín

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Pablo Larraín está haciendo la Gran película de la dictadura militar, pero dividida en tres partes. La segunda, Post Mortem, se estrenó el jueves recién pasado junto a Alfredo Castro como Mario Cornejo, voyerista de su vecina y secretario del Dr. Castillo (Jaime Vadell ) quiénes junto a la asistente Sandra (Amparo Noguera), trabajan en la morgue realizando -escena que no olvidaremos- la autopsia a Salvador Allende. Primera cosa.
Por Mauricio Aravena Zelada
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Las críticas que recibió el director aquí en Chile con Tony Manero -primera de la saga- y su particular visión de la realidad de los detalles en espacios con poca ventilados; son superadas al mejorar considerablemente la calidad de vida de sus personajes, recalcando el golpe de Estado de 1973 como medida de presión para contar su historia: llegan los militares y las colas efectivamente se acaban, pero también colapsa la morgue con cuerpos que se descargan de camiones militares y desaparece, para el pesar bohemio de la época, el mercado revisteril. Sin ir más lejos, Nancy Puelma (Antonia Zegers), la vecina por la que Mario se desvela y se encuentra profundamente enamorado, es bailarina del Bim Bam Bum y queda sin trabajo justo antes del golpe. El acercamiento, inevitable por lo demás, se produce exclusivamente por obsesión de Cornejo, y se consolida con otra escena memorable cuando explotan en llanto sentados en el comedor. Son nuevamente los detalles, los que predominan pero ahora, con un sentimiento acentuado de esperanza, de que por fin la soledad que rodea a los personajes que realiza Alfredo Castro, puede llegar a desaparecer.
Aunque se jacte el director que no le corresponde a él decir si tiene o no, un  fin político Post Mortem, el film viene a refrescar la dilatada discusión sobre nuestro pasado y dejar el antecedente, de que las cosas fueron tan macabras como las muestra. Y hubo personas -o conocemos desde ahora gracias a la ficción- que su vida fue marcada de determinada forma gracias al golpe militar. Ya no predomina la persecución política, si no el cambio de planes, el que las cosas no resulten dentro de un contexto social alarmante.  Son innegables los cambios que produce la muerte, aunque por más radicales que nos parezcan (se perfilan con el personaje de Mario a lo largo de la película), pueden ser bien cínicos ya que, pareciera ser que no tienen mayor justificación. Simplemente suceden. No es casual, por lo tanto, que Larraín utilice nuevamente la decepción como motor principal. Así el margen de visión se limita a lo que Mario siente, busca y ve. No es necesario mostrar más porque la información de la historia que nos han contado siempre, ya viene con nosotros. La diferencia que ahora es bajo un prisma mucho más animal que inhumano.
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Es ese el sencillo enfoque, el encargado de sembrar la discusión que rodea actualmente a la película, el que muestra  los sucesos bajo otro prisma, otra mirada, dentro de una historicidad anexa y paralela, como la que viven los personajes. Son los dardos certeros de Larraín, los que definen  la postura política de la que tanto hablan: cómo un suceso histórico que desgarra a un país, también afecta en distintos niveles, las historias particulares de cada personaje. Por algo la película tuvo la relevancia en los festivales de Europa y compite sin asco, con la última película de Harry Potter en los cines nacionales. Por algo, se valora el punto de vista personal, por sobre el peso de la historia. La gracia y diferencia con otros estrenos nacionales del año, es que se planteó de una forma más elegante: con los extensos silencios que el director utiliza ya, como sello personal; siendo levemente más positivo al contar su historia y fortaleciendo su equipo de trabajo, o “compañía” como él la denomina. Es la historia chilena del director-autor que se desligó de la clásica y repetida película sobre el golpe militar, y se atrevió por intimidad que llega a ser aún más cruel.

1 COMENTARIO

  1. Estuvieron bien logradas solo algunas escenas, otras estaban (para variar en el cine chileno)demás. No entiendo porque siempre tiene que haber tanto sexo, creo que no generaba ningú aporte para la trama, estaban como descolocadas. De todas maneras Alfredo Castro lo hizo excelente, me causó mucha gracia, sobre todo la escena del vidrio, esa capacidad de no mostrar ningún sentir. Y también la conversación en su casa con el personaje de Antonia Zegers, en dónde ella tiene una forma de hablar bien particular y patuda, en contraste con el personaje de Alfredo Castro, quién es cortante y directo. Y la escena de Amparo Noguera al entrar en colapso luego de darse cuenta de que las personas mueren indiscriminadamente, está muy bien lograda y logró conmoverme. Aún así creo que aunque el reparto lo hizo excelente en sus personajes como guión (y que es lo que saca a relucir aún mas a un buen actor) hubieron muchos vacíos, me pareció incongruente.

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