La columna de Gómez: «De weonismo y otros ritmos»

 Alejandro Gómez está enojado. Está molesto de la política chilena, está molesto por el sistema. Está molesto, también, porque es la mañana de otro día más y porque en sus oídos suena Moby a todo volumen. Una columna llena de sentimientos encontrados, escrita por uno de nuestros más queridos colaboradores. 

Cuando las personas que ocupan un lugar en el gobierno, son dueños o actores claves en los directorios de las empresas más importantes para el desarrollo de nuestro país, la línea entre los conflictos de interés y los conflictos de poder es muy débil. Que ¿qué me fume? Nada, nada. No se preocupe. Todo esto, a pito del alza del 3% del gas en la región de Magallanes, las fantasmales apariciones de Piñera, los intereses creados de los empresarios, gobernadores y hasta del actual biministro de minería y energía, de una oposición  flaite  a la hora de las ideas y argumentos y de una ciudad que se lució al  empoderarse, definitivamente de su rol social y de la importancia medular de crear valor público en  la intervención regional. Le doy un sorbo mañanero al café con 7 de azúcar que había dejado tirado hace un rato. Miro por la ventana y sol se cuela en mis ojos hinchados, rojos, reventados, pongo play y Moby moja la mañana.

Hago una pausa en mi reflexión y recuerdo que Enap está al borde de la quiebra. Ahora todo se hace más claro. Medidas desesperadas y centralista, para salvar el negocio de los hacendados capitalinos. 

Y el espectro de imágenes se vuelve alucinante. El mismo tema me tiene cansado, con lo hombros pesados, con una tensión muscular inentendible. Es que se ha repetido tantas veces: Hidroaysen, Pascua Lama, La Araucanía, Isla de Pascua, y ahora Magallanes. Unos pocos arreglándose los bigotes.  Mientras los otros: queman neumáticos, hacen sonar las tapas de las ollas e inventan consignas simbólicas que toquen el corazón de la prensa para que la muestren en la tele. Las viejas disfónicas alzan la voz y reclaman: ¡Ladrones! ¡Asesinos! ¡Vendidos!, como si reclamar fuera solo tensión acumulada y no un discurso  opositor a la medida. Como una imagen diabólica de los 80, que insisten en repetirnos mil veces.

Me lo imagino claramente: un grupo de senadores y diputados en una fiesta, unos haciendo el trencito giran alrededor del congreso, festejando, mientras algunas parejas (heteros y homosexuales) se besan apasionadamente, algunos en el baño, otros detrás de las cortinas, algunos se tocan, otros solo se besan. El senador de X región conversa, algo ebrio e hilando baba, con otro colega, contándole que la minoca del distrito X, le dio la pasá si él le cedía un terreno público para construir  su casa. Por su parte, el colega le contaba también, que él le tuvo que dar algunas hectáreas de algunas parcelas de campesinos, para que su hijo encontrara trabajo en el ministerio X. La diputada y la senadora conversan en el baño mientras mean, contándole que el senador X la tenía chica. De pronto, el alto, rechoncho y rosado senador de X región, grita con una voz bonachona ¡Se acabó el trago camaradas! Y gobernador, limpiándose el sudor del cuelo,  grita de vuelta ¡Subámosle los impuestos al gas en Magallanes! ¡Ellos producen menos que el promedio del país! Y de fondo  se escucha: Ehhhh!!! Entonces, se sube el volumen y todo sigue funcionando. El trencito sigue dando vueltas.

Y así con el poder político, que echa mano a su amable red de contactos, para salvar sus empresas. Y así con Magallanes. Que dan la pelea, que no se dejan engañar. Y así con Piñera y su amiguis. Y Así con la vida. Y Así.

Se termina el disco. Revuelvo el café, como mi pan, miro por la ventana y me doy cuenta que será  un día difícil.