Reseña: Anticristo (Lars Von Trier)

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Anticristo la penúltima entrega del danés Lars Von Trier, es una dicotomía entre humanidad y falta de humanidad, es dolor, maldad y amor llevados a extremos difíciles de imaginar. Es fuerte y te abofetea. Juega con el espectador y le falta el respeto a las mujeres, es por dónde se le mire una obra de arte sin miedo a nada ni a nadie
Por Luz Díaz Rivadeneira

La trama en la que se justifica la historia plasma el proceso de dolor y luto en que el se ve envuelto “Ella” (Charlotte Gainsbourg) y “Él” (Willem Daffoe), luego de la muerte accidental de su pequeño hijo. La culpabilidad y el inimaginable dolor de la pérdida del éste, deja a la madre en un estado de depresión que alerta a su marido, sicólogo de profesión, quien decide retirarse junto a su mujer a un cabaña en un bosque casi onírico, un lugar al que ambos llaman edén, un edén que está por convertirse en un infierno.

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No es una película sobre un drama humano, es un drama de otro mundo, fuera de lo terrenal. Catalogada como un filme de terror sicológico, es de aquellas que te revuelven el estómago, una sensación que te acompaña durante días y que la hace muy difícil de digerir. No es por nada el revuelo que causó en Cannes, en el que se consideró a la cinta como “un ejercicio de sadismo al espectador” y a Von Trier como un “misógino”

La película se divide en 5 capítulos más un prólogo de magnífica composición, en el que se genera un contraste entre las explicitas imágenes de sexo y la simultánea muerte del fruto de ese amor. El blanco y negro y la fotografía se desenvuelven en una elegancia que sólo la música clásica que las acompaña les podría otorgar. mamá y papá tienen sexo en cámara lenta, la muerte del niño, quien cae desde una ventana, nos impacta tanto como el simultaneo orgasmo silencioso de la mujer. Su cuerpo revienta contra el piso nevado en el preciso momento en que su madre alcanza el clímax. Resulta irónico.

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El prólogo nos prepara, educadamente, para el bombardeo de emociones con el que Lars Von Trier nos está por atacar. La cinta es violenta por donde se le miré, y con el paso de los minutos, sólo se pone peor.

Luego de la muerte de su hijo, comienza una terapia de sanación. Una pirámide en la que la mujer debe catalogar sus miedos de menor a mayor. En este proceso, más que sanación la terapia lleva a una metamorfosis espiritual, lo que fuese una madre deshecha en profundo dolor, se transforma en una criatura ninfómana y animal. Cargado a los simbolismos se busca reflejar en alguna medida a todas las mujeres a través de la protagonista, a la mujer como fuente inagotable de bestialidad; a Eva como la pecadora quien destruye el edén y lleva al hombre a la más espantosa perdición física y psíquica.

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La naturaleza de Edén, cumple un papel fundamental en la película, se percibe la complicidad de la mujer y el bosque al que se le define como la mayor manifestación del demonio. Éste representa la cúspide en la pirámide de sus temores, pues sabe que es en la naturaleza dónde la maldad femenina se desata. Como seres inherentemente diabólicos, la mujer se representa como la encarnación del anticristo, y al contrario se muestra al hombre como una víctima de la irracionalidad femenina. El hombre como héroe y redentor, un perfecto Jesús.

Si el mundo es un lugar de dualidades, y Dios como imagen universal se representa en un hombre, Von Trier, probablemente encarnaría al demonio en una mujer, al demonio y los fenómenos naturales incomprendidos, a la muerte y a la emocionalidad extrema como lo femenino, mientras el personaje de “él” surge triunfante entre el caos de la naturaleza, en un epílogo que podría considerarse, aunque bello y liberador, lo más débil de la película.

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