Por Karina Valenzuela
De la camisa abotonada a la polera desgarbada
Cuando dicen cantautor me imagino a un tipo de pelo largo, medio hippie y con una guitarra acústica solo en el escenario. Bueno, algo así era Leo Quinteros antes, para mí, de su disco “Los días santos” y de tener a The Santiago Wonders tocando junto a él. La primera vez que vi una foto suya me cayó mal de apariencia. Si, el prejuicio adolescente se apoderaba de mí mientras veía con detención sus patillas que me recordaban a un liso Manuel García. Toda esa onda ochentera del siglo XXI me deja con la boca un poco seca. Para mí la camisa con chalequito y el chaquetón encima es la firma de Los Tres, de nadie más. Hasta que asumí que su música no era su liso largui-chascón ni esa mirada melancólica. Llegué a la mejor etapa de Leo.
El último disco de Quinteros se llama “Los días santos” y más allá de las anécdotas personales del músico, es un título que calza a la perfección: Días santos en los que Leo cambió camisas por poleras y ese pelo tan propio del comienzo de Los Bunkers por pelo cortito pero rockero. Sintetizadores y shakes ahora acompañan sus siempre bienvenidas letras. La melancolía adquiere ahora un tono más eléctrico.
Creo que la letra de “No parece”, primera canción al apretar play al disco, describe muy bien lo que pasa con Leo Quinteros: “tiene la misma materia y forma, pero no parece”.
Al fin le soltó la mano a las guitarras apacibles y muestra un poco más de rabia en los acordes. Es como imaginarse a Leo moviéndose espasmódicamente en el escenario, sacudiéndose la modorra bien bonita que proyectaba anteriormente. Tiene un aire a Astrud de Gran Fuerza en la primera canción; una energía destellante pero bien filtrada. Con “La reacción del mar” sigue la potencia nueva de Leo. “Catchy”, auque suene siútico, sería el adjetivo perfecto para esa canción. “Si quieres recordarme piensa en la noche en que nos vimos, en la que llevaba este mismo abrigo”. Despecho armonioso y bien ecléctico, de ese que vale la pena cantar orgullosa.
Ocho minutos transcurridos y pareciera venir un relajo con “Dígame usted”, lejos mi favorita. Luego de un rato, todo se vuelve nuevamente más rápido: los ritmos no se calman, sino que, simplemente, parecen respirar entre cada tanto. Las letras con imaginación y sentimentales no se han ido. Diez minutos y medio y cantamos “caen, luces que caen entre las sombras de tus palabras como ríos”, mientras un teclado suaviza el tono de la batería de fondo que aún así sigue teniendo protagonismo. Un pandero bien usado mezclado con varios efectos como el “wah”, muy usado en el Funk, y también “la palanca del floyd rose” hacen que varíen los volúmenes.
Dos guitarras melodiosas y bien pronunciadas le siguen el ritmo a Quinteros en “Cheerleader”, el primer sencillo del disco. “Todo lo que yo pensaba, ella lo soñó. Clásico es mentir, pero sabes que las cosas están así”. El bajo se mimetiza con la batería siguiendo perfectamente su compás y un pandero en el coro da espacio a reconocer al músico en su trayectoria. La historia de amor que terminó con un bache bien grande es lo que reseña Leo, pero no de esa forma melosa casi incómoda, sino bien melancólico y fresco, bien Quinteros.
La que viene, recomiendo escucharla caminando por el centro mientras chocan con la multitud de Ahumada y se imaginan al personaje principal de la canción mimetizándose en la nada. “Hablando por las venas nunca me dijo nada y es una porción del sol, es una combinación de efectos como yo”. El sintetizador se hace presente en “Efectos”, uniéndose a la guitarra fresca.
En “Comprar el sur” la batería se lleva la atención junto a la guitarra. El sintetizador hace de este tema uno comercial, pero la rebeldía en la voz de Leo sigue intacta: “Días y noches corriendo, ¿de qué?”. “Nuestros sábados” es para gritarla en la pieza. Dan ganas de pararse y bailar arrítmicamente sobre la cama, mientras piensas en esa que te roba hasta las ganas. Bueno, al menos eso hice yo. Cómo no hacerlo si Leo canta roqueramente “Te miro y ya no me importa que el mundo nos juegue en contra. En la ruina y en paz te encontré en medio de la calle”. De nuevo la guitarra enérgica que es sello de este nuevo disco.
“Santiago centro” parte con persecución total; sensación de agobio es lo que transmite con una batería pesada al comienzo. Se calma unos segundos para poder respirar, pero luego sigue corriendo en tu búsqueda mientras Quinteros casi que grita “Me me van a disparar si no estoy despierto”.
Termina cerca de media hora de nuevos vaivenes con “Los días santos”, tonos más calmados pero con letras inquisitivas. Exquisita pero leve amargura: “¿Quién te podrá sostener de tanto en tanto?”. La voz de Leo es como si viniese del más allá: lejanía que ya transmite con sus letras a un tercero que está partiendo. Confirma esta última pieza que las historias siguen siendo parte de las letras de Leo Quinteros. Historias de amor que con sutileza, imaginación pertinente y buenos acordes, hacen que un idilio fallido se transforme en cuatro minutos de soberbia melodía.
Super interesante, no conocìa este cantante, lograste interesarme por el y los demàs artistas chilenos; Investigarè sobre el movimiento nacional deeste estilo.
¡ FELICITACIONES!
Grande, Leo. Sin importar ir contracorriente -kill all hippies, PRMLSCRM-. La nota está un poco miss 17, no?