En el escenario se encuentran entrevistado y entrevistador, a un costado hay una guitarra que -luego sabremos- llegó a última hora porque no estaba estipulada. Warnkén para romper el hielo relata cómo se conocieron hace 20 años en Coyhaique, haciendo tallares de poesía y de música. Ambos estudiaron en un colegio de la Alianza Francesa, Henríquez en Concepción y Warnkén en Santiago; y ambos comparten el gusto por Charles Baudelaire. Con el poeta maldito cuyos libros eran robados de la biblioteca del colegio por Henríquez, comienza a desenmarañarse un poco de donde viene la inspiración de las canciones del músico. Las escribe a partir del aburrimiento, del tedio, de la muerte y del amor. Bolsa de mareo sale como ejemplo: Volar en mil pedazos y ser feliz, todo lo que miras se vuelve gris.
Álvaro habla de una persona muy importante en su vida, Roberto Parra. Don Robert, a quien le encuentra cierto parecido con Baudelaire: son elegantes y choros a la vez, simples y ausentes; una especie de crossover entre la cueca y el blues.
Conoció los Parra trabajando en La negra Ester. Ahí traba amistad con Don Robert, quien lo acerca a la música popular, su poesía y la cueca. Todas las canciones de pena y desamor provienen de la franqueza y simplicidad para contar una historia, una historia horrible y que recién al final nos damos cuenta de qué va; Álvaro Henríquez toca La vida que yo he pasado “haciendo fuego con guaipe y haciendo fueguito con gangochos”. Para él, Don Robert, aunque no le gustara su estilo rockero de antaño, fue la gran inspiración a la hora de hacer cueca. Warnkén menciona un poco la cazuela musical que tiene Henríquez, mezcla que lo lleva a hacer su jazz guachaca. La idea de contar una fábula en cada canción queda en el aire porque, aunque Álvaro sea bueno para eso, es malo para terminar la historia… “¿qué hago con el cigarro?, se acabo.”
El ambiente está distendido y el invitado se nota más cómodo. Habla de sus inicios en Concepción, de su infancia marcada viviendo en una casa con una vista privilegiada, rodeada por un manicomio, una cárcel y, a veces, un circo. Aunque intenta darle vueltas al asunto, termina por asentir y aceptar que le gusta la tragedia. No es que sienta una predilección por el desastre, pero es “como ser otro, ser un actor”. Sus principales influencias: Chuck Berry, The Beatles, Elvis y menciona la frase de Picasso: “El amateur pide prestado, el genio roba”. Warnkén contrataca preguntándole cuál es la canción que concentra todo lo que es. Henríquez duda y no entiende muy bien la idea de la pregunta, pero se decide: Te desheredo (La Espada y la pared, 1995). “Me arrepiento de las palabras que te regalé” resumen la forma que tiene de ver y escribir las cosas. Ese es Álvaro Henríquez, una dualidad de la música que puede tocar cuecas choras, jazz guachaca y pasar por el rock más dramático ocultándolo con unos buenos acordes.
!El ganador es Katalo Gallardo! Y nos recomendó:
El guardián entre el centeno (J.D. Salinger)«Me encantaba. De verdad. Para cuando volvimos a la mesa ya estaba medio loco por ella. Eso es lo que tienen las chicas. En cuanto hacen algo gracioso, por feas o estúpidas que sean, uno se enamora de ellas y ya no sabe ni por donde se anda. Las mujeres. ¡Dios mío! Le vuelven loco a uno. De verdad. «
Un clásico. La obra maestra de J.D. Salinger. Retrato eterno de la confusión que sentimos cuando somos jóvenes, inspiradora de asesinos y objeto de conspiraciones. Buenísimo.
yuju!
gané! muchas gracias 🙂
Que wena esa atraccion q tiene con la muerte es cuaticaa, vengo de vuelta de la playa escuchando a los peti y anaalizamos q un 95% de sus canciones tiene la palabra morir saludosssss