por Cristian Ortega Puppo y Sebastián Fredes
Baradit llega con su chaqueta de cuero impecable y con su casco verde en la mano, a las seis y media de la tarde, tal como lo habíamos programado. Se ve un tipo relajado, habla como si te conociera de siempre. Es fácil entrar en buena onda con él. Está lejos de ser el escritor petulante al que nos tienen tristemente acostumbrados. A su haber: tres novelas publicadas por Ediciones B. Ygdrasil, Synco y Kalfukura. Más, la novela corta llamada Trinidad, con la que ganó el prestigioso premio UPC, que es el más afamado entre los seguidores de la ciencia ficción en español. “Ciencia ficción”, un término que a Jorge Baradit no lo contenta, no le satisface. Nos sentamos en un café a la salida del metro Manuel Montt. Ya casi se pone a llover.
Desde tu primer libro publicado hasta Kalfukura, ¿De qué forma puedes entender tu evolución como escritor?
“Hay índices que suben e índices que bajan. Hay una bella ingenuidad cuando tú estás escribiendo por primera vez. Sobre todo en mi caso que yo no tenía ninguna relación con el mundo de la literatura. Ygdrasil era la primera novela que yo escribía y la brutalidad con la que me enfrento a la hoja y la ingenuidad con la que resuelvo ciertos giros, ciertos problemas de la trama, de la manera cómo me enfrento al Chile y a la literatura chilena, es la de un hueón que no tiene idea de nada. Y ¿qué fue lo divertido? ¡Qué funcionó y funcionó bien! Por eso digo que hay muchas de cosas inconscientes en Ygdrasil, que es parte de mi agenda. El rescate de contenidos inconscientes es parte de lo que yo percibo, es como mi evangelio. Y ese rescate permite que saque cosas que están en el aire. Eso pasó con Ygdrasil y pasó más o menos con Synco.”
¿A quién puedes ver como influencia directa?
“Me interesa repoco la literatura. Me interesa menos el mundo de la literatura. A mí me interesa escribir. Uno lo ve en todos lados, los árboles están más i nteresados en sacar oxígeno y sacar cosas de la tierra que en hacer naranjas. No están preocupados de los plátanos de más allá o de los plátanos de más acá. Esa cosa endogámica que tiene la literatura chilena, eso de ver lo que hace el otro y ver lo que hago yo, y que al final se hace algo más de lo mismo nomás es algo que prefiero no tener. Quiero mantener esa primera ingenuidad. Y como escritor, he aprendido dónde poner los puntos y comas, los puntos aparte, y cosas así.”
Hace frío, corre viento. Comienzan a caer las primeras gotas, pero Baradit no se inmuta, no las siente. Cuando leí Synco quedé impresionado por la velocidad del relato y lo fácil que pareciera crear mundos. Para él es fácil. Synco es una ucronía. Un invento de historia basado en la historia real. En donde Pinochet decide apoyar el gobierno de Salvador Allende y se concreta el proyecto estrella del presidente socialista: Synco, el primer Estado Cibernético de la historia. Un libro que no es llegar y publicar, una historia con riesgos. A los que su editorial aceptó.
Háblanos algo acerca de Ediciones B, tu casa editorial. ¿Cómo se han portado contigo?
“No es porque sea mi casa editorial, ni porque me estés grabando, pero tengo dos cosas que decir de Ediciones B. Se han portado increíble conmigo. Gr acias a la Andrea Palet se publicó un libro que era impublicable (Ygdrasil), por la violencia. Y no sólo por la violencia, sino por la manera en que rompía ciertas formas de hacer las cosas que hasta el momento eran sagradas. Como dijo en el lanzamiento del libro, se lanzó a una piscina que no sabía si tenía agua. Después con Synco el respaldo que me dieron, también. Con Kalfukura, lo mismo. Siempre han dado saltos al vacío conmigo, y ahora lo están volviendo a hacer, con una novela gráfica, a colores, como nunca se ha sacado en Chile. El apoyo que tengo por parte de ellos es absolutamente incondicional.”
Baradit habla acerca de su interés de entender la obra como un aspecto del todo. No sólo hacerla crecer, sino que hacerla extenderse, que no es lo mismo. La obra es un algo difuso. “La novela Synco es una expresión de esta obra que se llama Syncoooo, en el aire. Un escritor debería en el futuro convertirse en un tipo multiplataforma. Alguien más conocedor del mundo que lo que es hasta ahora”. Cada comentario que hace viene linkeado con otro. Habla con en sus libros, las voces que están impresas en sus publicaciones es la misma voz de él, se entiende, su mundo gira y funciona a la perfección.
Se habló de que Synco sería una serie de televisión, ¿qué hay con eso?
“Eso está caminando y está caminando súper bien. Lo primero que se dice cuando se habla de este tema es “¡Pero por qué Nicolás López,!”. La verdad es que yo también me lo pregunté al principio. Si hay una hueá que detesto son los prejuicios, porque los han tenido mucho conmigo. Y quienes los han tenido me han generado una deuda. Entonces cuando me encontré con este guatón -pelado, bueno para hablar- le dije “yapo, veamos qué onda”. Lo conocí, hablé con el productor, con Miguel Ascencio, que es el Alfred de este Batman rayado medio pasado de peso. Son gallos muy serios, muy profesionales. Es un equipo muy afiatado que ha hecho un millón de cosas. No es un pendejo que está haciendo una pataleta o teniendo un capricho. Un gallo que hace cine y que ha dado vuelta el mundo haciendo, viendo y conversando de cine con hueones potentes. No sólo esta caricatu ra de “ohh, soy amigo de Robert Rodríguez” no, no es eso. Ha estado haciendo guiones, vendiendo guiones. Él tiene unas pésimas relaciones publicas de sí mismo, yo siempre lo agarro pal hueveo de no sé qué pretende. El tipo es muy talentoso, y además ya hizo su gran capricho que es “Santos” y le fue como el pico y la gente lo odió. Ya se sacó la espina.”
¿Te sacaste mitos propios que tenías sobre Nicolás López?
“Sí, absolutamente. Todo el mundo tiene imágenes formadas de todo, y y o las tenía en base a lo que él mismo ha sembrado. El proyecto es muy rayado. El libro Synco es muy demente, muy libre. Así que necesito un hueón, primero: con cojones, y segundo: lo suficientemente demente para un proyecto de esta naturaleza. En Chile, ponte tú, Matías Bize, ¿Qué va a hacer con Synco? A lo mejor me va a tomar tres páginas del libro y va a hacer una película de dos horas. Además que Nicolás López no se va a escapar por los tarros, estoy sorprendido de lo profesional que es.”
A Baradit le molesta la cultura endogámica. Habla que el objetivo de cualquier artista es generar un lenguaje propio. “Un concepto de progres o en todo lo que haces, hacia lo nuevo, no hacia lo novedoso”, afirma. Le preocupa que se piense en una nueva manera de hacer las cosas y no en, quizás, una nueva dinámica de hacerlas. “Cuando lees, no sabe dónde está Twitter, dónde está la cultura pop, el folclore. ¿Por qué eso que llaman realismo, esa literatura está tan vacía de contenidos?, ¿por qué esta pulcritud?”, dice convencido, y la verdad es que le creo.
La hiperrealidad como concepto de su literatura
“Esto es hiperrealidad. Tú agarras tu celular y hablas con Taiwán. Tú vas a lugares en Santiago en donde al lado de Buda están vendiendo condones, y hay tráfico de órganos, y hay niñas de doce años que piden una operación para que las transformen enteras con alta tecnología. Hay mamás que toman la aspirina, que le costó cinco mil millones de dólares desarrollarla a la Bayer, se la dan a su hijo y después se persignan, y encargan este compuesto químico a la Santísima Trinidad. Eso pasa, eso está. Después, decir literatura fantástica siempre me deja un mal gusto de boca, esto es hiperrealidad”
Los sospechosos de siempre
El círculo de amigos de Baradit es archiconocido. Esencialmente son cuarentones secos para la pe ga. Vamos contando: Álvaro Bisama, Francisco Ortega, Alberto Rojas, Mike Wilson, Patricio Jara y, claro, Jorge Baradit (entre algunos más, que se escapan) podríamos decir que son el lado B de la escena literaria-cultural que existe hoy en nuestro país. Personas-personajes notables empeñados en hacer cosas. En crear.
Conocido es tu círculo de amigos, ¿qué nos puedes decir de ellos?
“Puedo decir dos cosas, uno, para causar polémica: es la única escena literaria chilena que existe en realidad. La que hace Álvaro (Bisama), la que hace Pato Jara, la que hago yo, la que está haciendo Mike Wilson. La única visible, real, concreta. El resto son fragmentos de tipos de planteamientos que están peleando todos contra todos, se están comiendo y devorando en una especie de orgía sanguinolenta, en donde nadie llega a nada. Nosotros estamos sentadítos en una pizzería, mirando este espectáculo, pasándolo la raja. Somos amigos, hacemos cosas. Pancho Ortega está haciendo dos novelas gráficas, Mike Wilson está sacando su segunda novela y escribió otra, Álvaro Bisama ha sacado cinco novelas en los últimos dos años, yo estoy haciendo el soundtrack, estoy haciendo una plataforma para un videojuego. Vamos a salir todos en una antología. Quizás lo que nos diferencia es que a todos nos vale madre la escena literaria chilena, y todas sus porquerías y sus envidias. Estamos en un botecito tomando té, y cagaos de la risa. Soñando con hueás raras, mirando para adelante y no contra algo. Entendemos que apoyar a alguien no es estar en contra de otro hueón.”
Cuando partió Point (pointzine.com; es una larga historia), lo esencial era buscar los lugares (Points) que nos generaran algo, que nos motivara a crear historias.
Jorge, háblanos de los lugares que te identifiquen, tus Point de Chile
“El primer punto es el desierto de Atacama, sin duda. El año 2000, en mi moto; con mi papá, en su moto; y mi mejor amigo, en su moto. Nos pegamos un viaje desde Santiago hasta San Pedro de Atacama. Cruzamos el desierto sin apoyo, sin camioneta, sin ayuda de nada. Los tres nomás. Padre, hijo, espíritu santo. Tres hueones, tres motos en la mitad del desierto de Atacama, y la verdad que es la piel del planeta. Tú tocas y es la piel orig inal del planeta. Acá no, en el sur tampoco, es allá. Tú tocas y es lo mismo que hace cinco mil millones de años. Es un territorio que está vivo, que está en coma, que palpita. Es otro planeta, pero es éste. Guiñái un poco y ves a los mineros, o un pelotón fantasma de la guerra del 79. Es un pedazo de territorio, un pedazo de piel, a mí se me ocurre que es la glándula pineal del planeta. Otro punto es Conguillío, que es todo lo contrario, y sin duda la Antártica, que es la última tierra incógnita. No la conozco, pero ya la voy a conocer algún día.”
Queremos saber todo de Baradit, y las preguntas que hacemos las responde con amabilidad e interés. Nos interesa su perfil de músico, en los ochenta fue Punk y su soundtrack personal incluye bandas como The Clash, Sex Pistols y Dead Kennedys.
“Yo desperté a la consciencia cuando tenía 13 ó 14 años, y eso es año 83, 84. Era plena dictadura de Pinochet. Desperté porque al hermano mayor de mi amigo fue detenido, apaleado, le sacaron la cresta. Yo despierto, y a diferencia de otras generaciones, está súper claro quiénes son los buenos y cuáles son los malos. Y los malos no sólo son malos, sino que son perversos, y no sólo perversos sino que crueles. Pinochet era Vader. Era la tortura, el asesinato. Era Sauron. Yo desperté y el arquetipo estaba armado. Y nosotros éramos los rebeldes. Tenía un amigo que era Lucke Skywalker, y como dijo otro amigo, los rebeldes de Star Wars eran los del MIR. Estaba tan clara esta épica, que no podía sino despertar en mí, y marcar a fuego un espíritu súper romántico. Todas las formas de lucha eran válidas… ¡Compañero!, aunque me trataron como las hueás los “compañeros”. Era tan duro el tema que no se podían dar la licencia de ser muy flexibles. Era incomprensible que yo llegara a una reunión con una chaqueta de cuero con un parche de The Clash, me trataban de alienado proyanki. No tenían idea que Strummer estaba en la misma. Y tonteras clásicas, como eso de que una cocacola era una bala contra Nicaragua, ¡no me hueí! Y como todas las formas de lucha son válidas, ¡compañero!, originalmente tocaba bajo y cantaba. Pero ahí descubrí claramente algo que se repite hasta hoy: que a mí los medios me interesan como medios. Es decir, yo no soy músico. Me gusta la música, pero no soy músico. Así como escribo, me interesa la literatura, pero no me gusta la literatura. Así como “ahh, amo cada coma que se desliza sobre el…” no, las hueas. Me interesaba el bajo como una ametralladora y las letras como esquirlas. Y ese fue el espíritu de la banda, que tenía el peor nombre de la época: T rato Bestial.”

Y sobre tu futuro, ¿qué hay?
No sé, no tengo idea.
¿Una película de Baradit?
Me lo han dicho harto. Estoy muy metido con el rollo japonés, a raíz de mi disciplina como diseñador gráfico, que siempre ha sido muy relevante. Después ingresé a ciertas filosofías y disciplinas que te enseña n una cantidad de hueás que son muy útiles para la vida. Una de ellas es no tener expectativas. Tienes que ocupar el tiempo en hacer cosas, en trabajar. Hacer, hacer, hacer y pensar en el ahora. Entonces, el futuro es ahora. En e se sentido lo único que quiero es que los días duren 40 horas para hacer todo lo que quiero hacer. Necesito disciplina para concentrarme en dos cosas y no en ocho, para poderlas sacar. Estoy haciendo un taller de literatura, que no es de literatura, que lo titulé Neuro-guerrilla, y en la primera clase entendieron claramente por qué. Están aterrorizados, pero están felices. Estoy trabajando en la novela gráfica, estoy planificando una nueva novela, estoy trabajando en este compilado, que se llama Chile (con la E al revés) que era el proyecto original de Ucronía Chile, que saldrá por Ediciones B en la FILSA de noviembre, estamos haciendo la edición, diseñé la portada, estoy diseñando los juegos interiores, seguramente me haré cargo de la difusión por Internet. Este libro se viene bien potente, incluye entradas que reinterpreten la historia de Chile desde un punto de vista delirante. Incluye buenos nombres. Vienen trabajos de Edmundo Paz Soldán, de Rodrigo Fresán, Tito Matamala, Alberto Rojas, Pato Jara, Álvaro Bi sama, Claudia Apablaza, un montón de gente muy chora que va a aparecer en este libro. Obviamente nos van a tratar muy mal, pero ya estamos acostumbrados.
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