Es largo: consejos de Kiko Amat para ser un escritor. Si no lo quieres leer online, descárgalo a tu pecé y lo imprimes pero NO DEJES DE LEERLO. Acá el link http://www.mediafire.com/view/?92auegsabel589e y la entrevista que le hicimos, por supuesto, acá http://www.pointzine.com/2010/07/kiko-amat-probablemente-el-mejor.html
Por Kiko Amat
Esto
que van a leer es como una clase de plástica. Este es el apartado de Métodos de
Estudio y Técnicas de Trabajo. Las prácticas de coche, pero sin pagar y sin
coche. Voy a darles a todos ustedes unos cuantos consejos sobre el arte de
fabricar narrativa y –encima– publicarla luego.
Y voy a hacerlo, no con la condescendencia del “experto”, no con la
altivez del maestro, sino con la cara de pasmo del tonto del pueblo que ha
descubierto un atajo al río que nadie utilizaba. Sí, esa cara que están ahora
haciendo ustedes. El viejo camino del trial
& error y el batacazo rompenapias me ha enseñado un par de cosas en
este oficio que querría mostrarles, y no crean que lo hago para evitarles sus
morrones. Nadie puede hacer eso por ustedes; afortunadamente, el costalazo es
parte esencial de su aprendizaje, el ZAP tras el cual ya no van a meter los
dedos en el enchufe nunca más. Se aprende así; a hostias. No, el único propósito
de este manual es que, tras darse de morros contra el fango (literariamente
hablando), se levanten como machos y lo vuelvan a intentar, desoyendo los
gritos de los que les dijeron que no era por allí, que iban por la ruta
equivocada, que no lo intentaran, que les habían avisado, que había que tener
en cuenta esto y aquello antes de empezar. Que patatín y patatán.
que van a leer es como una clase de plástica. Este es el apartado de Métodos de
Estudio y Técnicas de Trabajo. Las prácticas de coche, pero sin pagar y sin
coche. Voy a darles a todos ustedes unos cuantos consejos sobre el arte de
fabricar narrativa y –encima– publicarla luego.
Y voy a hacerlo, no con la condescendencia del “experto”, no con la
altivez del maestro, sino con la cara de pasmo del tonto del pueblo que ha
descubierto un atajo al río que nadie utilizaba. Sí, esa cara que están ahora
haciendo ustedes. El viejo camino del trial
& error y el batacazo rompenapias me ha enseñado un par de cosas en
este oficio que querría mostrarles, y no crean que lo hago para evitarles sus
morrones. Nadie puede hacer eso por ustedes; afortunadamente, el costalazo es
parte esencial de su aprendizaje, el ZAP tras el cual ya no van a meter los
dedos en el enchufe nunca más. Se aprende así; a hostias. No, el único propósito
de este manual es que, tras darse de morros contra el fango (literariamente
hablando), se levanten como machos y lo vuelvan a intentar, desoyendo los
gritos de los que les dijeron que no era por allí, que iban por la ruta
equivocada, que no lo intentaran, que les habían avisado, que había que tener
en cuenta esto y aquello antes de empezar. Que patatín y patatán.
El
manual que están a punto de leer podría resumirse en dos puntos vitales: valor
y disciplina. Y, créanme, es así, aunque parezca una frase sacada del escudo de
armas de Eton. Pero hay mucho más de lo que quiero hablarles. Los que siguen
son mis 17 consejos para publicar novelas en editoriales reconocidas, sin tener
ni pajolera idea (al principio) de lo que uno está haciendo, sin bajarse los pantalones
éticos, sin tener que ir a clases de literatura comparada a morirse de
aburrimiento rodeado de arties sin
espina dorsal. Un manual que sirve para sacar libros en Anagrama –en el caso
del que escribe esto– sin haber estado escribiendo cuentos desde 5º de EGB ni
haber memorizado la estructura de todos los relatos de Borges, ni haberse
apuntado a uno de esos deprimentes Talleres de Escritores (y que les obliguen a
ponerse en pie para que los demás perdedores les digan qué fallos les ven ellos
a la narrativa de ustedes). Esto es mi Manual de DIY particular para la
construcción de ficciones encuadernables, que quisiera compartir con todos los
lectores de La Escuela Moderna.
manual que están a punto de leer podría resumirse en dos puntos vitales: valor
y disciplina. Y, créanme, es así, aunque parezca una frase sacada del escudo de
armas de Eton. Pero hay mucho más de lo que quiero hablarles. Los que siguen
son mis 17 consejos para publicar novelas en editoriales reconocidas, sin tener
ni pajolera idea (al principio) de lo que uno está haciendo, sin bajarse los pantalones
éticos, sin tener que ir a clases de literatura comparada a morirse de
aburrimiento rodeado de arties sin
espina dorsal. Un manual que sirve para sacar libros en Anagrama –en el caso
del que escribe esto– sin haber estado escribiendo cuentos desde 5º de EGB ni
haber memorizado la estructura de todos los relatos de Borges, ni haberse
apuntado a uno de esos deprimentes Talleres de Escritores (y que les obliguen a
ponerse en pie para que los demás perdedores les digan qué fallos les ven ellos
a la narrativa de ustedes). Esto es mi Manual de DIY particular para la
construcción de ficciones encuadernables, que quisiera compartir con todos los
lectores de La Escuela Moderna.
1)No
teman hablar de ustedes mismos. Lo dijo Beckett (“No existe nada más, seamos
lúcidos por una vez, que lo que me pasa a mí”) lamentándose de haber pasado
tanto tiempo creando inútilmente personajes de ficción cuando se tenía a sí
mismo ahí al lado. Lo puso en banderas y bayonetas el enfadadísimo BS Jonson.
John Fante no hizo otra cosa en toda su
vida (y Hamrun, y Bukowski, y Limonov…). Los Beats se dedicaron a ello con
empeño unidireccional, igual que los angry
young men (si leen la biografía de John Osborne verán que todas sus obras
sin excepción, especialmente Look back in
ager, tratan de él, su madre, su suegra y sus colegas). Y, sin embargo, la
teoría les insistirá en la necesidad de crear ficción pura (un concepto que no
existe, pues todo está basado en algo; en sucesos, momentos, frases de otros),
ninguneando los esfuerzos que realicen para plasmar con honestidad sus
vivencias. Ni caso: Hablen de ustedes. Hablen de sus amigos. Incrusten sus
anécdotas adolescentes. Cámbienles el nombre a sus conocidos y encájenlos en el
texto. Derritan su vida y aplíquenla con brochazos gordos por encima de todo lo
que escriben; si lo hacen bien, nada será más interesante ni les dará más
placer. Al fin y al cabo, es el terreno que conocen a fondo de veras. ¿Para qué
ambientar novelas en la República de Saló, la Revolución Francesa o Brooklyn? ¿Eh?
¿Qué tiene de malo su barrio, pueblo o bar? Nada, se lo digo ya. Nada.
teman hablar de ustedes mismos. Lo dijo Beckett (“No existe nada más, seamos
lúcidos por una vez, que lo que me pasa a mí”) lamentándose de haber pasado
tanto tiempo creando inútilmente personajes de ficción cuando se tenía a sí
mismo ahí al lado. Lo puso en banderas y bayonetas el enfadadísimo BS Jonson.
John Fante no hizo otra cosa en toda su
vida (y Hamrun, y Bukowski, y Limonov…). Los Beats se dedicaron a ello con
empeño unidireccional, igual que los angry
young men (si leen la biografía de John Osborne verán que todas sus obras
sin excepción, especialmente Look back in
ager, tratan de él, su madre, su suegra y sus colegas). Y, sin embargo, la
teoría les insistirá en la necesidad de crear ficción pura (un concepto que no
existe, pues todo está basado en algo; en sucesos, momentos, frases de otros),
ninguneando los esfuerzos que realicen para plasmar con honestidad sus
vivencias. Ni caso: Hablen de ustedes. Hablen de sus amigos. Incrusten sus
anécdotas adolescentes. Cámbienles el nombre a sus conocidos y encájenlos en el
texto. Derritan su vida y aplíquenla con brochazos gordos por encima de todo lo
que escriben; si lo hacen bien, nada será más interesante ni les dará más
placer. Al fin y al cabo, es el terreno que conocen a fondo de veras. ¿Para qué
ambientar novelas en la República de Saló, la Revolución Francesa o Brooklyn? ¿Eh?
¿Qué tiene de malo su barrio, pueblo o bar? Nada, se lo digo ya. Nada.
Para conseguir esto, ya lo verán, tendrán
que desoír el clamor (ver punto 2) que les recriminará que están haciendo
literatura ombliguista, que sólo lo hacen por vanidad, que a quién le puede
interesar leer sobre ustedes. Les pasará en narrativa y –por supuesto– les
pasará en cualquier disciplina, especialmente en periodismo. Pero ustedes
saben, como sé yo, que la única manera de hacer crítica-narrativa sincera, humana y con alma y intestinos y
–perdonen– pelotas, es mediante el contexto y con una sólida primera persona
viva y real detrás. Lo demás es cirugía, disección de ranas, escribanos
timoratos escudados tras el “juicio” y el ”análisis” que carecen de valor para
desnudarse en público y escupir todo el dolor y la exultación que acompaña al
estar vivo. ¿Cómo puede analizarse una obra creada en un estado parecido a la
locura armado sólo de razón, sin empatía ni entrega salvaje ni acercamiento
personal? Si tratan de crear literatura cobardemente , con escalpelo y normas y
frialdad analítica, escondidos tras la barrera taurina de las normas
académicas, les saldrá literatura cobarde. Su crítica y su narrativa estarán
hechas con plantilla, resiguiendo los contornos que les marcaron otros, como un
mapa de plástico en EGB para siluetear. No hay más. Así que hablen de ustedes,
por el amor de Dios. Yo jamás he hecho otra cosa.
que desoír el clamor (ver punto 2) que les recriminará que están haciendo
literatura ombliguista, que sólo lo hacen por vanidad, que a quién le puede
interesar leer sobre ustedes. Les pasará en narrativa y –por supuesto– les
pasará en cualquier disciplina, especialmente en periodismo. Pero ustedes
saben, como sé yo, que la única manera de hacer crítica-narrativa sincera, humana y con alma y intestinos y
–perdonen– pelotas, es mediante el contexto y con una sólida primera persona
viva y real detrás. Lo demás es cirugía, disección de ranas, escribanos
timoratos escudados tras el “juicio” y el ”análisis” que carecen de valor para
desnudarse en público y escupir todo el dolor y la exultación que acompaña al
estar vivo. ¿Cómo puede analizarse una obra creada en un estado parecido a la
locura armado sólo de razón, sin empatía ni entrega salvaje ni acercamiento
personal? Si tratan de crear literatura cobardemente , con escalpelo y normas y
frialdad analítica, escondidos tras la barrera taurina de las normas
académicas, les saldrá literatura cobarde. Su crítica y su narrativa estarán
hechas con plantilla, resiguiendo los contornos que les marcaron otros, como un
mapa de plástico en EGB para siluetear. No hay más. Así que hablen de ustedes,
por el amor de Dios. Yo jamás he hecho otra cosa.
2)No escuchen a nadie. Bajo ningún
concepto. La creación más intensa funciona mejor en un estado de total aislamiento.
Encerrados a cal y canto en su torreta cultural, fíense de sus referentes, de
sus intenciones, de sus héroes, y mantengan en todo momento una absoluta
creencia en lo magnífico de su trabajo. Esta autoseguridad medio enajenada es
la mayo garantía que tienen de producir ficción sincera, esquelética y REAL, no
sujeta a las opiniones de críticos, fans o idiotas variados, desprovista de
manierismos modernuflis o
postmodernez con pretensiones de trascendencia. Tengan en cuenta que toda
crítica narrativa está basada a fin de cuentas en una cuestión de gusto
personal; la crítica objetiva no existe, ni existirá jamás. Al fin y al cabo,
¿Quién decide lo que es de buen o mal gusto, sino el zeitgeist de cada siglo? ¿Quién decide lo que es malo y bueno? ¿No
despreció el mainstream a todos los aventureros culturales que estuvieron aquí
antes que ustedes? Recuerden las gloriosas palabras de Basil Bunting: “There is absolutely no excuse for literary
criticism”. Háganme caso: No consulten blogs, no miren críticas de hippies y squares abatidos, no paseen por foros: sean verdaderos náufragos de
su propio mundo narrativo, haciendo lo que les sale del sombrero sin pedir
permiso a nadie. Recuerden que todo está permitido. Recuerden que las mejores
novelas se escribieron pasando del mundo y de su madre. Cuando –sordos y ciegos
como murciélagos respecto al resto del planeta– hayan terminado, habrá llegado
el momento de pasar al punto número 8. Pero hasta entonces –es decir, hasta
dentro de unos cuantos párrafos– cierren la puerta y quien quiera entrar que
enseñe la patita.
concepto. La creación más intensa funciona mejor en un estado de total aislamiento.
Encerrados a cal y canto en su torreta cultural, fíense de sus referentes, de
sus intenciones, de sus héroes, y mantengan en todo momento una absoluta
creencia en lo magnífico de su trabajo. Esta autoseguridad medio enajenada es
la mayo garantía que tienen de producir ficción sincera, esquelética y REAL, no
sujeta a las opiniones de críticos, fans o idiotas variados, desprovista de
manierismos modernuflis o
postmodernez con pretensiones de trascendencia. Tengan en cuenta que toda
crítica narrativa está basada a fin de cuentas en una cuestión de gusto
personal; la crítica objetiva no existe, ni existirá jamás. Al fin y al cabo,
¿Quién decide lo que es de buen o mal gusto, sino el zeitgeist de cada siglo? ¿Quién decide lo que es malo y bueno? ¿No
despreció el mainstream a todos los aventureros culturales que estuvieron aquí
antes que ustedes? Recuerden las gloriosas palabras de Basil Bunting: “There is absolutely no excuse for literary
criticism”. Háganme caso: No consulten blogs, no miren críticas de hippies y squares abatidos, no paseen por foros: sean verdaderos náufragos de
su propio mundo narrativo, haciendo lo que les sale del sombrero sin pedir
permiso a nadie. Recuerden que todo está permitido. Recuerden que las mejores
novelas se escribieron pasando del mundo y de su madre. Cuando –sordos y ciegos
como murciélagos respecto al resto del planeta– hayan terminado, habrá llegado
el momento de pasar al punto número 8. Pero hasta entonces –es decir, hasta
dentro de unos cuantos párrafos– cierren la puerta y quien quiera entrar que
enseñe la patita.
3) Conténganse. No están construyendo un
blog de esos que llevan indies
deprimidos en pijama para saldar cuentas entre visita y visita a las páginas
porno de Internet. La restricción, la continencia, son dos de los grandes
amarres de la narrativa más exultante. No se trata de vomitar lo primero que se
les pasa por la cabeza, como un intenauta atolondrado. Relean lo que han
escrito una y mil veces. Aten cada una de sus frases al suelo, y cepíllenlas
hasta que brillen bien, resistiendo la tentación de soltarlas al mundo para que
naden entre los grandes. Mírenlas con dureza de padre catequista: todo lo que
sea pirotecnia semántica (ese momento sobreexitado y autoindulgente de “¡Qué
bien escribo!” que todo narrador debería evitar como la lepra), abalorios
verbales, decorado de cartón piedra, escritura cosmética, debe ir al río. Sin
dilación. No teman nunca desechar lo inútil, pues lo inútil es exactamente eso:
inútil. No teman podar con tijeras bien gordas y afiladas, y no miran atrás a
lo que han lanzado a la basura. Lo más probable es que no valiese la pena
conservarlo.
blog de esos que llevan indies
deprimidos en pijama para saldar cuentas entre visita y visita a las páginas
porno de Internet. La restricción, la continencia, son dos de los grandes
amarres de la narrativa más exultante. No se trata de vomitar lo primero que se
les pasa por la cabeza, como un intenauta atolondrado. Relean lo que han
escrito una y mil veces. Aten cada una de sus frases al suelo, y cepíllenlas
hasta que brillen bien, resistiendo la tentación de soltarlas al mundo para que
naden entre los grandes. Mírenlas con dureza de padre catequista: todo lo que
sea pirotecnia semántica (ese momento sobreexitado y autoindulgente de “¡Qué
bien escribo!” que todo narrador debería evitar como la lepra), abalorios
verbales, decorado de cartón piedra, escritura cosmética, debe ir al río. Sin
dilación. No teman nunca desechar lo inútil, pues lo inútil es exactamente eso:
inútil. No teman podar con tijeras bien gordas y afiladas, y no miran atrás a
lo que han lanzado a la basura. Lo más probable es que no valiese la pena
conservarlo.
4) Sean comprensibles en todo momento.
Esto es lo que separa a los autores que escriben para la gente y los que
escriben para escritores, profesores o críticos. Esto diferencia al poeta
guerrero del poeta laureado, bufón del rey, palanganero de la clase dominante.
Esto es lo que pone a la gente que escribe narrativa a uno de los dos lados de
la zanja: aquí los pomposos, allí los anarquistas, tomen asiento. Pregúntense
continuamente para quién están escribiendo, y por qué motivo escriben: si la
respuesta es que escriben para El Pueblo (es decir, escriben para gente con
trabajos, vidas comunes, males cotidianos y no para pijazos, diseñadores de
interiores o licenciados en filología) y lo hacen para compartir emociones,
entonces déjense de cripticismos y postmoderneces y metaliteratura y
barroquismo. Escriban claro, que esto que acaban de hacer es un galimatías. No
se entiende ni jota, joder. Claro, no esta reñido con poético, como algunos
memos creen, ni con inteligente. Escribir con claridad implica tan sólo que sus
ideas sean comprendidas. ¿No es eso lo que debería desear todo el mundo? Desde
aquí parece algo que cae por su propio peso, señores míos.
Esto es lo que separa a los autores que escriben para la gente y los que
escriben para escritores, profesores o críticos. Esto diferencia al poeta
guerrero del poeta laureado, bufón del rey, palanganero de la clase dominante.
Esto es lo que pone a la gente que escribe narrativa a uno de los dos lados de
la zanja: aquí los pomposos, allí los anarquistas, tomen asiento. Pregúntense
continuamente para quién están escribiendo, y por qué motivo escriben: si la
respuesta es que escriben para El Pueblo (es decir, escriben para gente con
trabajos, vidas comunes, males cotidianos y no para pijazos, diseñadores de
interiores o licenciados en filología) y lo hacen para compartir emociones,
entonces déjense de cripticismos y postmoderneces y metaliteratura y
barroquismo. Escriban claro, que esto que acaban de hacer es un galimatías. No
se entiende ni jota, joder. Claro, no esta reñido con poético, como algunos
memos creen, ni con inteligente. Escribir con claridad implica tan sólo que sus
ideas sean comprendidas. ¿No es eso lo que debería desear todo el mundo? Desde
aquí parece algo que cae por su propio peso, señores míos.
5) Sean breves. Utilicen el método
Buzzcocks: si algo puede decirse en dos frases, no usen tres. BS Jonson decía
que toda literatura debía ser “corta, brutalista y divertida”- Como en el punto
3, poden y poden y vuelvan a podar. No sobreadjetiven. No den rodeos. Vayan al
grano. Hay gente leyendo con ganas de avanzar, y ustedes les han hecho parar en
un túnel apestoso para mostrarles lo bien que –como un prestidigitador de
globitos– anudan ustedes los verbos y sujetos. Denle a las cosas un principio y
un final, y aprenden a decidir cuando este último ha llegado. No se regodeen.
No den volteretitas de perro amaestrado: cucas sí que son, pero ocupan espacio.
Buzzcocks: si algo puede decirse en dos frases, no usen tres. BS Jonson decía
que toda literatura debía ser “corta, brutalista y divertida”- Como en el punto
3, poden y poden y vuelvan a podar. No sobreadjetiven. No den rodeos. Vayan al
grano. Hay gente leyendo con ganas de avanzar, y ustedes les han hecho parar en
un túnel apestoso para mostrarles lo bien que –como un prestidigitador de
globitos– anudan ustedes los verbos y sujetos. Denle a las cosas un principio y
un final, y aprenden a decidir cuando este último ha llegado. No se regodeen.
No den volteretitas de perro amaestrado: cucas sí que son, pero ocupan espacio.
Digan lo que tienen que decir y luego:
aire y a volar. La vida es demasiado corta para libros de 700 páginas.
aire y a volar. La vida es demasiado corta para libros de 700 páginas.
6)Sean divertidos. El sentido del humor
nos separa de las cucarachas y las rémoras y algunos escritores argentinos.
Hacer reír parece fácil, pero no lo es. Cuando lo hayan conseguido, sin
embargo, estarán empezando a dominar este oficio, se los juro. Y un detalle muy
importante: ser escatológico es perfectamente aceptable y, lo que es mejor,
funciona. Y –esto es un secreto profesional que voy a confesarles así, a
bocajarro y gratis –algunas palabras son más divertidas que otras. Como lo
oyen.
nos separa de las cucarachas y las rémoras y algunos escritores argentinos.
Hacer reír parece fácil, pero no lo es. Cuando lo hayan conseguido, sin
embargo, estarán empezando a dominar este oficio, se los juro. Y un detalle muy
importante: ser escatológico es perfectamente aceptable y, lo que es mejor,
funciona. Y –esto es un secreto profesional que voy a confesarles así, a
bocajarro y gratis –algunas palabras son más divertidas que otras. Como lo
oyen.
7)No tengan miedo a ser
confrontacionales. El arte/pop/cine/literatura más intenso y bello y puro
antagoniza. Tatúense esto en la frente, déjenselo en Post-Its en la taza del váter, envíense mails a ustedes mismos como
señores locos: si deciden crear y mostrar lo que han creado, alguna gente lo
odiará. E s la vida, no lloriqueen. Si deciden dar el paso de poner en palabras
sus pensamientos más recónditos y sus verdades más poderosas, luego no se
quejen. A John Osborne –un referente vital para todo aquel que trate de ser
creativo mediante el uso de palabras– le persiguió por la calle una muchedumbre
enfurecida en más de una ocasión, tras visionar algunas de sus obras de teatro.
Los escritores que se quejan continuamente de que su obra no es comprendida,
que los críticos los despedazan, que el público les da la espalda, son
institutrices victorianas sin una gota de sangre en las aortas. Me recuerdan a esos cantautores que tocan en
bares –sin que nadie les haya llevado a punta de trabuco hasta allí– y luego se
lamentan de que la gente arma ruido o habla, y piden silencio a shhhhts como
espectadores fifís de ópera, como niñeras cursis. ¿Qué se esperaban, pandilla
de blandengues? Esto es rock and roll,
no Roland Garros. Si no quieren enfrentarse a un público hablador-gritador,
cambien de oficio; lo mismo vale para los futuros escritores. Cientos de
imbéciles (un auténtico ejército de ellos) van a odiar todo lo que hagan, y
algunos incluso tratarán de partirles los morros por ello. Les llamarán de
todo, y nada será bonito: que si plagiarista, baja cultura, que si es
intrascendente, vacío, absurdo, que “no tiene ni idea de lo que habla”. Les
recriminarán cualquier cosa, y desde cualquier lado, así que no intenten
pacificarles; los capones van a caer de forma irremisible y nadie podrá
pararlos. Así que si no setán dispuestos a pasr por esa guerra
estético-cultural, si no están dispuestos a sacar pecho a los Mazzinger-Z y
hacerle a la intelligentsia, a la
crítica más centuria, al director más apocado, al lector más cultureta un
fenomenal corte de mangas, no empiecen, se los ruego; lo único que terminarán
haciendo es literatura acomodaticia, timorata y
llena-de-ganas-de-gustar-a-todo-el-mundo. Es decir, harán pura mierda.
confrontacionales. El arte/pop/cine/literatura más intenso y bello y puro
antagoniza. Tatúense esto en la frente, déjenselo en Post-Its en la taza del váter, envíense mails a ustedes mismos como
señores locos: si deciden crear y mostrar lo que han creado, alguna gente lo
odiará. E s la vida, no lloriqueen. Si deciden dar el paso de poner en palabras
sus pensamientos más recónditos y sus verdades más poderosas, luego no se
quejen. A John Osborne –un referente vital para todo aquel que trate de ser
creativo mediante el uso de palabras– le persiguió por la calle una muchedumbre
enfurecida en más de una ocasión, tras visionar algunas de sus obras de teatro.
Los escritores que se quejan continuamente de que su obra no es comprendida,
que los críticos los despedazan, que el público les da la espalda, son
institutrices victorianas sin una gota de sangre en las aortas. Me recuerdan a esos cantautores que tocan en
bares –sin que nadie les haya llevado a punta de trabuco hasta allí– y luego se
lamentan de que la gente arma ruido o habla, y piden silencio a shhhhts como
espectadores fifís de ópera, como niñeras cursis. ¿Qué se esperaban, pandilla
de blandengues? Esto es rock and roll,
no Roland Garros. Si no quieren enfrentarse a un público hablador-gritador,
cambien de oficio; lo mismo vale para los futuros escritores. Cientos de
imbéciles (un auténtico ejército de ellos) van a odiar todo lo que hagan, y
algunos incluso tratarán de partirles los morros por ello. Les llamarán de
todo, y nada será bonito: que si plagiarista, baja cultura, que si es
intrascendente, vacío, absurdo, que “no tiene ni idea de lo que habla”. Les
recriminarán cualquier cosa, y desde cualquier lado, así que no intenten
pacificarles; los capones van a caer de forma irremisible y nadie podrá
pararlos. Así que si no setán dispuestos a pasr por esa guerra
estético-cultural, si no están dispuestos a sacar pecho a los Mazzinger-Z y
hacerle a la intelligentsia, a la
crítica más centuria, al director más apocado, al lector más cultureta un
fenomenal corte de mangas, no empiecen, se los ruego; lo único que terminarán
haciendo es literatura acomodaticia, timorata y
llena-de-ganas-de-gustar-a-todo-el-mundo. Es decir, harán pura mierda.
8) Escriban como hablan. Más o menos. O
sea, dejen fuera los tics y las repeticiones (no hace falta que pongan tío al
final de cada frase, por mucho que lamentablemente sea así como hablan), pero
no se pongan sobre-cultescos y eviten la pomposidad como si fuese la fiebre
amarilla. Si hablan denostando más que el Capitán Haddock, pónganlo en sus
escritos. Sean honestos e insulten y juren y menten la virgen como guardias
civiles extremeños. Si controlan el slang, espolvoréenlo también por encima. El
resultado valdrá la pena, se lo aseguro. O al menos no se parecerá a ninguno de
esos escritores barceloneses que da la impresión que hablan en moldavo, y que
tienen que colocar reificación y diametralmente en cada párrafo.
sea, dejen fuera los tics y las repeticiones (no hace falta que pongan tío al
final de cada frase, por mucho que lamentablemente sea así como hablan), pero
no se pongan sobre-cultescos y eviten la pomposidad como si fuese la fiebre
amarilla. Si hablan denostando más que el Capitán Haddock, pónganlo en sus
escritos. Sean honestos e insulten y juren y menten la virgen como guardias
civiles extremeños. Si controlan el slang, espolvoréenlo también por encima. El
resultado valdrá la pena, se lo aseguro. O al menos no se parecerá a ninguno de
esos escritores barceloneses que da la impresión que hablan en moldavo, y que
tienen que colocar reificación y diametralmente en cada párrafo.
9) No se desanimen jamás. Al igual que
debían hacer con el antagonismo del
punto número 7, han de ser extremadamente concientes de que van a devolverles
originales de editoriales. Y no uno ni dos, sino decenas de ellos. Suelten el
yunque al río, y saquen la cabeza del horno; no pasa nada. Que les devuelvan
una novela de un salivazo no significa que sea mala. No significa que se hayan
apresurado a mandarla. No significa siquiera que requiera necesariamente pulido
o reescritura. Qué caramba, la mayoría de las veces el rechazo de una obra no
significa nada. Les contaré cómo funciona el proceso selectivo de una
editorial, para que se calmen un poco: un primer lector separa la basura
inmunda de lo leíble, así, a ojo de buen cubero y leyendo en diagonal. Si pasan este peaje, dos pájaros más realizan
nuevas lecturas en mayor profundidad. Y si uno de ambos es magnánimo y tiene
buen día, esa lectura positiva les dejará caer en el regazo del editor como
tal. ¿No ven, ahora mismo y ante sus ojos, la absurdidad de su desespero? Su
original quizás fue devuelto porque la primera lectora es medio miope y confundió
sus avanzados juegos tipográficos con errores. O porque alguno de los dos
alcornoques posteriores se empeñó en comparar su novela punk con las hermanas
Brönte, o le había dejado la novia por palillero (con razón), o tenía que
completar su cupo de multas-lecturas negativas del mes, o le tenían ojeriza o
envidia cochina (de conocerles) porque ellos eran escritores frustrados, o qué
sé yo. O usted y el editor, de haber llegado hasta él, tenían gustos
completamente distintos. Puede ser cualquier cosa, así que: sigan mandando
obras estoicamente. Y si quieren aceptar otro consejo: no se fíen nunca de los
tres lectores iniciales y háganle llegar la novela directamente al editor, por
cualquier medio a su alcance. Sé lo que me digo.
debían hacer con el antagonismo del
punto número 7, han de ser extremadamente concientes de que van a devolverles
originales de editoriales. Y no uno ni dos, sino decenas de ellos. Suelten el
yunque al río, y saquen la cabeza del horno; no pasa nada. Que les devuelvan
una novela de un salivazo no significa que sea mala. No significa que se hayan
apresurado a mandarla. No significa siquiera que requiera necesariamente pulido
o reescritura. Qué caramba, la mayoría de las veces el rechazo de una obra no
significa nada. Les contaré cómo funciona el proceso selectivo de una
editorial, para que se calmen un poco: un primer lector separa la basura
inmunda de lo leíble, así, a ojo de buen cubero y leyendo en diagonal. Si pasan este peaje, dos pájaros más realizan
nuevas lecturas en mayor profundidad. Y si uno de ambos es magnánimo y tiene
buen día, esa lectura positiva les dejará caer en el regazo del editor como
tal. ¿No ven, ahora mismo y ante sus ojos, la absurdidad de su desespero? Su
original quizás fue devuelto porque la primera lectora es medio miope y confundió
sus avanzados juegos tipográficos con errores. O porque alguno de los dos
alcornoques posteriores se empeñó en comparar su novela punk con las hermanas
Brönte, o le había dejado la novia por palillero (con razón), o tenía que
completar su cupo de multas-lecturas negativas del mes, o le tenían ojeriza o
envidia cochina (de conocerles) porque ellos eran escritores frustrados, o qué
sé yo. O usted y el editor, de haber llegado hasta él, tenían gustos
completamente distintos. Puede ser cualquier cosa, así que: sigan mandando
obras estoicamente. Y si quieren aceptar otro consejo: no se fíen nunca de los
tres lectores iniciales y háganle llegar la novela directamente al editor, por
cualquier medio a su alcance. Sé lo que me digo.
10) Mantengan un core crítico siempre a su lado. Parece una contradicción que choca
de bruces con el punto 2, pero no lo es. De hecho, el uno y el otro se
complementan graciosamente. Por un lado, deben hacer oídos sordos al mundo, las
revistas, los expertos y los literatos; con ellos, tapones de perejil en las
orejas. Por otro lado, cerca de ustedes debe de haber siempre un grupúsculo de
amigos escogido por su brutal sinceridad, con discernimiento para la narrativa
y gustos literarios similares a los suyos. Esta será la gente que leerá sus
manuscritos mucho antes que la editorial, y que les informará sin tapujos de
que aquí les dio un ataque de pretenciosidad, y que aquel fragmento es
demasiado largo, que ése es aburrido y que el final no se entiende ni un pijo.
Aunque parezca un cliché, cuatro ojos ven más que dos. Tráguense el orgullo
herido cuando les escuchen (aprender a hacerlo es otra de las señales de que se
están convirtiendo en narradores de verdad), piensen en lo que les han dicho,
separen aquello con lo que están de acuerdo de lo que no, y efectúen las
correcciones pertinentes. Además de la utilidad que salta a la vista, este
proceso tiene un uso secundario: ninguna crítica periodística de su trabajo les
pillará con los pantalones bajados. Cuando Florencio Mandúnguez les espete que
el capítulo 3 es muy näif, ustedes ya
habrán pasado por allí, habrán reflexionado sobre ello y habrán decidido meses
atrás que sí lo es, y qué pasa contigo, tío. Esa prevención es otro remache
para su coraza narrativa.
de bruces con el punto 2, pero no lo es. De hecho, el uno y el otro se
complementan graciosamente. Por un lado, deben hacer oídos sordos al mundo, las
revistas, los expertos y los literatos; con ellos, tapones de perejil en las
orejas. Por otro lado, cerca de ustedes debe de haber siempre un grupúsculo de
amigos escogido por su brutal sinceridad, con discernimiento para la narrativa
y gustos literarios similares a los suyos. Esta será la gente que leerá sus
manuscritos mucho antes que la editorial, y que les informará sin tapujos de
que aquí les dio un ataque de pretenciosidad, y que aquel fragmento es
demasiado largo, que ése es aburrido y que el final no se entiende ni un pijo.
Aunque parezca un cliché, cuatro ojos ven más que dos. Tráguense el orgullo
herido cuando les escuchen (aprender a hacerlo es otra de las señales de que se
están convirtiendo en narradores de verdad), piensen en lo que les han dicho,
separen aquello con lo que están de acuerdo de lo que no, y efectúen las
correcciones pertinentes. Además de la utilidad que salta a la vista, este
proceso tiene un uso secundario: ninguna crítica periodística de su trabajo les
pillará con los pantalones bajados. Cuando Florencio Mandúnguez les espete que
el capítulo 3 es muy näif, ustedes ya
habrán pasado por allí, habrán reflexionado sobre ello y habrán decidido meses
atrás que sí lo es, y qué pasa contigo, tío. Esa prevención es otro remache
para su coraza narrativa.
11) No teman copiar. Pero no se pasen,
ojo. Casavella dijo en una entrevista que sólo los pijos se fijan en lo que
copian sin mirar atrás. No les soltaré el rollo que ya conocen sobre que la
originalidad es un invento burgués para justificar el genio y, por
consiguiente, las desigualdades de clase. Se los hemos repetido muchas veces en
este fanzine. Pero es cierto que la originalidad o –como comentábamos en un
punto anterior– la ficción pura no existen. Agarren
de donde quieran (esa estructura, aquella frase, una comparación concreta que vieron
de pasada) y añádanlo a su obra; indudablemente, puesto que sale de su cabeza y
se mezclara con otros pedazos de ustedes, el resultado será inimitablemente
suyo. No tengan miedo de parecerse a sus héroes literarios; piensen que ellos
también tuvieron a los suyos. Por supuesto, esto no implica fusilar artículos
enteros de otros y hacerlos pasar por propios para embolsarse unas cuantas
monedas de plata; sólo los vampiros de la cultura establecida hacen cosas así
y, francamente, es una asquerosidad.
ojo. Casavella dijo en una entrevista que sólo los pijos se fijan en lo que
copian sin mirar atrás. No les soltaré el rollo que ya conocen sobre que la
originalidad es un invento burgués para justificar el genio y, por
consiguiente, las desigualdades de clase. Se los hemos repetido muchas veces en
este fanzine. Pero es cierto que la originalidad o –como comentábamos en un
punto anterior– la ficción pura no existen. Agarren
de donde quieran (esa estructura, aquella frase, una comparación concreta que vieron
de pasada) y añádanlo a su obra; indudablemente, puesto que sale de su cabeza y
se mezclara con otros pedazos de ustedes, el resultado será inimitablemente
suyo. No tengan miedo de parecerse a sus héroes literarios; piensen que ellos
también tuvieron a los suyos. Por supuesto, esto no implica fusilar artículos
enteros de otros y hacerlos pasar por propios para embolsarse unas cuantas
monedas de plata; sólo los vampiros de la cultura establecida hacen cosas así
y, francamente, es una asquerosidad.
12) Utilícenlo todo. El Efecto Urraca, en efecto. Sean
consecuentes con su background (Ver puntos 1 y 8), y utilicen cualquier
elemento ajeno a la literatura que les plazca. Cómics, música pop o macramé, da lo mismo. Estamos en el año
2007, y ya no hace falta que todos escribamos como Flaubert. Graham Greene
aceptó la aparición del cine, y su Brighton Rock está claramente influenciado
por ese lenguaje. No es una vergüenza sino todo lo contrario. Si la narrativa
que desean construir se parece más a un episodio de El Hombre de Acero que a Proust, ¿Quién es el gallito que se va a
atrever a decirles que están equivocados? Jack Kirby o Wes Anderson o Smokey
Robinson pueden influenciarles igual que los autores de sus libros favoritos.
Si Kurt Vonnegut utilizó la ciencia como cimiento de sus novelas, ustedes
pueden hacer lo mismo con el motocross o la papiroflexia. Échenle huevos ahí.
consecuentes con su background (Ver puntos 1 y 8), y utilicen cualquier
elemento ajeno a la literatura que les plazca. Cómics, música pop o macramé, da lo mismo. Estamos en el año
2007, y ya no hace falta que todos escribamos como Flaubert. Graham Greene
aceptó la aparición del cine, y su Brighton Rock está claramente influenciado
por ese lenguaje. No es una vergüenza sino todo lo contrario. Si la narrativa
que desean construir se parece más a un episodio de El Hombre de Acero que a Proust, ¿Quién es el gallito que se va a
atrever a decirles que están equivocados? Jack Kirby o Wes Anderson o Smokey
Robinson pueden influenciarles igual que los autores de sus libros favoritos.
Si Kurt Vonnegut utilizó la ciencia como cimiento de sus novelas, ustedes
pueden hacer lo mismo con el motocross o la papiroflexia. Échenle huevos ahí.
13) Diviértanse. Aunque a ratos les dé
dolores de cabeza, esto debería proporcionarles un gran placer. Si no es así, y
hacer narrativa es su valle de lágrimas, algo pasa. Una de dos: o están creando
una gran obra de exorcización de dolores sin nombre y agravios terribles, y su
redención va a producirse mediante la creación literaria, o quizás no deberían
dedicarse a esto. Eh, puede suceder, no me miren así; conozco la naturaleza de
las obsesiones. Por mucho que hayan estado obcecados con que querían ser
escritores desde BUP, quizás la terrible verdad es que –se los digo susurrando
y suavemente para amortiguar el shock– esto no es lo suyo. Quizás como les
sucede al protagonista de Balas sobre Broadway, su talento yace en otra parte
–la marquetería, quizás, la pintura– y se están obstinando en hacer algo para
lo que no tienen la menor inclinación. Ha pasado antes. Cursos y cursos de
narrativa, cientos de libros leídos, decenas de manuales subrayados y al final
el resultado no servía ni para hacer papel maché. Pues, al igual que no basta
que les guste la música para ser periodistas musicales (hace falta ser un gran
entendido del tema, perdonen ustedes) no basta que sean grandes lectores para
fabricar novelas. Hce falta algo más; ustedes sabrán que corcho es. ¿Alma?
¿Pasión? ¿Morro?
dolores de cabeza, esto debería proporcionarles un gran placer. Si no es así, y
hacer narrativa es su valle de lágrimas, algo pasa. Una de dos: o están creando
una gran obra de exorcización de dolores sin nombre y agravios terribles, y su
redención va a producirse mediante la creación literaria, o quizás no deberían
dedicarse a esto. Eh, puede suceder, no me miren así; conozco la naturaleza de
las obsesiones. Por mucho que hayan estado obcecados con que querían ser
escritores desde BUP, quizás la terrible verdad es que –se los digo susurrando
y suavemente para amortiguar el shock– esto no es lo suyo. Quizás como les
sucede al protagonista de Balas sobre Broadway, su talento yace en otra parte
–la marquetería, quizás, la pintura– y se están obstinando en hacer algo para
lo que no tienen la menor inclinación. Ha pasado antes. Cursos y cursos de
narrativa, cientos de libros leídos, decenas de manuales subrayados y al final
el resultado no servía ni para hacer papel maché. Pues, al igual que no basta
que les guste la música para ser periodistas musicales (hace falta ser un gran
entendido del tema, perdonen ustedes) no basta que sean grandes lectores para
fabricar novelas. Hce falta algo más; ustedes sabrán que corcho es. ¿Alma?
¿Pasión? ¿Morro?
14) Disciplina. Se los pongo también
entre signos de admiración: ¡Disciplina! Cuando empiecen una novela, eso debe
ser lo más importante del mundo, y a ello deben dedicarse en cuerpo y alma. Si
tienen que parar en algún lado, paren; Mercé Rodoreda paró cuatrocientas mil
veces para La mort i la primavera,
que le llevó una vida entera escribir, pero cuando la creaba hacía de ella su
prioridad total. Esto no son clases de repaso extraescolares; a no ser que sean
seres especialmente avanzados de otras galaxias, no van a excretar un libro
hermoso dedicándole media hora cada domingo o después de comer. Si van tomando
y dejando su obra por antojos o porque es más importante hacer unas cervezas,
les va a salir un churro; luego no se quejen. La narrativa requiere
concentración y dedicación total. Apaguen teléfonos, avisen a sus familiares
que no llamen en las horas que están trabajando, arranquen el cable de ADSL y
traten de no masturbarse demasiado. Dejo la opción de encerrarse en casas de
campo durante unos mesess para escribir a la elección de cada uno;
personalmente les digo que cuando yo lo he intentado, al cabo de dos días
estaba en un escenario digno de El
Resplandor, a punto de matar a mis vecinos y tirarme por el balcón. Y, lo
que es peor, sin haber escrito una maldita frase que valiese la pena.
entre signos de admiración: ¡Disciplina! Cuando empiecen una novela, eso debe
ser lo más importante del mundo, y a ello deben dedicarse en cuerpo y alma. Si
tienen que parar en algún lado, paren; Mercé Rodoreda paró cuatrocientas mil
veces para La mort i la primavera,
que le llevó una vida entera escribir, pero cuando la creaba hacía de ella su
prioridad total. Esto no son clases de repaso extraescolares; a no ser que sean
seres especialmente avanzados de otras galaxias, no van a excretar un libro
hermoso dedicándole media hora cada domingo o después de comer. Si van tomando
y dejando su obra por antojos o porque es más importante hacer unas cervezas,
les va a salir un churro; luego no se quejen. La narrativa requiere
concentración y dedicación total. Apaguen teléfonos, avisen a sus familiares
que no llamen en las horas que están trabajando, arranquen el cable de ADSL y
traten de no masturbarse demasiado. Dejo la opción de encerrarse en casas de
campo durante unos mesess para escribir a la elección de cada uno;
personalmente les digo que cuando yo lo he intentado, al cabo de dos días
estaba en un escenario digno de El
Resplandor, a punto de matar a mis vecinos y tirarme por el balcón. Y, lo
que es peor, sin haber escrito una maldita frase que valiese la pena.
15) Apúntenlo todo. Apunten y fuego.
Siempre un bloc en el bolsillo, la bolsa, siempre una servilleta de papel a
punto, siempre un manchurrón en la mano con una palabra que les gustaba. Se los
digo ya, porque es una jodienda y cuanto antes lo sepan, mejor: las más grandes
ideas, las frases más chulas, las conversaciones más inspiradores, van a
ocurrírseles fuera de su despacho. Así es. En mi caso es en bares, y no llevo
mi ordenador a bares (¿Por quién me toman, por un yankee?). Por lo tanto, no dejen que esa eventualidad les pille en
pelotas, y lleven siempre a mano un bloc donde apuntar esas frases e ideales
geniales que luego la memoria o la resaca se ocuparía de borrar
irremediablemente de su hemisferio derecho. La mitad de las veces serán
incomprensibles (“Un personaje conoce a kljhsafd en un bolksdo, pero luego
resulta ser skdu foforcio”), handicaps de la escritura beoda, pero de vez en
cuando se encontrarán con auténticas gemas de la creación inconciente.
Siempre un bloc en el bolsillo, la bolsa, siempre una servilleta de papel a
punto, siempre un manchurrón en la mano con una palabra que les gustaba. Se los
digo ya, porque es una jodienda y cuanto antes lo sepan, mejor: las más grandes
ideas, las frases más chulas, las conversaciones más inspiradores, van a
ocurrírseles fuera de su despacho. Así es. En mi caso es en bares, y no llevo
mi ordenador a bares (¿Por quién me toman, por un yankee?). Por lo tanto, no dejen que esa eventualidad les pille en
pelotas, y lleven siempre a mano un bloc donde apuntar esas frases e ideales
geniales que luego la memoria o la resaca se ocuparía de borrar
irremediablemente de su hemisferio derecho. La mitad de las veces serán
incomprensibles (“Un personaje conoce a kljhsafd en un bolksdo, pero luego
resulta ser skdu foforcio”), handicaps de la escritura beoda, pero de vez en
cuando se encontrarán con auténticas gemas de la creación inconciente.
16) Lean. Parece una perogrullada, pero
deben leer mucho. Deben leer horrores. El vi
fa sang, y el leer inevitablemente ayuda a escribir. Por sí solo no va a
salvarles el culo, pero por otro lado casi nadie ha escrito jamás sin haber
leído mucho antes. Lo siento, pero viene en el pack. Las cosas buenas nunca son
fáciles, ya se los he dicho mil veces.
deben leer mucho. Deben leer horrores. El vi
fa sang, y el leer inevitablemente ayuda a escribir. Por sí solo no va a
salvarles el culo, pero por otro lado casi nadie ha escrito jamás sin haber
leído mucho antes. Lo siento, pero viene en el pack. Las cosas buenas nunca son
fáciles, ya se los he dicho mil veces.
17) Admitan siempre que aún están
aprendiendo. Y, lo que es más posible, que no dejarán de aprender nunca. El
proceso de aprendizaje no es finito. La perfección, el dominio completo de las
herramientas, es una utopía. Así que no se entristezcan: mañana les saldrá
mejor.
aprendiendo. Y, lo que es más posible, que no dejarán de aprender nunca. El
proceso de aprendizaje no es finito. La perfección, el dominio completo de las
herramientas, es una utopía. Así que no se entristezcan: mañana les saldrá
mejor.
es bueno