Volver a la infancia: Algunos puntos sobre escribir La Soga de los Muertos

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 Lo que sigue el backstage de “La soga de los muertos”. Antes de aquello, eso sí, habría que aclarar que aquella novela trata sobre tres historias: la primera es sobre la visita del poeta beatnik Allen Ginsberg a Chile, en 1960; la segunda es de un grupo (denominado PARRA) que quiere que Nicanor Parra gane el Nobel (en el Santiago de los 90); y la tercera es de un niño de 14 años que vive en La Reina y es hijo del líder del grupo que quiere que Parra gane el Nobel. Y ese mismo personaje, además, vio a Ginsberg en 1960. Así, “La soga de los muertos” funciona como si fuese una madeja de hilos en que las tres historias, a lo largo de las 180 páginas, se enredan y desenredan.
 Por Antonio Díaz Oliva

1.-
Para empezar, una advertencia: en La soga de los muertos no hay muertos. O no hay, por lo menos, muertos físicamente. El sentido del título, creo, es sutil. Se explica al final de la novela y hay varios otros guiños sobre eso a lo largo de sus más de 180 páginas.

2.-
La visita de Allen Ginsberg. ¿Qué hacía Ginsberg en Chile en 1960? Siempre me pareció extraño que una figura como Ginsberg, autor de El Aullido, hubiese venido a un país perdido hacia el final de América Latina. Siempre me pareció extraño y siempre busqué la información que hubiese sobre eso: sobre ese poeta rockstar que estuvo de paso por acá cuando aún no era tan conocido. Hay un muy buen artículo de Vadim Vidal sobre el tema  y una entrevista al mismo Ginsberg en la Apsi a fines de los 80. En algún momento, no recuerdo cuándo, se me ocurrió la idea de ficcionar a partir de eso. Mi intención, claro, no fue informar, sino llenar los vacíos de su visita con la ficción. De hecho: junto a Ginsberg vino Lawrence Ferlinghetti a Chile, otro beatnik (que hoy vive, o sea, es el último o uno de los últimos de la casta beat), pero que yo opté por no incluir en mi novela.

3.-
La parte de grupo PARRA. Lo reconozco: esta parte es un robo literario a W.A.S.T.E, el grupo que sale en La subasta del lote 49 de Thomas Pynchon. Pero no sólo eso: también tiene algo, digamos, personal —autobiográfico—, que no ahondaré acá. Y con un tono diferente, porque si en la novela de Pynchon todo funciona con humor, mi plan era ajustarlo al tono de La soga de los muertos. O sea: más triste. Más melancólico. Más, creo, chileno. Por eso, tal vez, el epígrafe de José Santos González Vera (ver punto siete), que de alguna manera contagia a la novela.

4.-
La parte del niño. Tenía que ser un lector de cómics porque los cómics, en mi caso, fueron el detonador de que terminara en lector de literatura y, a la largo, en escritor. Desde La liga de la justicia, pasando por Lobo y Punisher (uno de mis favoritos), hasta Akira. Ir al centro, a esos quioscos del centro de Santiago, y volver con La muerte de Superman o La caída del murciélago fueron hitos. Hitos de infancia. Algo de eso quise plasmar en La soga de los muertos. El niño camina, medio a la zombi, por su colegio con sus cómics bajo el brazo. Y ese camino a la adolescencia siempre me ha parecido un poco morir.

5.-
Lo pop. Hablar de que una novela es o no es pop, hoy por hoy, me parece un poco anticuado. En casi todo lo que uno lee hoy hay algo de pop. No creo que La soga de los muertos sea una novela tan pop. Pero obviamente no se puede negar que está sazonada con ese elemento. Especialmente, vale aclarar, un gesto: sucede cuando el niño, el narrador de gran parte de la novela, entra a la pieza de su padre y ve que tiene una foto de Nicanor Parra. El niño no sabe quién es Parra. Pero esa imagen de un viejo con canas le parece familiar al Doc de Volver al futuro, su película favorita. Ese es el gesto: que tanto Parra como Volver al futuro (y todas esas películas que vimos por las tardes en Canal 13) tengan la misma importancia para uno como lector –o consumidor de cultura— que alguien como Parra. Eso, claro, es una declaración de principios algo encubierta.

6.-
El tono. Es complejo, lo sé, es complejo que el mismo autor diga qué tono es su propia novela. Pero tenía que ser triste. Siempre —no sé por qué— quise que La soga de los muertos fuese una novela triste. O media melancólica. O una mezcla de esas dos cosas.

7.-
Los epígrafes. Uno de John Irving (El mundo según Garp, una novela que deberían dar a leer en el colegio) y otro de José Santos González Vera (Alhué, un libro que, creo, dan a leer en el colegio, pero no sé si de una manera adecuada). Si hay algo que me gusta revisar (una y otra vez) de las novelas de otros escritores, son los epígrafes. Me parece que esos dos referentes, como polos, funcionaban como la mezcla de lo que intenté hacer en esta novela: por un lado, las novelas de padre e hijo de John Irving; esos mamotretos de más de 500 páginas en donde siempre padre e hijo se relacionan, pelean y cosas así. En el otro costado, las postales narrativas de José Santos González Vera; libros con apenas 100 páginas en que uno parece estar revisando viejas fotografías. Una de las metas al ponerme a escribir La soga de los muertos fue, ojalá, mezclar ambos mundos.

8.-
El barrio: La Reina. Vivir entre Villa La Reina y las casas gigantes de la parte más high de La Reina. Ese es el escenario donde sucede gran parte de la novela. La Reina, claro, no es Las Condes, pero sí queda en el Barrio Alto (en cuanto a altura, por lo menos). Así, los territorios donde quería situar la novela eran esas calles entre La Reina y Ñuñoa. En los pasajes especialmente. La cultura del pasaje (y espero no ponerme un moralista urbano con esto) que está desapareciendo. Eso de ir al negocio de la esquina y hacer vida de barrio. La soga de los muertos tenía que transitar por esas tierras. Por eso, mi idea fue hablar sobre La Reina de los años 90. La Reina de mi infancia. Ahí, me parece, hay algo. Porque siempre he creído que esa combinación (infancia + barrio) es el rosebud de uno. De todos. O como lo puso Michael Chabon, el autor estadounidense, en las siguientes palabras: “Maybe your hometown is always an imaginary place: the home of your imagination”.









La soga de los muertos (Alfaguara, 2011)

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