Reseña: Innerspeaker (2010) de Tame Impala

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Tame Impala ha sido un gran descubrimiento para nosotros. Automáticamente pasaron a ser parte del setlist de nuestra próxima reunión de pauta. El efecto psicodélico que esconden o mejor, tiran a la cara esta banda de australianos permitirá que en un futuro no muy lejano, pensemos que cuando viejos queramos vivir en el campo cosechando nuestras propias plantas, junto a un perro medio hippie y unos nietos jugando Wii (o la versión que exista en ese entonces) y nosotros claro, seremos los abuelos modernos que los malcriaremos.

 

 

Chocolate blanco

Por Diego Salinas Fredes

Los grandes guitarristas de los 60’ suelen pecar de omniscientes. Imaginen a un pequeño blanco, nacido en los años 20’, aprendiendo a tocar guitarra y escuchando a los ídolos del blues de su época (cerca de los años 50’), teniendo conciencia de sus limitaciones casi genéticas y, aún así, siendo muy terco y con deseos de superar a sus contemporáneos de piel oscura. Eric Clapton no podía y no pudo conformarse con escuchar a B. B. King en su casa y disfrutar de los blues como todos nosotros lo hacemos sin grandes cuestionamientos. Sus pretensiones de omnisciencia le garantizaron su actual posición indiscutible en la alfombra roja de los blancos y hoy, nadie le agradece expresamente a tipos como él por haber hecho patente el deseo de tocar guitarras blues sin sentirnos pecadores. La verdad es que gran parte de los slides y de las escalas que tocamos -sin remordimiento alguno-, lo hacemos gracias a tipos como él. Guitarristas que quisieron demostrar que el blues es música universal y no un himno exclusivo de la gente de piel oscura no pueden pasar desapercibidos. Están los Tame Impala, quienes se han convertido en la nueva banda que nos recuerda que el blues se reinventa sin impedimentos, hecho que nos lleva al principio: debemos agradecérselo a guitarristas que hicieron público su deseo de hacerlo universal, tal como lo hizo Eric Clapton o Stevie Ray Vaughan.

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“Mantener las cosas simples” es una fórmula lógica que Tame Impala al ser pronunciada hoy -en el paraíso de los estímulos infinitos- suena casi facilista. Lo cierto es que, actualmente, mantener los sonidos puros es algo casi imposible. Basta con sintonizar un par de radios de moda, descargar algunos discos recientes y ver los “videos clips del año” para notar la exigencia intransigente y casi irracional del auditor actual promedio, quien busca encontrar alguna nueva banda que logre remembrar y reactualizar los sonidos plásticos de los ochenta, mezclándolos con guitarras sucias creadas por The Clash, Kurt y bandas indie como los Pixies, de tal forma que suene actualizado. Tame Impala es la banda que viene a decirnos “¡Hey! ¿Quién dijo que la música vanguardista está en fabricar bases y reinventar lo que se hizo en los estúpidos años ochenta?

Con todo, mantener las cosas simples no significa sólo darle una nueva vida a un par de acordes que se usaron en el disco “Revolver” de los Beatles, sino que se requiere una intención aún más profunda. Tame Impala nos entregó el 2010 un set de canciones –seguramente, de forma inconsciente- que nos llevan inevitablemente a pensar en la etapa psicodélica de Los Bleatles, Led Zeppelin y por supuesto, Jimi Hendrix, pero de una forma totalmente rupturista y sin preludios. La brújula del rock psicodélico no da abasto para escuchar con provecho todas las canciones que componen su primer disco Innerspeaker, sino que además, se exige al oyente una capacidad doble: 1) escuchar con detención uno o dos acordes por canción sin desesperar y 2) entender que aún no es necesario escuchar syntes en todas las canciones de un disco para garantizar la proyección y la estabilidad en el trabajo de las bandas nuevas.

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En el Innerspeaker, los australianos nos miran detenidamente a los ojos, nos obligan a sentarnos y nos dicen: ”Escucha los tres acordes que componen esta canción, no caigas en la tentación de agotarte antes de tiempo, siente la mezcla de sonidos primero y luego deja de pensar en lo rápido que pasa el tiempo, ahora escucha!” . Siguiendo esta fórmula, es fácil detener el tiempo con canciones como “Alter Ego”, donde Kevin Parker deja claro que:” Well it’s true yes, but you won’t get far telling me that you are all you’re meant to be when the one from my dream is sitting next to me and I don’t know what to do” , vale decir, “¡Ok! Estoy destinado a estar contigo, pero al lado mío está el de mis sueños y no sé qué hacer”. En este sentido, las letras del disco muestran una tendencia clara a enfrentarse con lo más oscuro de nuestro imaginario: los sueños inesperados.

Si siguen pensando que es un disco más de una banda indie que busca desligarse de los avances de los años ochenta, los invito a escuchar “The Bold Arrow of Time”, el track noveno, el cual a mi juicio, trae la firma con fuego y tintes de sangre imborrable que de ningún punto de vista pasa desapercibido. Ahora si no disfrutan esta canción, desligándose totalmente de sus quehaceres del día, entonces considérense esclavos de la tecnología barata usada por las bandas ochenteras e incapaces de entender Purple Haze de Hendrix.

1 COMENTARIO

  1. Buenisima banda loco. La agarré en last fm y de ahí que no paro de escuchar el disco y sus bonus, son filetes. Los temas alucinantes alegran mi mañana y, definitivamente, Alter Ego es mi tema. Bandas así son las que faltan.

    Buena reseña Loco

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