Rodolfo Fogwill es –fue- sólo Fogwill. A secas, sin más. Uno de los escritores latinoamericanos que logró pintar con colores propios la tristemente gris literatura de este lado del planeta. Con su cara de viejo desagradable, petulante, era capaz de deshacerte con sus novelas, con sus cuentos, con sus poemas. Y ayer, domingo 22 de agosto, murió, producto de un problema pulmonar debido a la gran cantidad de cigarros que fumaba sin parar. Tal como dijo Guillermo Piro, escritor y periodista argentino: “Falleció un escritor de los que escasean, alguien que sabía disfrutar del placer estético y que ponía a la belleza y a la perfección estilística por sobre todas las cosas, incluidos los compromisos políticos, los códigos de convivencia y la buena educación. A partir de hoy todo va a ser mucho, pero mucho más aburrido».