Meterse en el universo de García Márquez con un libro. “Yo no vengo a decir un discurso” (2010, Sudamericana), que reúne las lecturas en público del autor, funciona como un Lado B, un Bonus Track del premio Nobel colombiano. Una publicación llena de links y datos para periodistas, escritores y fanáticos.
Recuerdo, recordé hace poco, que el primer libro que leí de García Márquez fue “El coronel no tiene quien le escriba”. Me lo robé de la biblioteca de mi colegio (Colegio Claretiano) el año 2000. No lo elegí. Simplemente estaba a la mano y lo saqué, me lo llevé. En el colegio no leía mucho. Leía la lectura obligatoria (qué mal que a la lectura del colegio le digan “lectura obligatoria”, ¿qué niño querría hacer algo que fuera obligatorio? Ninguno), pero nada más. El verano del 2001 me quedé en casa y –casi estoy seguro- estaba castigado o mi santa madre se había enojado por algo, la cosa es que me puse a leer. Y como aquel libro de Gabo es cortito lo agarré. Resultado: no lo solté hasta la última página, de un solo tirón. Me encantó. Lo encontré simple y preciso. Olvidé que estaba leyendo. De hecho no estaba leyendo, estaba imaginándome lo que estaba escrito. Una sutileza.
Hace algunas semanas está a la venta el libro que reúne los discursos de Gabriel García Márquez y lleva por nombre “Yo no vengo a decir un discurso”. Reúne textos que van desde que el premio Nobel colombiano estaba en el colegio y tuvo que escribir para despedir a los alumnos de un curso superior en Zipaquirá, Colombia, el año 1944; hasta lo leído el año 2007 en Cartagena de Indias, en donde explica de dónde salió su monumental Cien Años de Soledad.
Hablando con alguien, no recuerdo quién, dijimos lo que dice todo el mundo: “Después del Nobel, los escritores decaen. Llegan a un punto en donde no existe más. Con García Márquez el ejemplo es claro, “Memorias de mis putas tristes” es, no sólo el peor libro que he leído de Gabo, sino que el peor libro que he leído en mi vida”. Duro. Yo no he aquel libro, creo que no lo leeré. Afortunadamente “Yo no vengo a decir un discurso” es un acta de vida de un escritor. Un libro no libro magnífico, en donde podemos desarmar una biografía desde una especie de publicación Lado B. Un Bonus Track de su obra, llena de sentimientos y de causas que modelan lo que es el García Márquez premio Nobel.
El periodismo funciona como eje central del escritor, y acá queda claro. En los pocos años que estudié periodismo (no me arrepiento, aprendí a tildar medianamente bien) un profesor me decía: García Márquez ocupa leads (primeros párrafos en una noticia) para partir sus novelas, fíjate:
“El día en que lo iban a matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que llegaba el obispo. Había soñado que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna tierna, y por un instante fue feliz en el sueño, pero al despertar se sintió por completo salpicado de cagada de pájaros. «Siempre soñaba con árboles», me dijo Plácida Linero, su madre, evocando 27 años después los pormenores de aquel lunes ingrato”. (“Crónica de una muerte anunciada”, 1981)
GGM hace críticas al periodismo moderno y a la sobreutilización de la grabadora. Sí, así. ¡No a la grabadora!:
“Alguien tendría que enseñarles a los periodistas que no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio. La grabadora oye pero no escucha, graba pero no piensa, es fiel pero no tiene corazón y a fin de cuentas su versión literal no será tan confiable como la de quien pone atención a las palabras vivas del interlocutor, las valora con su inteligencia y las califica con su moral”
“Yo no vengo a decir un discurso” en una clase magistral sobre Gabriel García Márquez. Un libro lleno de rarezas necesarias para entender el universo del autor colombiano. Un libro entretenido, ágil. Para muchos, incluso, necesario. Para quienes tienen en mente una novela y no la logran sacar. Para quienes tienen en su bolso una grabadora, tienen que hacer una entrevista y no logran mucho más que descasetear un par de frases bonitas.