¿Entrevista?: Pablo Toro, autor de «Hombres maravillosos y vulnerables»

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Pablo Toro escribió el mejor libro chileno del 2010 («Hombres maravillosos y vulnerables”, Editorial Calabaza del Diablo) y no mucha gente se enteró. Es un libro de relatos en donde los personajes forman parte de un mundo que podría ser paralelo, pero no es más que una cruda radiografía de cómo somos. Con personajes que describen lo que es el arrepentimiento. Con otros que se identifican con la suciedad. Con más de alguno que estaba escondido dentro nuestro y salió a la luz rápidamente.

Por mail hablamos con el autor, y evitamos hacerle todas las preguntas típicas que se le hace a un escritor. Creemos que Pablo Toro tiene respuestas para todo. Y parece que no nos equivocamos.

Por Cristian Ortega Puppo

Respecto a Hombres maravillosos y vulnerables:

Sobre el cuento “El proceso”: ¿Cuán bien puede hacer leer diariamente W. Barroughs?
Burroughs es al mismo tiempo demencial, delirante, y poseedor de una inteligencia devastadora, onda Enrique Lihn.  Para un tipo tan frágil y miserable como el protagonista de El Proceso la lectura de Burroughs no puede sino ser dañina.  Para leerlo diariamente sin salir dañado hay que tener fortaleza.
¿Cuál es la droga y la cantidad de droga necesaria para escribir un libro imaginativo?
No se cual es LA droga.  “different strokes for different folks”.  Fogwill escribió Los Pichiciegos lanzándose una línea y escribiendo otra. Lester Bangs mezclaba Speed con jarabe para la tos. Y después está Hunter Thompson, que le hizo a todas. O Baudelaire, que se tomó el asunto realmente en serio, porque para él el consumo de hachís y de opio tenía como finalidad  separarse de uno mismo para alcanzar a ese «otro» que es el poeta. Yo no iría tan lejos. Es cierto que la relación drogas/creatividad tiene harto de cliché ( no es necesario, en absoluto, drogarse para imaginar) , pero es innegable que a muchos les funcionó y  en algunos casos tenía un fundamento literario y teórico. Aún  así, creo que el alcohol sigue siendo la principal droga de los escritores, esto se puede ver todo el tiempo en el mundo de la literatura.
Sobre formas de escribir:

 ¿Escribir con rabia, con preocupaciones, con música, con drogas, con hambre, con sueño, recién despierto?
No hay momentos o situaciones ideales . Escribir con música, con o sin drogas, escribir con la televisión prendida a todo volumen o anotar una frase en la micro.  El momento  es cuando se hace necesario. Puede ser la búsqueda de un placer momentáneo o  la necesidad de desprenderse, algo así como rascarse una herida.  Escribir con rabia, sí.  Mucha. Llevar cualquier tipo de sombra o demonio al ámbito de la página, es quizás la única forma de no caer en agudas depresiones o convertirse en un asesino en serie. Remplazar el “porque escribí, estoy vivo” y decir “porque escribí, estoy cuerdo”. Pero es posible que sea todo lo contrario. Escribir como un ascenso hacia el mal o la locura, es toda una posibilidad.
Conceptos sobre la literatura y afines

De la locura
La locura no garantiza una buena escritura, es al revés.  El sentido común es lo único que permite situarse literariamente en el ámbito de la locura.
De los libros leídos para escribir cuentos
Borges, Borges y más Borges. La antología del cuento norteamericano, de Richard Ford. Llamadas Telefónicas. Juan Emar. Carver y Chejov y Poe.  La niña del pelo raro, de Foster Wallace. Rodolfo Wilcock y Cortázar.   También Irvine Welsh y Pahlaniuk, porque no todos los cuentos tienen que ganar por Knockout,  también pueden hacerlo por acumulación.
De los autores chilenos y de los nuevos autores chilenos.
Bestias como Droguett, Bolaño, Emar, Manuel Rojas, serían la primera división.  Y poetas como Parra, Lihn, Bruno Vidal, Germán Carrasco y , sobre todo, Diego Maquieira.  En el caso de los nuevos autores, me rehúso a ver una “nueva novísima narrativa” o algo por el estilo. No veo un factor unificador de nada. De lo que sí estoy seguro, es que la narrativa chilena más potente que he leído en el último tiempo, viene de mi generación. Diego Zúñiga, Maori Pérez, Daniel Hidalgo, Felipe Becerra, Antonio Díaz y otros que están aún por publicar. Son libros novedosos, raros pero no inaccesibles. Creo que se están haciendo cosas muy interesantes ahí.
De las editoriales. De las editoriales independiente, el mundo editorial
No conozco desde adentro el mundo de las editoriales grandes, pero sí tengo claro que hay poco espacio ahí para la cantidad de escritores que están saliendo.  Poco espacio para apostar por lo nuevo. La Calabaza del Diablo tiene un proyecto literario/político bien claro, y eso es lo mejor del mundo independiente. Cuando no hay grandes aspiraciones comerciales de por medio, se puede llevar adelante un proyecto más personal y coherente.  Es un proceso artesanal, cercano.  Como ir a tomarse un schop con los amigos en vez de pasar al salón vip de la discoteque.
Del premio Nobel, Vargas Llosa
Ya es trillado a estas alturas decir que el Nobel es un premio inflado y sobrevalorado, que ha cometido errores imperdonables (Borges) y por eso no se debe tomar en serio. Aún así, entrando en el juego, Vargas Llosa se lo merece. Sólo por las primeras páginas de La Casa Verde ya se lo merece.  Está de moda tirarle mierda y decir que se vendió. Hay cosas que la izquierda no perdona. La verdad es que es un tremendo constructor de historias y estructuras narrativas, pese a sus caídas, y es un tipo que transmite pasión y obsesión por los libros. 
De las necesidades de premios 
La necesidad de premios responde a  la necesidad de validación pública. Esto no es en sí algo negativo, pero puede serlo si el proyecto de un escritor se fundamenta sólo en esa búsqueda. Sospecho que los premios son,  antes que nada, una estrategia de la industria editorial para  generar modas y tendencias. Y hay que reconocer que les funciona.  El más mediocre de los escritores puede quedar finalista en el premio Herralde y convertirse en un fenómeno de la noche a la mañana.

1 COMENTARIO

  1. Excelentes respuestas. Lei el libro y me parece que es un excelente acercamiento a la narrativa de Pablo. "El Vendaval" merece un Oscar y un Schop en la esquina.

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