Haruki Murakami decide que su primer maratón tiene que ser el original. Más de 40 kilómetos desde Atenas a Maratón, con una temperatura imposible y una humedad que no deja respirar. Pero lo cumple. Lo escribe para Runner´s World y sale airoso. Eso sí: cuando llega a la meta piensa que jamás volverá a correr.
Cierta similitud:
Cierta similitud:
Haruki Murakami decide dejar su vida apacible como dueño de un bar. Una vida nocturna en donde le va bien -su mayor complicación es el horario extenuante-, pero no lo hace sentir pleno. Entonces comienza a embarcarse en el arriesgado océano de la escritura. Decide que lo suyo será escribir libros. Y le va bien. Escribe uno, dos, tres, escribe “Tokio blues” y se convierte en fenómeno literario en Japón, su país natal. Escribe “Kafka en la orilla” y se atreve con “Crónica del pájaro que da cuerda al mundo”, dos novelas magnas que rodean las 800 páginas cada una.
Ahora: mientras escribe; corre. No a la vez, esto no es magia. Pero ambas cosas siente que están ligadas. Ambas se convierten en su pasión. Y, hasta el momento, en ambas ha cumplido.
Me declaro seguidor de Murakami, y me es grato releer sus novelas. Creo que Kafka en la orilla, Tokio Blues y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo son unos verdaderos clásicos contemporáneos. Y admito que cuando supe de “De qué hablo cuando hablo de correr” no entendí muy bien qué era lo que este autor japonés tenía en su cabeza. De hecho, recientemente supe que era fanático de las maratones y del triatlón. Raro, pensé, para un escritor. Pero no estaba en lo cierto. No tomé en cuenta que estábamos hablando de un autor del otro lado del mundo. En donde no predominan los Bukowsky, sino más bien encontrar un autor de vida apasible, que se levante temprano todos los días, que se vista correctamente y que no beba en exceso es totalmente posible.
“De qué hablo cuando hablo de correr” es una especie de biografía de Murakami como corredor y narrador. Ejercicios que se le dieron casi a la par. Está narrado en primera persona, mostrando las dificultades y peripecias que ha tenido que vivir para lograr ser un escritor de fama mundial y mantener un estado físico y mental que le permita terminar los 42 kilómetros 125 metros por lo menos una vez al año. Creo que no es un libro para alguien que no se haya planteado jamás una meta compleja. Es un libro, digámoslo, aburrido. Que por momentos se vuelve tedisoso con los datos técnicos referidos a correr (ritmos de carrera, latidos del corazón, distancias, comidas, marcas de zapatillas, estilos de entrenamientos, etc.). Pero que son absolutamente necesarios al momento de hacer un libro como éste. No podría haber sido de otra forma.
Para llegar a ser un gran escritor y editar libros que rodean las mil páginas hay que tener un estado físico adecuado. Estado físico que drene en estado mental adecuando. Murakami apela a “Cuerpo sano, Mente sana”. El libro no es recomendado para nadie que no haya leído jamás algo del autor (para los novatos, mejor agarren Tokio Blues) porque lo odiarán. Probablemente lo dejarán a las 10 páginas, con suerte. Y es y debió ser así. Porque es imposible escribir un libro que incluya correr cientos de kilómetros a la semana y ser entretenido a la vez. De hecho, correr no es entretenido. Uno no la pasa bien corriendo 30 kilómetros. No es satisfacción instantánea. Tal cual como el libro de Murakami. Lo recomiendo, sí, pero dolerá.
De qué hablo cuando hablo de correr (título inspirado en “De qué hablamos cuando hablamos de amor”, el célebre volúmen de cuentos de Carver) es un libro que funciona como un stand by en la literatura de Murakami. No es uno más para meter en el mismo saco de sus novelas, sino que más bien, funciona como uno de esos textos explicativos dentro de la obra de un gran autor.